Todo Por Fingir

Un corazón en emergencia

El reloj de pared marcaba las 8:15 p.m., pero en la sala de urgencias del Hospital General, el tiempo era una ilusión. Los monitores pitaban sin tregua, y el aire estaba cargado con la mezcla de desinfectante y tensión.

Emily Harriet llevaba catorce horas en turno. Su bata blanca estaba manchada con rastros de una emergencia previa, su cabello comenzaba a soltarse de la coleta, y una taza de café frío descansaba olvidada en un rincón del escritorio. Pero nada de eso importaba. Había vidas que salvar.

—Doctora Harriet, tenemos un paciente masculino de 55 años con dolor torácico y antecedentes de hipertensión —informó Daniela, una de las residentes.

Emily se ajustó el estetoscopio al cuello y se dirigió al cubículo dos.

—Prepárenlo para un electrocardiograma y administren nitroglicerina sublingual. ¿Está consciente?

—Sí, pero dice que el dolor irradia hacia el brazo izquierdo —añadió Daniela mientras caminaban juntas.

En cuestión de minutos, Emily evaluó al paciente, revisó los resultados del ECG y coordinó con el cardiólogo de guardia. Su eficiencia no dejaba margen para errores ni para distracciones.

Cuando finalmente estabilizaron al hombre, Emily dejó escapar un suspiro de alivio. Pero justo cuando pensaba que tendría un minuto para respirar, el intercomunicador anunció:

—Doctora Harriet, se le solicita en la oficina del director.

Emily sintió cómo el cansancio la golpeaba de golpe. ¿Ahora qué? Se lavó las manos rápidamente, recogió su libreta y caminó hacia la oficina en el segundo piso.

La conversación que lo cambia todo

La oficina del director del hospital era impecable. Las paredes estaban adornadas con certificados y fotografías enmarcadas de él estrechando manos con figuras importantes de la comunidad médica. Valeria se sentó frente a su escritorio, donde él revisaba algunos papeles.

—Doctora Harriet, primero que nada, quiero felicitarla —comenzó el director, sin levantar la vista.

Emily arqueó una ceja, confundida.

—¿Felicitarme?

El director dejó los papeles a un lado y finalmente la miró.

—La he nominado para el programa de especialización en Boston. Es un honor reservado para los mejores, y usted ha demostrado ser una de nuestras médicas más brillantes.

El corazón de Emily dio un salto. Ese programa era legendario, la oportunidad de su vida.

—No sé qué decir... Gracias. Es un sueño hecho realidad.

El director asintió, pero su expresión se endureció ligeramente.

—Sin embargo, hay algo que quiero que tenga en cuenta.

Emily se inclinó hacia adelante, con las manos entrelazadas.

—¿Algo en mi desempeño?

—No, no es su desempeño. Es su... imagen personal.

Ella frunció el ceño, sin entender.

—¿Mi imagen personal?

—El comité evaluador en Boston tiene ciertos criterios adicionales. Están buscando candidatos que proyecten estabilidad y equilibrio en sus vidas personales. Valoran tanto la excelencia profesional como la madurez emocional.

Emily sintió cómo el entusiasmo se desvanecía, reemplazado por una mezcla de incredulidad y frustración.

—¿Está diciendo que mi vida personal es relevante para mi capacidad como doctora?

—No exactamente. Pero en un mundo competitivo como este, cualquier detalle puede marcar la diferencia.

Las palabras resonaron en su cabeza mientras salía de la oficina. "Equilibrio personal." La frase le sonaba absurda. Su vida giraba en torno a su carrera, y eso era todo lo que necesitaba... ¿o no?

Una llamada salvadora

De camino a casa, Emily sacó su celular y marcó rápidamente el número de su mejor amiga, Sofía.

—¿Qué pasó ahora? ¿Otro paciente vomitó sobre ti? —preguntó Sofía con tono divertido.

—No. Peor. Me dijeron que, para ser aceptada en el programa de Boston, necesito demostrar que tengo una vida personal estable.

Sofía soltó una carcajada.

—¿"Vida personal estable"? ¿Eso qué significa? ¿Que no trabajas hasta desmayarte?

—No, Sofía. Creo que están insinuando que debería tener una relación seria. Como si eso tuviera algo que ver con mi capacidad para ser doctora.

—¡Claro! Porque operar un corazón es más fácil si tienes un novio perfecto a tu lado —dijo Sofía con sarcasmo.

Valeria suspiró.

—Es ridículo, pero no quiero que algo tan tonto arruine mi oportunidad.

Hubo un breve silencio antes de que Sofía hablara.

—Entonces, dales lo que quieren. Finge.

—¿Fingir? —repitió Emily, incrédula.

—Sí, ¿por qué no? Consigue un "novio temporal", alguien que te ayude a proyectar esa imagen de estabilidad que tanto les gusta.

Valeria negó con la cabeza, aunque Sofía no podía verla.

—Eso es una locura. No soy ese tipo de persona.

—Emy, piensa en esto como una cirugía complicada. A veces, necesitas tomar medidas poco ortodoxas para lograr el objetivo.

Aunque Emily intentóignorar la sugerencia, las palabras de Sofía seguían rondando en su mentemientras llegaba a su diminuto departamento




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.