Todo lo que nunca dije

El orgullo inexistente

Dormir ha sido una de las pocas cosas que me ayudan a olvidar la mierda de vida que tengo, cada vez que apoyo la cabeza en la almohada me imagino una vida feliz y perfecta, una donde todos me amen por lo que soy y nadie se desilusione de mí. Toda mi vida he querido ser especial, lo soy y eso me aterra, solo tengo que saber que no debo enseñar mis dotes a nadie o seré la excluida y luego la próxima víctima. 


Llegamos súper tarde, es cerca de las 3 de la madrugada y aún no concilio el sueño. Todo lo que viene a mi mente ahora es lo que he hecho en el bosque, me sentí libre y olvidé que tenía prohibido acercarme a ese lugar sola. Las cacerías se hacen allí porque es ahí donde están las presas, pero papá me obligó a prometerle que jamás me alejaría demasiado del grupo para ir sola entre los árboles leñosos y sombríos. He fallado y se molestó conmigo. 


"JAMÁS SERÁS UN ORGULLO PARA MÍ"—Dijo con odio cuando regresé a donde ellos estaban, los tíos me defendieron pero realmente estaba molesto. 


Las lagrimas amenazaban con salir y no las detendría, esta almohada me ha visto llorar desde que tengo nueve años y todos me dijeron adiós, mi mamá, mi hermana, mi papá...si, él aún está conmigo pero no es lo mismo desde que ellas se fueron, lo único que represento en su vida es desgracia. 


—Madd... 


Me levanté y observé la habitación con cuidado, o me he vuelto loca o realmente hay alguien que me llama. Lo malo es que jamás pude ver quién es esa persona que me está llamando con tanta frecuencia. 


—¿Hola?—esperé un poco y volvió a oirse mi nombre—¿Quién diablos eres? 


—Madd...ven... 


La voz provenía de la ventana, lo irónico es que se encuentra cerrado porque hace algo de frio afuera. No entiendo cómo es que se logra oír tan bien desde aquí, estamos en la parte superior de la casa y realmente me parece tonto que alguien estuviese gritando mi nombre allí abajo sin despertar a toda mi familia. 


Tomé impulso y me levanté de la cama, sentía que debía encontrar a esa voz que me decía que vaya. Quiero y necesito saber de dónde proviene es maldita voz para que me deje en paz. Caminé hasta la ventana, la abrí con cuidado y observé la tierra del patio, nada de nada, quizá me he vuelto demasiado loca. 


—Madd...vamos...ven... 


Miré delante, allí donde las copas de los árboles se mecen en con el viento y su notable oscuridad lo transforman en una película de terror, siempre he querido ir pero no puedo, no debo ir. 


—¿Por qué sigo oyéndote? No lo entiendo, solo quiero que te detengas y me dejes ser feliz. Nada más.  


Presioné mis oídos con mis manos pero aún seguía oyendo mi nombre en el viento, ¿Quiere que vaya? Bien. Entonces iré y dejará de molestarme.  


Mi habitación es la única de este lado de la casa, los demás no han querido ocupar la habitación de Mahia y de mi madre desde que ellas ya no están, papá incluso se cambió de cuarto cuando nos dieron la noticia. La única tarada que quedó mirando el bosque y junto a las habitaciones vacías, soy yo. Lo cual fue bueno porque nadie puede notar que estoy yendo al único lugar al que me han prohibido ir sola, siempre rompiendo las reglas, nada cambiará. La altura es considerable, si caigo desde aquí muero de seguro. La única alternativa que me queda es la escalera de madera que tengo en la habitación, creo que la he dejado sobre el mueble de la ropa, no recuerdo. Alex me la regaló para que pueda huir a algunas fiestas clandestinas con él, fue de gran ayuda su regalo, siempre la uso cuando necesito salir del encierro. 


La encontré en el lugar que esperaba, la armé bien y la colgué con cuidado, no vaya a ser cosa que me caiga como la idiota que soy y muera en el intento de huir. Eso seria patético, no me lo perdonaría ni aún estando muerta. 


—Madd… 


—Ya te oí, espera un poco. —susurré como si alguien estuviese ahí. 


Cuando pisé la hierva fresca y húmeda pensé en que quizá era una trampa y que posiblemente alguien querría vengar a su familia o algo se eso, pero no, resulta ser que mi cuerpo caminaba hacia el bosque involuntariamente. No niego que mi intención era ir allí pero realmente es algo abrumador no poder tener los pensamientos claros para no morir o algo. Quiero ser cuidadosa. Nada más. 


Arboles, muchos arboles.  


—Claro, es un bosque. —me respondí—. Que idiota puedo llegar a ser. 


Seguí caminando como si supiese a donde voy con exactitud, nada más oigo esa voz extraña que me ínsita a seguir a dónde ella quiere. No sé a dónde voy y mucho menos dónde estoy, solo sé que si muero a nadie le importará demasiado, no perderé mucho. 


—Madd… 


—¡Deja de decir mi nombre! Me aburres. —bufé  


Los pájaros nocturnos salieron volando al oírme gruñendo en la soledad del bosque, los vi saliendo y no me inmute en lo absoluto, el miedo no ha sido un enemigo en mi vida y jamás lo será, tengo miedo a algunas cosas pero estas idioteces me dan risa. De pronto sentí unas ramas crujiendo, como cuando alguien las pisa por error en las películas, no tengo nada con lo que protegerme y eso es mi culpa por ser tan idiota. Olvidé mi arco en la cama y ahora estoy indefensa. Genial. 


Continué caminando, todo lo que me guiaba era esa voz. ¿Y si es una trampa?. Muy tarde para pensar en ello, ya estoy aquí ¿No? 


Todo quedó en silencio cuando llegué al final del sendero, no me había dado cuenta que caminaba por uno hasta que volví a la realidad, estaba en una especie de enorme circulo con rocas enormes que lo delimitaban. Realmente me siento en una película de terror. Nomas falta que aparezca un Jack el destripador y estamos listos para el desmadre. Todo lo que veo son rocas mohosas, aunque hay un extraño zumbido en el lugar, como si fuesen millones de ¿Moscas? Que raro, no hay nada muerto o putrefacto aquí. 



#33893 en Novela romántica

En el texto hay: romance, amistad, oscuros

Editado: 06.07.2020

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