—Asesínalo.
—No quiero, me importan muy poco tus ordenes papá. No haré esto de nuevo. —se fue por la puerta con dos maletas que no había visto antes.
No se despidió de mí, no lo hizo.
—¿Papi?—sus ojos grises se clavaron en mi—¿Dónde va Mahia?¿Se va de viaje?
Su mirada jamás demostró nada, no necesito ser alguien mayor para darme cuenta de ello. Cada vez que Mahia lo desilusiona o no hace lo que él dice se enfada mucho con ella. Yo aún soy pequeña, tengo nueve años. Mamá murió en un accidente, eso me dijeron cuando fuimos a enterrar el cuerpo, papá me dijo que todo estaría bien.
—Ella se fue. —dice tomando su celular e ignorando mi presencia.
Y me fui tal como Mahia lo hizo, pero yo me fui a mi habitación que está en la parte de arriba de la casa, allí tengo muchas cosas muy bonitas como osos de felpa y cajas musicales que Mahia me regaló en cada uno de mis cumpleaños y los cuales guardo con mucho cariño.
Tengo nueve pero no soy estúpida, mi mente es más razonable que la de cualquier adulto, “Una genio” como dicen todos.
De nuevo sola, supongo que debo acostumbrarme a ello porque así son todos los días en esta casa. Mamá no está y Mahia se fue, el único que me queda es papá y no me presta atención. Lo único que sabe hacer es ignorarme.
Me senté en la cama—¿Tienes hambre señor papa?—moví la cabeza del oso y reí—. ¿Quieres galletas de chocolate señor papa?—asintió sin necesidad de que lo moviese y eso me hizo reír mucho—. Yo sabía que hablabas, pero no te preocupes. No le diré nada a mi papá.
Lo sujeté en mi vestido y sentí un leve comezón donde tengo ese dibujo que me hicieron cuando mamá estaba viva, me dolió mucho pero me gustó. Es un bello sol, uno que tiene el numero tres al lado que también me gusta mucho. Todos en la familia lo tienen aunque ninguno es tan bonito como el mío, ellos solo tienen números, pero todos se la hicieron de grandes y yo también quería, así que mamá lo hizo para mí.
—Vamos señor papa.
La cama era algo alta pero siempre pude llegar con facilidad, solo tengo que pensarlo y listo. Papá no quiere que coma muchas galletas de chocolate porque me hacen mal, pero son deliciosas y es mejor si él no se entera de nada. Nadie se atreve a delatarme, ni siquiera Anthon, es uno de los hermanos de mi padre y que vive aquí también, son dos tíos los que viven con nosotros y también están mis primos que son mayores pero son buenos. El tío Anthon está casado con Margey y su hija es Alayna que tiene doce años y es mayor que yo, luego está el tío Logan que está casado con Olivia y tienen a los gemelos Louis y Clark, tienen once años y son muy buenos conmigo. También está mi prima adoptiva Ana, ella tiene dieciséis años y ya es mayor, los tíos Logan y Olivia la adoptaron cuando ella tenía tres años, me gusta mucho escuchar su historia.
El recipiente esta en un lugar alto, en la cuarta puerta a dos estantes de mi altura, lo que me resulta imposible tomarlo sin hacer ruido. Me concentró y las puertas se abren con cuidado, el recipiente rojo cae lentamente a mis manos y lo único que hago es quitar la tapa para dejarlo de nuevo en su lugar.
—Una es para ti y la otra para mi, ¿No te gusta? Bueno. Entonces esa es para mí también. —me giro en dirección a mi habitación nuevamente cuando la enorme puerta de la biblioteca se abre y aparece el tío Logan con una mueca de enojo en el rostro.
Cuando nota que estoy parada en la sala mirándolo confundida me da una de sus sonrisas dulces y agradables, me gustaría que papá sea como él. Quizá un poco más tierno y considerado, no sé, como los tíos lo son con mis primos.
—Hola princesa, ¿Qué haces aquí?—le enseño la galleta que aún no me comí—¿Cómo llegaste a las galletas, princesa? Estan muy altas para ti.
Maldición. Me van a descubrir si no digo una buena mentira ahora. Soy lista y algo se me va a ocurrir.
—Estaban en la mesada y las tomé. ¿Esta mal?
—No princesa, ve tranquila y que no te vea tu papi ¿Ok?
Sonreí satisfecha de su respuesta, es demasiado comprensivo cuando quiere, aunque también es un asesino sin escrupulos ni sentimientos. Eso decía Mahia y no le gustaba lo que mi papá y él hacian en el bosque, no tengo permitido entrar o acercarme allí pero siempre me llama la atención el lugar.
—Gracias tío.
Corrí escaleras arriba y me fui directo a mi habitación a jugar con el señor papa, es muy divertido al igual que los demás.
(Ocho años después...)
Me centré en mi objetivo, tomé aire y olvidé absolutamente todo a mi alrededor. Sabía que todos me estaban observando y realmente no me importaba demasiado.
Soy Madison Merkonn, soy la mejor.
Dejé libre mis dedos y la flecha salió lanzada hacia el pequeño objeto blanco a una distancia bastante considerable pero no imposible. La flecha quedó en el blanco, allí donde la quería. Festejos y felicitaciones me agobiaron de inmediato, el único que se mantenía serio era mi papá, él único que quería que viniese a abrazarme y decirme que lo he hecho genial. Pero se quedó allí bajo el árbol y con su típica mirada de desilusión.
—¡Bien hecho princesa!—me abrazó el tío
—Gracias.
—¿Qué pasa?—mira donde yo estoy viendo—Oh, ya veo. Tranquila, él esta orgulloso de ti y no sabe cómo demostrarlo, lo conocemos y no es alguien que sabe demostrar nada. ¿Si? Cambia esa cara o me enojaré contigo.
Conozco a mi papá, sé que no es alguien a quien le nazca absolutamente nada de sentimientos. Desde que mamá murió no ha vuelto a sonreir en su vida, excepto cuando asesiné a mi primer victima, ese día el sonrió y yo me sentí como la mierda.
—Lo sé. Solo me gustaría que me dijese que…—dejé el arco a mi costado y negué—, nada. Olvídalo. Me iré a la cocina, quiero una galleta.