Asistir al taller de música se había convertido en una parte indispensable de su rutina; dos horas, martes y jueves, luego de terminadas las clases. Disfrutaba estar ahí; el instructor era amable, algunos chicos eran realmente talentosos, y ahí estaba Eric. Eric, ese chico que se ponía de pie para cantar y que sonreía más que el resto. Era evidente que disfrutaba la atención que recibía y, a veces, a Eduardo le parecía que el chico dirigía sus miradas a él directamente. Aunque, al tiempo, encontraba ese pensamiento absurdo, pues Eric se movía y observaba también a cada uno de sus compañeros, además, no encontraba razones para que tuviese alguna fijación especial por él.
De igual manera, verle era siempre grato, la energía que transmitía era singular, sus expresiones eran marcadas, su actitud era muy feroz para su edad, parecía estar más vivo que la mayoría.
Una tarde de jueves, la clase de música terminó antes de lo habitual. Ese día, habían estado practicando con el bajo, y Eduardo había concluido que aquello no era, en definitiva, su fuerte.
Al salir, se dirigió como de costumbre al pequeño parqueadero para bicicletas; la suya ocupaba el tercer espacio a la derecha. Estaba a punto de tomarla cuando sintió una mano cálida en su brazo. Volteó remisamente.
Le tomó por sorpresa.
Eduardo estaba sorprendido, tenía la plena seguridad de que él se habría percatado de algo como eso, pero no recordaba haber visto jamás a Eric luego de salir de la clase.
Eric sonrió nuevamente y extendió la mano izquierda.
Recibió una sonrisa de vuelta.
Ese pequeño gesto, creo algo entre ellos, ambos lo sintieron. Ese instante mágico seria recordado por siempre, y aunque en ese momento no lo supieran, determinaría por completo el rumbo de sus vidas.
Eduardo estaba alegre, no esperaba que pasara algo así, ese chico por alguna razón le hacia sentir bien, optimista, aunque no sabía exactamente porqué.
…
Sin que ninguno de los dos lo propusiera, esperar por el otro a la salida, se convirtió en lo habitual. Por lo general, Eduardo salía primero, Eric gastaba algo de tiempo despidiéndose de sus otros amigos. Habían pasado solo unos días, pero la confianza que se expresaban hacia parecer que se conocían de mucho más tiempo.
Eduardo miraba hacia la carretera cuando Eric apareció, se veía agitado. Se saludaron y luego, con un gesto de preocupación Eric expresó:
Claro que lo recordaba, fue una de las primeras cosas que mencionó durante su primera charla, y lo reiteró un par de veces durante los días siguientes.
Se quedaron en silencio unos segundos, esperando por la reacción del otro. Al fin, Eduardo decidió hablar:
Eric no dijo nada en tanto le veía girar para marcharse. Más, cuando ente ellos había ya una distancia como de dos metros, expresó enérgicamente:
Eduardo giro rápidamente, vio a Eric y se sorprendió, era la primera vez que parecía inseguro, agachaba la cabeza, pero le miraba a la cara, como esperando su respuesta.