Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 20

Pasadas dos semanas las cosas se habían calmado bastante, aunque a Dan no se le iba de la cabeza nada de lo que siempre había pensado pero prefirió callárselo por precaución. Ese día estaba especialmente animado y contento. Cuando se despertó, lo primero que hizo fue mirar el calendario, había llegado el día y por supuesto que iba a celebrarlo. A la hora de comer se presentó en el periódico, con un poco de suerte podría comer con su chica, esta vez sería en un sitio «de los caros» como él decía.

Cuando llegó al despacho acristalado vio a Sergio hablando con ella y aunque también estaba Patricia no le gustaba la familiaridad que veía, pero confiaba mucho en Nerea y no quería que nadie le echara a perder su día. Tocó por el cristal con los nudillos y todos levantaron la cabeza, Nerea sonrió y le indicó con la mano que esperara un momento. Dos minutos después se abrió la puerta y cuando salió Sergio le dedicó una mirada que si pudiera matar. Él ya estaría muerto, Patricia salió detrás de su hermano.

—Hola ¿Cómo tú por aquí?—le saludó con dos besos.

—¿De verdad lo preguntas?—la muchacha lo miró como si no supiera de lo que estaba hablando—Ya sé que lo sabes. Que todos los sabéis, no te hagas la tonta.

—Me alegro de que hayas salido del cascarón—miró su reloj—Bueno os dejo, he quedado para comer, déjate ver por aquí más a menudo.

—Dale recuerdos a mi hermano de mi parte—no sabía si su cita era con él pero quiso probar suerte.

—¿Cómo sabes que…?—Dan le sonrió enarcando una ceja—De acuerdo, se los daré.

—Hola—se acercó hasta su mesa y se sentó encima—¿Demasiado ocupada?

—Pues un poco—le retiró uno de sus rebeldes mechones de pelo de la frente—Hacía tiempo que no venías por aquí.

—Vengo a hacerte una propuesta y espero que tu respuesta sea que sí— se puso de pie y cerró la puerta.

—No voy a casarme contigo hasta los ochenta ¿Recuerdas?—ahora la que se había sentado en la mesa era ella.

—No es eso, aunque no me parece mala idea. ¿Sabes qué día es hoy?

—Pues—miró el calendario de reojo—Seis de febrero, si no me equivoco. No es tu cumpleaños, ni tu santo ni nada de eso.

—¡Qué bien te lo sabes! Pero tienes razón, no es nada de eso. Una pista, no es mi cumpleaños pero hoy es como si hubiera vuelto a nacer.

—Me vas a perdonar pero estoy un poco perdida—por más que pensaba y pensaba no recordaba que tenía de especial ese día.

—Como veo que no tienes ni idea, te lo voy a decir y después te voy a invitar a comer. No te puedes negar…—ella simplemente se perdió en esa azulada y pícara mirada.

—De acuerdo, como castigo por no saber ni en el día que vivo, iré contigo—bromeó.

—Hoy vuelvo a ser un hombre libre. ¡Cumplí mi condena! Se acabaron las prohibiciones para mí—la cogió en volandas y empezaron a dar vueltas y más vueltas.

—¿De verdad? ¡No sabes qué alegría me das! Pero bájame que me vas a marear—cuando la bajó, se lo comió literalmente a besos—Perdona por no saber eso, pero es que a veces olvido que tú… bueno ya sabes. Pero me alegro mucho por ti, de verdad—consultó su móvil—Si quieres que coma contigo más vale que nos vayamos ya. A las cuatro debo de volver.

Media hora después, estaban en un restaurante precioso, un italiano para ser exactos. Ellos siguieron charlando de sus cosas hasta que un hombre se acercó hasta su mesa.

—Hola hijo ¿Qué tal? Hacía mucho que no te veía ¿Dónde te metes?

—Bien, he estado muy ocupado—no estaba preparado para presentarle a Nerea su padre.

—Hola Nerea, ya tenía ganas de conocerte y hablar contigo—sin pedir permiso, se sentó con ellos.

—Disculpe pero no sé quién es usted ni como sabe mi nombre—comentó confusa.

—Oh, claro perdón muchacha. Me llamo Adrián y soy el padre de Daniel—por la cara de sorpresa de ella supo que no tenía ni idea de quién era—A ti te conozco desde que eras una niña, os veía a ti y a mi hijo juntos por todas partes y aunque hace años que no te veo. No has cambiado en nada. Mi chico tiene buen gusto para las mujeres, encantado de poder conocerte formalmente—le extendió la mano pero ella no lo hizo.

—Perdóneme señor pero si en realidad es quién dice ser, yo no puedo ni quiero ser su conocida. Andrea es como mi madre y sé todo lo que usted le hizo pasar. Así que por favor le pediría que no volviera acercarse a mí—observó a su chico que no había dicho ni media palabra—Lo siento, te espero fuera—y sin más dilación se levantó y salió del local.

—Hijo lo siento, no quería que pasara esto. De verdad que quería conocerla.

—No importa papá, ella es así, se le pasará—se acababa de fastidiar su tregua y sus buenas intenciones pero sabía que eso tarde o temprano iba a ocurrir.

—Hay algo en ella que no me convence. No sé hijo creo que no es lo que tú necesitas. Se cree superior a nosotros ¿No lo ves?

—Es perfecta, al menos para mí. Es más de lo que me merezco—pagó la cuenta y ambos se levantaron de la mesa.

—A leguas se le nota que se cree la dueña de todo ¿Has visto como me ha hablado? Esa mujer no te conviene, a la larga te va a hacer sentir menos que ella. Tengo la sensación que esconde algo.




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