Todo lo que calle

JHONN

Él era ese demonio que me arrastraría al infierno, ese lugar al que, en mi locura, anhelé entrar sin importar las consecuencias. Sabía que no saldría con vida, que me perdería en la oscuridad, pero en ese momento, la idea de estar solo con él me parecía suficiente. Qué equivocada estaba al pensar que ahí encontraría la felicidad.

Mi falta de amor propio me llevó a engañarme a mí misma, a creer que me había enamorado de sus caricias, de sus "te quiero" vacíos, de ese trato especial que me hacía sentir diferente. Pensé que había algo más en sus gestos, que había un atisbo de amor, cuando en realidad solo era un juego de manipulación en el que yo era la ficha más fácil de mover. No quería amor, solo buscaba placer, y yo, con mi desesperación por sentirme querida, me convertí en la víctima perfecta.

Siempre fui presa fácil de la manipulación, alguien que anhelaba tanto ser amada que cualquier migaja de atención era suficiente para sentirme especial. No importaba si era una más en su lista, si solo era otra conquista fugaz. Lo sabía, pero me aferré a la mentira, a la ilusión de que podría ser diferente, de que conmigo sería distinto.

Lo nuestro comenzó como un juego sin sentimientos, pero pronto se convirtió en una obsesión para mí. Quería que siguiera mirándome, que su atención no se desviara, que sus manos solo buscaran mi piel, que sus labios solo se posaran en los míos. Me convertí en alguien que hacía locuras solo por seguir siendo el objeto de su deseo, sin darme cuenta de que él nunca me vio de la misma manera. Me ilusioné con la idea de que me quería y, en mi ingenuidad, escribí todo lo que sentía por él. Pero, al final, entendí que era mejor que nunca lo supiera. Borré cada rastro de esos sentimientos, eliminé los 28 mensajes que nunca llegó a leer, me deshice de cada palabra que una vez escribí con el corazón en la mano. Y cuando llegó alguien más que captó mi atención, finalmente me alejé.

Fui una tonta, tantas veces caí en sus palabras, en su juego. Aún recuerdo esas noches en las que deseaba escuchar su voz antes de dormir, cómo me aferré al recuerdo de aquellas dos llamadas en las que me dijo que sería su novia solo hasta que terminara la llamada. Esas noches quedaron grabadas en mi memoria como testigos de lo poco que significaba para él. Bastaban unas simples palabras para hacerme caer a sus pies.

Aún guardo en mi mente cada instante que compartimos, cada momento en el que me hizo sentir especial, cada locura que hice por él. Sé que en algún momento notó que mis sentimientos estaban cambiando, que mi mirada reflejaba algo más que deseo. Y fue entonces cuando decidió alejarse, sin explicaciones, sin despedidas. Me dejó sola, con mis emociones a flor de piel, con el corazón hecho pedazos y el anhelo de ser correspondida.

Cuando lo vi con otra, supe que me había reemplazado. Y aunque me dolió al principio, mi capacidad de enamorarme y desenamorarme con rapidez me salvó de prolongar el sufrimiento. Sin embargo, eso no significó que no sintiera dolor. Me dolió darme cuenta de que fui solo un pasatiempo, que mi presencia en su vida era efímera e insignificante.

Otra persona ocupó su lugar, no en mi corazón, pero sí en mis deseos. Busqué en otro lo que una vez quise de él, intenté llenar el vacío con nuevas caricias, con otros labios, con otro cuerpo. Pero, en el fondo, seguía sintiéndolo a él. En cada beso, en cada abrazo, en cada encuentro furtivo, lo buscaba sin darme cuenta. Era su sombra la que me perseguía, su ausencia la que pesaba en mis nuevos intentos de encontrar satisfacción. Y aunque esa realidad me preocupaba, aprendí a vivir con ella.

Es irónico que, después de tanto tiempo, mi simple presencia siga causando problemas en su relación. No hemos hablado en mucho tiempo, nuestras vidas tomaron caminos distintos, y aun así, su pareja se incomoda al verme. Me divierte un poco pensar en cómo reaccionaría si supiera que aún conservo todas las fotos que alguna vez nos tomamos juntos, esos recuerdos que quedaron atrapados en el tiempo, sin relevancia alguna, pero que aún existen. Imagino su desesperación, su enojo, su inseguridad. Pero, para mí, ya no tiene importancia.

La vida es una odisea, y en esta historia, solo fui una amiga con derechos para él.



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En el texto hay: solo cosas

Editado: 27.03.2025

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