—¿Te ha corrido? —preguntó Sarah.
Accedí a tomar un café junto a ellos al día siguiente de la fiesta, ahí estábamos con una resaca de sueño mientras Brandon y el abuelo buscaban no sé qué cosa en una tienda.
—No solo a mí, a Max también. Lo arruinó todo, además no entiendo porqué ahora aparece en todos los lugares en los que estoy. No me sorprendería verlo aquí ahora mismo —murmuré.
Había dormido poco, luego de que Max nos llevara a los tres a casa y el abuelo nos regañara por despertarlo, dormimos solo cuatro horas.
—No vas a creerlo... —dijo Sarah mirando detrás de mí.
—Sería la peor broma de la historia.
—Ya lo fue, entonces, ¿Piera también estaba ahí, junto a nosotros?
Omití lo de Brandon, quizás era mentira y se veía una buena relación por fin entre ellos. No podía arruinarlo. Si había algo que decir Brandon sería el encargado de hablar con Sarah.
—Me llamó entrometida ¿puedes creerlo? No entiendo porqué lo haría —comenté mientras llevaba la taza a mi boca, una fanática del café —, además yo no hablo mucho con ella de todas formas.
—No, pero ya sabes como es. Conoce cada oscuro secreto de cada uno de nosotros —bromeó.
—Eso no era lo que quería Brandon. Nunca me entiendes —escuché la conocida voz del abuelo regañando al moreno.
—No había más abuelo, ya pareces un loro despotricando tanto.
Lo vi venir, cuando el abuelo levantó su bastón y lo enterró en el pies de Brandon, Sarah reía a carcajadas y el abuelo la imitó mientras que el afectado venía cojeando en un pies a nosotras.
—Irrespetuoso —rugió el caballero tomando asiento a mi lado.
—Y tú un violento —atacó el moreno.
Me gustaba la relación, desde el día en el que llevé a los chicos a la casa el abuelo había sido muy feliz con la nueva compañía y es que ya casi vivían junto a nosotros. Brandon siempre lo ayudaba con todo lo que quería, Sarah le contaba chistes y yo le cocinaba siempre que podía. Éramos casi un grupo de amigos, donde iba uno estábamos todos aunque no durante las noches.
No estaba trabajando ninguno de nosotros, lo cierto de los domingos es que era el día de descanso, ese en especifico lo utilizamos para tomar un desayuno fuera. Hicimos compras y cuando estuvimos nuevamente los cuatro en casa vimos el programa de palabras del abuelo.
Cuando Brandon volvió de la cocina con una caja vacía de chocolates el caos se formó en la casa. El abuelo estaba enloqueciendo.
—Tú fuiste pequeño ratón —apuntó a Brandon quién salió corriendo de aquel lento hombre y su bastón.
Sarah por otro lado solo se dedico a reír y alentar al abuelo con la excusa de que Brandon había acabado con todos los bombones durante la noche. Mientras el hombre le hacía caso a Sarah y el moreno la desmentía mi celular vibró sobre mi muslo.
«Me preguntaba si podíamos retomar aquella conversación de la noche mañana por la tarde...»
***
Al día siguiente cuando partí nuevamente al trabajo bajo la advertencia del abuelo de que regresara temprano, acompañada de murmuros y risitas, entré dos horas antes a aquel edificio que era temporalmente mi trabajo.
Cuando el señor Brandt se cruzó por el mesón evité de todas formas toparme con él, no después de aquella vergonzosa escena en el club. Aunque había ignorado el mensaje del chico los dedos me picaban de una forma literal por querer responder a su mensaje.
Si lo hacía, más tarde me arrepentiría.
Y si no,
También.
—No digas eso Brandon, no es cierto —escuché hablar a Sarah como llevaba haciéndolo toda la mañana.
Volteé a ellos.
—Ustedes. —Los llamé y cuando finalmente voltearon hacía mí con curiosidad continué —: ¿Ya son novios?
Sus rostros se encendieron, parecía la relación menos privada y secreta que pude admirar en toda mi vida.
Sabía que no podían admitir lo que sentían mutuamente por ellos y, me mataba ser la amiga de los dos; escucharlos constantemente elogiarse entre ellos para después verlos sufrir y alejarse nuevamente.
—¿Novios? —rio nervioso el moreno negando de inmediato con un movimiento de cabeza.
—Brandon, no, imposible —concluyó Sarah la conversación alejándose de nosotros.
Pasaron minutos, y más tarde horas cuando la hora de almorzar había llegado. Me encontraba sola en el jardín del hotel, mis amigos habían decidido que una escapadita de diez minutos se convirtiera en una de treinta y solo dios sabía que había ocurrido para que los minutos se prolongaran.
—¿Belladonna? —levanté mi cabeza y una camisa oscura llenó mi campo de visión. Max se encontraba frente a mí.
Sonreí.
Estaba aquí...
Estaba a punto de hablar para disculparme cuando añadió:
—Nos conocimos hace unos días... —Asentí como una tonta.
Y también compartimos besos y nos quitamos la ropa, bueno, casi toda. Pensé.
—Si, lo siento solo..., no esperaba verte aquí —en el patio de empleados.
—Oh si, estoy quedándome aquí por unos días y te vi en el recibidor hace unas horas. No esperaba asustarte así que espere un tiempo.
Asentí e intenté sonreír, otra vez.
De un momento a otro me sentía tan nerviosa...
—Está bien, estoy en una especie de receso.
—Ya lo sé —me golpeé internamente.
—Que bien —murmuré.
Guardamos silencio, se sentó a mi lado y solo de una extraña forma compartimos la presencia, fueron los peores cinco minutos de mi vida. Me pregunté el porqué de que las conversaciones fluidas fueran todas en la noche.
—¿Ignoraste mis mensajes? —preguntó.
—¿Tus mensajes? No seas dramático, solo enviaste uno.
—Y no lo respondiste.
—No tenía tiempo —me encogí de hombros.