Todo Por Fingir

Encuentros inesperados

Emily sintió el estruendo del despertador antes de que sus ojos siquiera pudieran ajustarse a la oscuridad de su habitación. Era un nuevo día, y las guardias no esperaban. Con un suspiro, se levantó y comenzó a prepararse para su turno. Sofia, su mejor amiga y compañera de trabajo, ya estaba afuera en su coche esperándola, cafés en mano.

—Lista para otra aventura en el hospital?— dijo Sofia, entregándole un vaso humeante.

—Lista para sobrevivir— contestó Emily entre un bostezo y una sonrisa.

Al llegar al hospital, urgencias estaba inusualmente tranquilo. Los pacientes estables, algunos casos menores de esguinces y gripes que no representaban un verdadero reto. Era una de esas mañanas raras donde los doctores y enfermeros podían respirar con algo de calma. Emily incluso había comenzado a pensar que podría ponerse al día con papeleo cuando una llamada por el altavoz la sacó de sus pensamientos.

—Paciente en camino: Isabel Ferrer, 72 años, desmayo con golpe en la cabeza.

Emily y Sofia se miraron. Tranquilo mientras dura, pensaron ambas al unísono.

La ambulancia llegó rápido, y con ella una mujer mayor de cabello gris recogido elegantemente, pese a la situación. Isabel Ferrer tenía una expresión de confusión mezclada con exasperación. Emily tomó el mando del caso, realizando preguntas rápidas y claras mientras examinaba la herida en la cabeza de Isabel.

—Señora Ferrer, ¿recuerda lo que estaba haciendo antes de desmayarse?—

—Claro que sí, doctora. Estaba discutiendo con mi nieto. Ese muchacho me va a matar un día de un coraje— dijo, agitando la mano con dramatismo.

Emily intercambió una mirada con Sofia, ambas ocultando sonrisas. Isabel fue sometida a estudios de rutina: tomografías, exámenes de sangre y monitoreo constante. Todo apuntaba a que el desmayo había sido el resultado de un esfuerzo excesivo y nada más. Una noche de observación en el hospital sería suficiente.

Al día siguiente, Emily entró en la habitación de Isabel para revisar sus signos vitales y darle noticias sobre su alta. Pero al cruzar la puerta, el aire pareció detenerse. Ahí, sentado en el sofá junto a la cama, estaba Lucas Ferrer.

Lucas Ferrer, el hombre con el que había intercambiado mensajes por una aplicación de citas hace dos días. El mismo hombre que había enviado un mensaje simpático sobre polo y que Emily había dejado en visto cuando las guardias de sus compañeros comenzaron a acumularse. Sintiendo el calor subirle al rostro, Emily intentó disimular su incomodidad.

—Buenos días— dijo con su tono más profesional. —Señora Ferrer, tengo buenas noticias. Todo indica que su desmayo fue causado por un esfuerzo. Podrá irse a casa mañana.

—¿Un esfuerzo? ¿No será más bien porque mi nieto me hace enojar?— dijo Isabel, cruzando los brazos con una expresión casi traviesa.

Emily no pudo evitar una sonrisa.

—Bueno, el estrés podría ser un factor. Pero con reposo estará mejor.— Comenzó a revisar sus signos vitales, consciente de que Lucas no había pronunciado una palabra. Cuando alzó la vista, lo encontró observándola fijamente. Su presencia la hacía sentir vulnerable, pero mantuvo la compostura.

De repente, Lucas se levantó y se posicionó frente a la cama.

—Mañana mandaré a alguien por ti, abuela— dijo con tono firme.

Isabel agitó la mano, ignorando su comentario.

—Deberías encontrar una buena mujer que te controle. Como la doctora Emily, por ejemplo. ¡Hacen buena pareja!—

El silencio que siguió fue tan cómodo como una camisa de lana en pleno verano. Emily soltó una risa nerviosa.

—Bueno, volveré más tarde para revisarla. Que descansen.—

Cuando finalmente tuvo su descanso, Emily se dirigió a la cafetería. Apenas había tomado su primer sorbo de café cuando una voz masculina la interrumpió.

—Doctora Emily, ¿puedo unirme?— Era Lucas.

Ella levantó la vista, sorprendida.

—Claro, aunque no me llamo doctora Emily. Puedes llamarme Emily. A secas.

Lucas sonrió, sentándose frente a ella.

—Primero, quiero disculparme si el comentario de mi abuela sobre el polo te incomodó. No fue mi intención.—

Emily se relajó un poco, dejando el café en la mesa.

—No te preocupes, no me incomodó. Y siento haber dejado el mensaje en visto. Estas últimas semanas he estado tomando guardias extras de mis compañeros. Necesito dinero extra, y bueno... el trabajo no espera.

Lucas asintió lentamente, jugando con la taza de café que había comprado antes de acercarse.

—Entiendo eso. De hecho, me sorprendió cuando dejaste de responder. Las primeras conversaciones fueron bastante interesantes— dijo con una sonrisa tentativa.

Emily levantó una ceja, con un tono burlón.

—¿Interesantes? ¿Te refieres a hablar sobre polo? Eso no es precisamente una conversación profunda.

—Es más de lo que consigo usualmente. Créeme, después de un rato en esa aplicación, hablar de deportes ya parece poesía— respondió Lucas con una carcajada.

Emily no pudo evitar reír también, relajándose un poco más.

—Bueno, supongo que hablar contigo fue un cambio agradable. Pero, como te dije, el trabajo a veces consume todo mi tiempo.

—Lo entiendo. Mi abuela probablemente diría que también estoy casado con el trabajo. Aunque para ser justos, no soy el mejor equilibrando mi tiempo— admitió Lucas, mirándola con curiosidad. —¿Y tú? ¿Cómo logras desconectarte?

Emily tomó un sorbo de su café antes de responder.

—No lo hago. Entre las guardias y cubrir turnos extras, apenas tengo tiempo para dormir. Mi gran desconexión es cuando logro ver una serie de televisión por más de diez minutos antes de quedarme dormida.

—Parece un reto. ¿Alguna vez piensas en tomarte un descanso?— preguntó él, genuinamente interesado.

Emily se encogió de hombros.

—No está en mi lista de prioridades. Ahora mismo, necesito estabilidad económica. Las vacaciones pueden esperar.

Lucas asintió, su mirada se suavizó un poco, como si algo encajara en su mente.




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