Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 26

Una hora más tarde seguía dándole vueltas a la cabeza pero seguía llegando a la misma conclusión, no tenía ni la más remota idea de que tendrían que ver aquellas dos. Su madre lo estaba observando y decidió hacerle un poco de compañía.

—¿En qué piensas hijo?—se sentó junto a él en el jardín.

—En nada mamá—no sonó muy convincente.

—Cariño, soy tu madre y te conozco—le cogió una mano entre las suyas con ternura—¿De verdad que no piensas en nada?

—Siempre me pillas—le pasó un brazo por encima de los hombros de Andrea—¿De dónde ha salido Ruth? ¿De qué la conocéis?

—Es una niña que conocemos desde que nació, es muy especial para nosotros, por eso entre todos la hemos adoptado aunque ella por supuesto tiene su casa y su familia—al ver que su hijo la miraba extrañado, Andrea siguió hablando—¿Qué te ha parecido a ti?

—¿A mí?—se encogió de hombros—Pues estoy de acuerdo que es una niña muy especial y encantadora. Hay algo en ella que me llama la atención y no sé por qué. Yo no soy muy experto en esto de los niños pero, creo que jamás me aburriría con ella. Tiene una simpatía y una dulzura en sus ojos…

—¿Te ha gustado mucho conocerla verdad?

—Sí, no creo que me olvide de ella fácilmente se me ha quedado guardada su sonrisa—suspiró y quiso cambiar de tema—¿Mamá, podría quedarme aquí en tu casa el tiempo que esté aquí?

—Hijo eso no se pregunta, te quedas si o si. Aunque ahora me tienes que ayudar a preparar la cena—madre e hijo se levantaron de donde estaban y se dirigieron a la cocina entre confidencias y bromas.

Un par de días después, Dan salió a dar un paseo después de comer y sin saber cómo terminó en la casa que era de Álex y Lucía. Pensó que aún seguía abandonada, pero se sorprendió al ver que no era así, estaba habitada y bien cuidada. A lo lejos se veía un perro bastante grande de color marrón muy claro jugando con una niña pequeña. Se acercó a la valla un poco más para ver de quién se podía tratar.

—¡Tito!—le gritó la pequeña desde lejos, y fue hacia su posición.

Ahí venía corriendo todo lo que podía con sus cortas piernecillas. Ese día llevaba el pelo suelto, le ondeaba y desordenaba por causa del movimiento de la niña, con el sol en la espalda casi parecía brillar.

—Hola princesa—abrió la puertecita de la valla, entró y la cogió en brazos—¿Tú vives en esta casa tan bonita?

—Sí, aquí vivo con mi mamá, mis titos y Vainilla ¿Quieres conocerlos?—preguntó mientras ella jugaba con el cuello de su camisa.

—¿Y tú papá no vive aquí también?

—Yo no tengo papá—susurró la pequeña con tristeza—Mi mamá dice que no nos hace falta un papá, que ella y mis titos es todo lo que necesito.

—¡Ruth, entra en casa ahora mismo!—un muchacho de unos trece años corrió hasta ellos. Dan dejó a la niña en el suelo, pero no se movió de al lado de él.

—¿Por qué? Estoy hablando con mi tito nuevo—respondió inocentemente.

—Entra en casa ¡Ahora!—la cogió por el brazo y la metió de nuevo en el jardín, después cerró la puerta de la valla.

—Adiós—Ruth se despedía con la manita de Dan y se dirigió a casa.

—Adiós princesa—cuando la perdió de vista se centró en el muchacho—Un momento, yo te conozco—lo observó bien ¡Claro que lo conocía!—¿Rubén?

—Exactamente, soy yo. No sé qué haces aquí, pero me gustaría que te fueras de mi casa y no volvieras nunca más—se dio la vuelta para regresar a casa.

—¿Todos vivís aquí?—estaba empezando a encajar piezas y no podía ser lo que estaba imaginando.

—Sí, todos. Incluyendo mi hermana. Pero ni pienses que te vas a volver a acercar a ella. ¿Entendido? No sé qué pasó exactamente, pero nada bueno seguro. Te lo advierto, no te acerques a ninguno de nosotros—Rubén estaba intentando intimidarlo.

—Está bien, ya me voy. Sólo te pido un favor. No vuelvas a tratar así a la niña ¿Entendido?—sin esperar respuesta retrocedió sobre sus pasos, se montó en su coche y despareció con la cabeza llena de dudas.        

Se acordó que aún no había visto a su hermana, ni a Patricia, ni a los niños. Así que hizo un par de llamadas y quedaron todos en verse en casa de Aitor.

—¡Pero bueno! No te ofendas Patri pero no te recordaba tan enorme—bromeó Dan.

—No me ofendo, es verdad, soy una foca con patas—lo abrazó para saludarlo.

—Era broma mujer. Cuando mi hermano me ha dicho que tenía un niño y otro en camino no me lo podía creer—se volvió hasta su sobrino David—¡Hola campeón!

El niño se escondió detrás de su madre. Era muy tímido y reservado. «Nada que ver con Ruth» Se sorprendió al pensar en la pequeña, no podía evitar compararla con todos los niños que veía.

—¿Para nosotros no hay saludo?—llegaron Ari y sus hijos.

—Claro que sí—abrazó a su hermana y después reparó en sus sobrinos—Nico estás enorme chaval—también lo abrazó—Y mi querida sobrina tan guapa como siempre—comentó tras saludarla.

—Ya ves, mis niños poco a poco van dejando de serlo—dijo Ari con melancolía—Por eso envidio a la foquita con patas—le sonrió cuando la aludida le guiñó un ojo.




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