Todavía se encontraba en estado de shock por lo que había visto en el momento en el que abrió la puerta, pero no podía hacer nada. Simplemente, no podía revivirlos.
Así que, sin quitar su rostro inexpresivo, le hizo caso a la sugerencia de la mujer de elegante vestido negro y zapatos de taco alto rojos. Tomó varias camisas, pantalones y abrigos de diferentes colores, las dejó sobre su cama y comenzó a doblarlos para dejarlo dentro de la maleta.
–Goméz…
Esa voz tan calmada y acogedora apareció nuevamente, lo que ocasionó que Zaida presionara con fuerza la ropa que estaba arreglando. La misma señora con vestido negro y zapatos de taco alto rojos se asomo en la puerta de la habitación, dispuesta a conversar con Zaida por los hechos ocurridos anteriormente.
Zaida no dijo nada, pero su tristeza fue aumentando lentamente cuando sintió la cercanía de la mujer por el sonido de los tacones golpeando el suelo con firmeza.
–Entiendo que seas tan ordenada –tomó la mano de Zaida con suavidad, deteniendo toda acción de la chica–. Siéntate, yo terminare de ordenar
Sin más, la chica se sienta sobre su cama, viendo atentamente como aquella mujer vestida de forma tan elegante comenzaba a doblar su ropa con delicadeza y la guardaba dentro de la maleta.
Pero de manera inconsciente dirigió su mirada a un punta de la pared que estaba frente a ella, sin poder sacarse el estado de su sobrina de la cabeza. ¿Cómo está ella? ¿Murió? ¿Sobrevivió? ¿La lastimaron?
Al no sentir la atenta mirada de Zaida sobre ella, la mujer levanta la cabeza. Y al ver que Zaida tenía su mirada fija en la pared, soltó un gran suspiro.
–Eda se encuentra bien, un poco asustada, pero en buen estado. No deja de preguntar por ti desde que le dijimos que se quedara contigo –explicó mientras soltaba algunas risas–. La revisaron con mucha cautela. Me aseguraron que no tiene ningún rastro de una herida grave… Puedes estar tranquila
Debía estar tranquila. Solo por ella…
La mujer dejó de lado la ropa, se sentó al lado de Zaida y tomó sus manos con suavidad.
–Mi nombre es Anna, tengo treinta y seis años y soy dueña del orfanato más grande de la ciudad, así qué te contaré lo que pasará… –intentó transmitirle tranquilidad con la firmeza de su agarre– Cuando estés lista, nos vamos a subir al mismo auto que me trajo hasta acá, irás a comer algo junto a tú sobrina y un hombre que los cuidara. Después, el mismo hombre las llevará hasta el orfanato, y estando allá, yo te daré a conocer toda la información que tenga a mis manos. ¿Entendido?
Zaida suelta un gran suspiro cansada y presiona con fuerza las sábanas de su cama. Aunque no estaba de acuerdo con lo que iba a pasar desde ahora en adelante, en ese momento no sé le ocurrió nada para contradecir lo que había dicho Anna.
No tuvo otra opción más que aceptar.
–Quiero que nos llevemos bien, Zaida. Nos veremos todos los días… No quiero que me odies
–Yo… –ni siquiera sabía que decir al respecto, por lo que solo se levantó para evadir la situación– Iré a ver a Eda
Y sin más, salió de la habitación y bajó por las escaleras con lentitud, y cuando estaba por llegar al primer piso, se dio cuenta de las penetrantes miradas de los médicos y policías que se encontraban conversando entre ellos por todo lo que había pasado en su casa.
Zaida intentó ignorar las miradas de todos los presentes y salió con rapidez de la casa. Soltó un gran suspiro de alivio cuando vio a Eda en los brazos de un oficial que la estaba esperando cerca de una ambulancia.
–Señorita –se acercó a Zaida con una ligera sonrisa–. Mis condolencias…
No dijo nada ante la frase del oficial, solo tomo a la niña y comenzó a acercarse al vehículo en el que había llegado la mujer de vestido negro.
–Oh, señorita Zaida. Feliz cumpleaños
La felicito el hombre que estaba esperando a que ambas mujeres llegaran. Por lo que a Zaida no sé le ocurrió otra cosa más que asentir.
–¿Tiene frío? Puede entrar al vehículo, adentro está más caluroso
–Muchas gracias…
Ya dentro del vehículo, Zaida se quitó su abrigo y arropo a Eda, acariciando su cabeza mientras la acostaba sobre sus piernas.
–¿Y mamá? Él hombre me dijo que iba a estar unos días afuera. ¿Tú me vas a cuidar? –pregunto entusiasmada
Aquella pregunta ocasionó que Zaida recordara todo lo que había visto.
Cada centímetro de las paredes estaba cubierto de una escalofriante tinta roja, como si un mar de sangre hubiera inundado todo el lugar. Lo que ocasionó que el corazón de Zaida latiera con rapidez en cuestión de segundos, y su mente luchó por asimilar lo que sus ojos veían.
Todos sus familiares yacían en el suelo, completamente inmóviles, todos rodeados por charcos de sangre que se extendían por el suelo. Su madre, su padres, sus abuelos, sus tíos, primos… Todos estaban allí, sus cuerpos inertes, reflejando una tragedia incomprensible.
Lo que ocasionó que sus ojos comenzaran a lagrimear. Pero se limpió las lágrimas disimuladamente después de bostezar.
–Si, yo te cuidare. Así que te tendrás que comportar bien, ¿si?
Eda asiente con la cabeza para después cerrar los ojos y arroparse más con el abrigo de Zaida.
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Después de comer junto a Eda, sin dejar de sentir en ningún momento la atenta mirada del hombre, se subieron nuevamente al auto y el mismo hombre comenzó a conducir a un lugar completamente desconocido para las dos.
En cuestión de minutos, en un camino de tierra, se podía divisar una imponente reja de color negro, perfectamente pintada que se extendía a lo largo del perímetro de un majestuoso edificio, alcanzando una altura de más de cinco metros.