Todo está bien, John

Capitulo 14: Beso de Judas

solo quiero decir que a partir de acá empiezan los arcos de los posibles sospechosos y mi intento de jugar con sus mentes :p elijan bien su partido por sospechoso

John
Julio de 2006

Definitivamente tengo un problema condenadamente grave con Evelyn, del cual no sé cómo salir. Y tampoco es que pudiera sincerarme con alguien.

¿Qué diría?

¿«Una adolescente de quince años juega conmigo de la forma en que le place»?, ¿Que no soy capaz de reaccionar y ponerle un alto aún cuando ella se comporta de forma vil y cruel conmigo?

Nadie verá de forma romántica esa debilidad de un hombre de cuarenta y tres años hacia una adolescente. Es más, las señoras comentarían que soy un depravado y los hombres me acertarían un puñetazo en el rostro tan solo por admitir sentir ése deseo por alguien como ella. Incluso, mi yo de hace tan solo unos meses se sentiría indignado y asqueado por lo que me he convertido.

Pero, es muy difícil, porque sin importar lo que ella haga; sin importar que actúe como un pesticida para la gente que la rodea, no puedo dejar de verla como el ser fascinante que es.

He intentado mantener distancia, marcar una línea, desde el preciso momento en el que entendí que no la veía como una joven amiga y mucho menos como una hija. Pero no está funcionando muy bien.

Me siento como un adicto a la nicotina que intenta dejarla. Todas las noches, cuando recuesto mi cabeza sobre la almohada, pienso:

«Mañana le hablaré lo menos posible, no mantendremos una conversación en el auto, fingiré desinterés en lo que me cuente, incluso la enviaré lejos si viene a visitarme en el trabajo»

Pero son promesas vacías.
Incluso si llego a cumplirlas un día, si al otro se presenta en mi escritorio con la propuesta de resolver un cubo Rubik, entonces mi cerebro no puede negarse. Y tan solo pienso que, podría dejarlo pasar por el día de hoy. Que luego de esa mañana ya podré ponerme firme para lo que resta de la semana. Pero esto solo sirve para procrastinar.

Me desafío. Me desafío a tomar mis maletas e irme de la casa. Pero no consigo obtener fuerzas necesarias para hacerlo.

Porque en mi interior, sé que no quiero dejarla.

¿Qué serían de mis mañanas sin Evie?

Sin poder despertarme con ansias de sentarme en la mesa familiar para poder observarla en sus diferentes facetas: con el rostro adormilado y una sombra oscura bajo sus ojos, feliz luego de una porción de la tarta de moras de Anna, hastiada mientras limpia el desorden de los demás.

Quejosa.

«Nunca le dan la importancia suficiente a la limpieza de las tazas, ¿qué tan difícil es dejar un poco de cloro y agua en el recipiente para evitar las manchas de café? ¡Les prometo que después de eso solo tienen que enjuagarla»

Con una expresión traviesa en el rostro cuando descubre un dato interesante en internet.

«John, ¿alguna vez habías oído hablar de la supuesta aparición de la virgen con cuernos a San Pedro de Verona?»

Divertida luego de que su madre se horrorizara con esa historia.

He intentado centrarme con Mary.

Ella es una mujer bonita e inteligente. Inclusive muy graciosa. Es unos pocos años menor que yo. Su cabello es corto, de un tono rubio ceniza y sus ojos azules como el Lapizlazuli. Siempre está impecable. Su figura es esbelta. Debería de resultarme irresistible. Pero no lo hace.

Intento convencerme de que sí.

Ella no es el problema.

Si hay algo que la define es su determinación. No es una persona que se caracterice por dudar, más bien lo contrario.

Por eso, cuando confesó después de algunas copas entre colegas, en aquella celebración por los treinta años de la directora en el colegio; que sentía una conexión especial conmigo, lo interpreté como una señal.

Tal vez, Dios la había puesto en mi camino para evitar que me convirtiera en un monstruo, para que me encarrilara. Puede que Mary fuera la solución divina para que mi corazón dejara de latir por aquella joven muchacha.

Por un segundo pude imaginarme saliendo de esa casa, tomado del brazo de esa mujer, despidiendo a Evelyn con la mente en calma.

Incluso por un momento todo parecía funcionar.

Tenía citas con la señorita Dunne y disfrutaba genuinamente cada una de nuestras conversaciones.

La mujer se había casado con su novio de la adolescencia y quedado viuda muy pronto. Luego, según ella había tenido muchas otras relaciones, pero ninguna logró llenarla al punto de volver querer a casarse. Aunque lo deseara, no conseguía amar a ningún otro hombre que no fuera su amor de la adolescencia. Ningún otro hombre logró nunca, en tantos años, hacerla sentir como el difunto.

Normalmente, a los otros muchachos, les concedía citas pensando que, tal vez, si conocía en profundidad a esos buenos tipos podría enamorarse.
Pero el tiempo avanzaba, y no conseguía sentir nada.

Aclaró, en medio de risas y con un poco de azúcar impalpable en el labio, que al conocerme le había pasado algo diferente, que no le sucedía hace años: simplemente estaba trabajando, y de un día para el otro se dió cuenta de que yo le atraía de forma genuina. Luego de percatarse de aquello, comenzó a encontrarse a sí misma pensando en mí en su vida cotidiana.

Se sentía otra vez como una adolescente.

Y cuando empezamos a salir, el sentimiento de amor no hizo más que crecer en su corazón.

Fue una bonita declaración.

Tal vez un clavo saca a otro clavo.

En realidad, el gran problema llegó cuando la muchacha le declaró la guerra. Y a pesar de que quise evitar a toda costa posicionarme en alguno de los dos bandos, fue imposible.

Mary no sabía con quién se metía cuando interfirió entre los planes de Evie. Ella no es una chica normal, no es como los demás adolescentes con los que ha tratado antes.



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En el texto hay: obsesion, asesino serial, suspenso

Editado: 05.01.2022

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