Todo Por Fingir

Torpezas del destino

Lucas estaba tirado en el sofá de cuero negro de su oficina, tamborileando los dedos sobre su teléfono. Había pasado exactamente dos días desde que le envió el mensaje a Emily: "Me gusta jugar polo". Sencillo, directo, casi deportivo, pensó en su momento. Pero Emily lo había dejado en visto.

"Debe estar ocupada," se repitió por enésima vez. Ella era doctora, desbordada salvando vidas y todo eso. Sin embargo, la duda lo carcomía como una termita en un mueble antiguo. Finalmente, con un suspiro teatral, agarró el teléfono y llamó a su mejor amigo, Mateo.

Mateo respondió al tercer tono, con su voz animada como siempre:

—¡Mateo! Necesito tu consejo.

—¿Otro problema existencial? No puedo creer que te hayas quedado sin champán otra vez.

—No es eso. Es sobre Emily. No me contestó el mensaje.

Hubo una pausa. Mateo estaba disfrutando demasiado esto.

—¿Qué mensaje le mandaste?—preguntó, conteniendo la risa.

—Le dije que me gusta jugar polo.

Mateo soltó una carcajada tan fuerte que Lucas tuvo que apartar el teléfono de su oreja.

—¿Te das cuenta de que eso suena como algo que diría un abuelo en una reunión de bridge?

—No te burles,—protestó Lucas, frunciendo el ceño.

—Lucas, amigo, de verdad te quiero, pero ese mensaje... no sé si querías impresionarla o invitarla a jugar croquet. Mira, mejor busca a alguien más. Hay muchas chicas en esa aplicación.

—Lo dices como si fuera tan fácil.

—Es fácil. Solo deja de hablar como un abuelo.

Y con eso, Mateo colgó, dejando a Lucas con el teléfono en la mano y una mueca de frustración. "Hablar como un abuelo", repitió en su cabeza con desdén. Él no hablaba como un abuelo, hablaba como un caballero. Eso, al menos, era lo que se decía.

Cuando llegó a casa esa noche, lo último que esperaba era encontrar a su abuela, Gloria, sentada en el salón con una taza de té y una mirada inquisitiva. La luz tenue de la lámpara le daba un aire casi sobrenatural, como si fuera un oráculo griego.

—Lucas, ¿Cuándo vas a sentar cabeza y encontrar a alguien?—le dijo, apuntándolo con una cucharilla de plata como si estuviera emitiendo un decreto real.

Lucas soltó un suspiro, quitándose la chaqueta y dejándola caer sobre el respaldo del sofá.

—Estoy en ello, abuela,—respondía, sorprendiéndola.

—¿Tú? ¿De verdad? Bueno, espero que no lo hagas con esas mañas tuyas. Ya sabes, tu tendencia a ser... tú.

—Tranquila, Gloria. Lo tengo bajo control.

Gloria entornó los ojos, evaluándolo como si estuviera analizando si creerle o no. Finalmente, encogió los hombros y volvió a su té. Lucas subió a su habitación, dispuesto a demostrarle al mundo (y a su abuela) que podía lograrlo. Abrió la aplicación de citas y comenzó a hacer scroll. En cuestión de minutos, tenía varios matches nuevos.

—A ver qué tenemos aquí...—murmuró, abriendo la primera conversación.

“Hola, bombón. ¿Cómo te gusta desayunar en la cama?”

Lucas levantó una ceja. Directa, pensó. Abrió el siguiente mensaje.

“Si quieres, podríamos saltarnos la cena y pasar directamente a los postres... en mi habitación ”

Esto ya era demasiado. Pasó al siguiente.

“Hola”

“¿Cuál es tu color de ropa interior favorito?”

” El mío es el rojo .Podemos comprobarlo esta noche.”

Lucas cerró la aplicación de golpe. ¿Qué clase de jungla era esta? En todos sus años de coquetear con mujeres, nunca se había sentido tan incómodo.

Para despejarse, bajó a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Al mirar por la ventana, vio el enorme jardín que había heredado junto con la casa. Su abuela solía decir que ese jardín era el lugar perfecto para una boda, un recordatorio sutil (o no tanto) de sus expectativas.

"Esto es ridículo", pensó, apoyando las manos en la encimera. Pero no podía evitar preguntarse si el problema era él. Tal vez había algo en su forma de abordar las cosas que simplemente no conectaba con la gente.

Tomo su teléfono y volvió a llamar a Mateo.

—Mateo, esto es un desastre.

—¿Qué ahora? ¿Demasiado polo para ellas?

—No. Es que ninguna me inspira confianza para mi plan. Son... demasiado.

—Entonces, ¿por qué no intentas escribirle de nuevo a Emily?

—¿Estás loco? Yo no le ruego a nadie.

—Bueno, entonces olvídate del plan de tener una novia falsa y prepárate para las cenas familiares eternas con Gloria preguntándote qué estás haciendo con tu vida.

Lucas se dejó caer de espaldas en la cama, mirando al techo. Se sentía atrapado entre un mundo digital lleno de chicas demasiado directas y su abuela, que no iba a soltarlo hasta que tuviera un anillo en el dedo (o en el de alguien más, al menos).

—Eres un gran amigo, Mateo.

—Siempre a tus órdenes, abuelo.

Lucas colgó con una sonrisa torcida. Si iba a salvar este desastre, tenía que idear algo brillante... y rápido. Mientras se quedaba mirando el techo, comenzó a preguntarse si, tal vez, sí debía escribirle a Emily de nuevo. Pero primero necesitaba encontrar las palabras correctas—y asegurarse de que no sonaran como algo que un abuelo diría en una fiesta de té.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.