Querido Ethan; A veces no decir nada también duele y duele más cuando esperas, cuando el silencio pesa más que mil palabras y su ausencia ocupa todo el cuarto.
Hoy no preguntaste por mí, pero yo te busqué en cada hora, en cada excusa, en cada pestaña que no se cerró.
Meramente sentí antes el regocijo de tu mensaje, mensaje que solo vive en una obsoleta memoria, que de ti salió un día, y no volvió a tocar mi nombre.
Tu voz se ha dormido en las esquinas del tiempo, y yo, aún despierta la sigo llamando entre letras que ya no responden y miradas que no se cruzan.
No entiendo a qué se debe mi conmoción, si es lo justo para esta alma firmemente falsa, que no sabe más que pedir y a la hora del té se cansa y se va.
¿Acaso merezco una respuesta, si fui yo quien cerró la puerta antes de tiempo? Pero ay, cómo duele mirar atrás y encontrarte aún de pie esperándome en silencio.
Y ahora que ya no estás, me habitas más que nunca. Vives en los espacios entre palabra y palabra, en el "hola" que no llega, en la pregunta que ya no haces.
He aprendido a leer tus ausencias como antes leía tus gestos, y me descubro queriéndote con más ternura que entonces, cuando aún te tenía cerca.