Todas mis Navidades

Capítulo 2. Giselle

Bastian nunca en su vida había visitado un orfanato, quizás nunca lo había visto como algo necesario, después de todo los Lemaire siempre habían tenido un lema, uno frío y crudo que a estas alturas de la vida ya ni siquiera era relevante para el rubio, porque solo demostraba lo fría que podían ser las personas. 

Lo primero que vio fue la fachada desgastada del lugar, parecía que no había tenido mantenimiento en décadas, lo que la hacía ver solitaria y deprimente ante los ojos de los demás y por primera vez el rubio sintió la necesidad de ayudar en algo que no le generara ganancia monetaria, podríamos decir que Bastian Lemaire estaba comenzando a planear sus próximas buenas obras. 

— ¿Señor Lemaire? — Preguntó una mujer mayor al ver al rubio frente a aquel lugar. 

— Llámeme Bastian — Respondió con una pequeña casi diminuta sonrisa de amabilidad, dejando boquiabierta a su chofer quien no podía siquiera creer lo que sus ojos veían, ya que en los dos años que llevaba trabajando para él jamás lo había visto tan relajado y ¿feliz?. Ante la mirada de incredulidad de su chofer, Bastian decidió seguir a la mujer, quien con una sonrisa igual de cálida le mostro el camino, mientras le comenzaba a hablar un poco sobre el lugar. 

— Supongo que nunca había estado en un orfanato, ¿verdad? — Se atrevió a preguntar la mujer con una sonrisa y un tono amable al percatarse de las miradas del rubio hacía todo lo que ahora lo rodeaba. 

— Nunca — Contesto seguro, pero al mismo tiempo sintiendo un remordimiento por parecer que el veía irrelevantes las necesidades de otros. 

Ante la respuesta la mujer no supo que más decir, ya que creyó mejor dejar que él viera por sus mismos ojos las carencias del lugar, esperanzada a que al fin alguien quisiese apoyarlos y más ahora que la navidad se acercaba. 

— Hay, muchos niños — Dijo Bastian sin mostrar ninguna expresión en tanto veía como todos corrían y jugaban en la blanca nieve, menos una pequeña, de más o menos dos años, que de la mano de una joven no dejaba de ver a cada uno de los niños que se divertían, deseando poder estar allí con ellos. 

— ¿Quién es ella?, debe ser la más pequeña — De pronto él sintió curiosidad por la pequeña rubia, preguntándose por qué no la habían adoptado, si desde donde estaba podía notar que era muy bonita y era pequeña tal y como los matrimonios casi siempre buscaban adoptar. 

— Si... aunque ella a diferencia de los demás a un tiene la dicha de tener a su mamá — Respondió la señora con un poco de tristeza y felicidad en su voz. 

— ¿Ella también vive aquí? — Preguntó nuevamente, sorprendiéndose el mismo ante la curiosidad que de pronto se había apoderado de él como si algo en la pequeña lo llamará. 

— Si, trabaja en la cafetería más grande de la ciudad, aquella que está lejos de aquí, así que llega hasta ya casi la media noche, de verdad, es una mujer admirable, todos aquí la queremos mucho a ella y a Giselle — Volvió a decir la mujer captando toda la atención de Bastian y provocando que rápidamente su mirada se dirigiera a ella. 

— ¿Giselle? — Preguntó él con un nudo en la garganta. 

— Si, así se llama aquella linda rubia — Respondió, dejando al rubio con una punzada en el pecho al escuchar esas palabras, sin duda el mundo era pequeño y el destino era juguetón, ya que parecía recordarle que en algún momento de su juventud deseo junto a Denise tener una hija y llamarla Giselle, porque sería la promesa de su “para siempre”. 

En ningún momento pudo apartar sus ojos de la pequeña, pues su pequeña y regordeta carita le parecía demasiado tierna, algo que él no acostumbraba a pensar, ya que después de perder a su amor la idea de los hijos se fue con ella, porque la familia que deseaba solo podía formarla con esa persona especial, así que ver tan tierna a la niña le parecía algo raro. 

Algunas horas más tarde, Bastian se despedía de todos, no sin antes prometerle a la directora del lugar volver justo en navidad que sería en dos días, con comida, dulces y regalos para cada uno de los pequeños, quienes sumamente emocionados se habían atrevido a responder la pregunta del rubio, sobre que juguete preferían o que era lo que deseaban, así mismo, Bastian se atrevió a hacerle la misma pregunta a la pequeña, quien no hizo más que sonreír al escuchar la palabra conejo, al parecer sabía muy bien de que animal hablaba así que sería sencillo elegir un lindo regalo para ella. 

En cada paso que dio hacia la salida no dejo de ver a la pequeña Giselle quien con su adorable mano le decía adiós como si se tratará de un buen amigo que había conocido o de alguien que seguro volvería, aquello confundió aún más al hombre, ya que jamás había experimentado tal sensación, tanta era su confusión que su chofer no dudo en mencionar lo evidente. 

— No se ve bien, señor — Dijo el hombre. 

— ¿Es normal sentir una conexión familiar con un niño que jamás había visto? — Preguntó Bastian, quien no podía con ese sentimiento en su pecho, ese que parecía decirle algo a gritos. 

— No lo sé, jamás me ha pasado — Respondió inmediatamente su chofer — Pero... cuando algo así sucede algunos suelen decir que es porque la sangre llama, ¿Por qué pregunta? — Lo último dicho por el hombre fue lo que el rubio a un menos entendió, ya que él estaba seguro de que no podía tener hijos por ahí, pues la única mujer en su vida había sido Denise, así que tal vez lo que sentía por la niña solo era, simpatía. 

— No, no es nada 

Así fue como entre un mar de dudas, emoción, curiosidad y nerviosismo llegó la tan ansiada navidad, había llegado el momento de regresar a aquel lugar, donde al fin, una noche de diciembre comprendería el significado de aquel curioso nombre, Promesa de Esperanza... 




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