Todo lo que dejaste atrás (2° parte "Señor,si señor")

1.La nueva en la ciudad.

Siempre odie ser la nueva. En cualquier lugar. Mi personalidad cálida pero tímida me hacía realmente difícil la simple tarea de… Socializar.


Muchas veces, a lo largo de mis 23 años, había deseado tener la personalidad que tenía mi prima. Verónica, era la reina del baile, la niña dorada, todo le salía bien.


No podía decir lo mismo de mí, Rose Godfrey, una ex florista, que fue  obligada a dejar su amada ciudad de Washington para mudarme a Florida, literalmente a la otra parte de la ciudad, para re comenzar mi vida.

Podría seguir hablando de mí, vengo de una vasta familia, toda dedicada al rubro de la abogacía. De hecho mi hermano Damon, era uno de los mejores en su ciudad. Nada parecido a su hermana menor, lo que me convertía en la oveja negra de la familia al no cumplir con sus expectativas, ni seguir con su linaje por así llamarlo. Pero oigan, ¿acaso no tienen una de esas todas las buenas familias? 

Sin dudas había sacado esa habilidad de mi madre. Ella me había enfundado el amor por las flores y todo lo que ellas podían darnos con solo estar colocadas en nuestro jardín o reposando en nuestro escritorio en un hermoso jarrón. Mi abuela, Lydia, era otra persona quien se había batido a muerte con mi padre y Damon, para hacerles entender que esta era mi vocación y debían respetarlo, pero no lo logró y como consuelo me había dejado su bien más preciado. Su apartamento en Florida.

Enfocándonos en el presente  y sin dejar divagar  mis ideas, volvamos a lo que nos concierne y es mi odio hacia los cambios, ser la nueva y en especial a esta ciudad.


Había visitado este lugar varias veces, y para ser honesta no era un lugar que despertara en mi cierta devoción. Pero la vida me había puesto jaque al obligarme cerrar mi oficina luego de que mi abuela muriera.


Según su testamento, me dejaba su departamento en el soleado estado, mientras que a Verónica su colección de tapados y zapatos de marca.


No  me habría quejado si las cosas hubiesen sido distintas, creo que me habría visto totalmente fabulosa caminando por las calles de Washington con un hermoso Louis Vouitton, enfundada en un tapado color caramelo.


— ¿Estás segura de que quieres hacer esto?


Allison me miró perpleja aun por la noticia mientras metíamos mis pocas pertenencias en cajas.


—No tengo alternativa, las cosas en el negocio no marchan bien, sobre todo desde que pusieron aquella florería mayorista enfrente de la mía. Y por más que mi amor hacia las flores sea enorme, no puedo comer con eso o pagar la renta  y ya sabes…


— El propietario ha aumentado el triple la cuota. Pero sabes que aun podrías venirte a vivir conmigo, estoy segura de que a Jason no le molestaría.


La miré un momento. Ali sería capaz de cederme  su lugar en la cama y hacerme dormir con su esposo, poniendo en alto su luna de miel, con tal de que no me fuese a vivir a la otra punta del país.


—Es una oferta realmente generosa, pero debo hacer esto. No soportaría sentirme como un extraño en tu casa, además ustedes recién se casan y deben disfrutar de su nido de amor, lo último que quieres es tener a una tercera persona dando vueltas por allí mientras hacen cosas de parejas…


—Pero… Podría presentarte a alguien.


—Créeme, no soportaría esa clase de cosas, de citas dobles y menos arregladas. Ya estoy demasiado grande para eso. No es mi estilo.


Entrecerró al escuchar aquello.


—No es eso… Sabes cuál es la razón por la cual no quieres eso. Y déjame decirte una cosa.


—No quiero oírla— respondí sabiendo perfectamente hacia donde iba nuestra conversación.


—Debes superar a Matthew, de una buena vez por todas.


Sip, aquí íbamos de vuelta.


—Lo digo en serio Rose, ustedes si tuvieron algo, pero no fue sano. Te utilizó, y ni siquiera tuvo el valor de pedirte que fueras  su novia.


Matthew Nittens, era hace unos 6 años atrás, la persona que juraba era el amor de mi vida. Habíamos tenido lo “nuestro”, a pesar de que jamás le pusimos un título oficial, porque según él, se sentía presionado si lo hacíamos. Y tenía miedo de arruinar la relación. 


Resulta que lo que yo creía que era temor al compromiso, era tan solo una excusa para andar  conmigo y otras 2 chicas más. A mis espaldas.


—Prometo que lo haré—le aseguré no muy segura de esto.


—Debes hacerlo, ya ha pasado mucho tiempo, has tenido 6 años para hacerlo, es tiempo de que des vuelta la página o incluso mejor, de que quemes el libro. Y que mejor manera que con una cena organizada por mí.

—Se perfectamente cuáles son tus gustos. De hecho tengo a alguien en mente—sugirió con una sonrisa pícara.


—Ali, agradezco tu preocupación por mí y tus miles de intentos por hacer que me quede contigo, pero necesito hacer esto, fuera de ti, no tengo nada que me ate aquí y quiero cumplir con la última voluntad de mi abuela.


—Pero, te extrañaré— hizo un mohín.


—Y yo a ti—dije mientras veía el reloj— Debo terminar de empacar para partir. Debo estar en el aeropuerto a las 9 y estas preciosuras deben estar en el camión de la mudanza en una hora.


— ¿Me prometes que llamarás al llegar al aeropuerto, antes de que el avión parta y cuando llegues? Y llamarás al menos dos veces al día.


Una sonrisa apareció en mi rostro ante su insistencia.


—Por supuesto, si no le molesta a Jason que ocupes gran parte del día en mí y no en él.


—Estoy segura de que no lo hará—dijo parándose del piso— ¿Qué te parecen unos tragos antes de partir?—preguntó esperanzada.


—Me parece una buena idea.


Luego de 4 copas de margaritas y muchos pañuelos usados tras llorar al recordar nuestras anécdotas y pensar en todo lo que ya no haríamos al mudarme lejos, estaba recorriendo por última vez las calles que me habían visto pasar durante años.




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