Todo por una Venganza

13 | El comienzo

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Después de terminar una agotadora clase de matemáticas, Zaida caminaba en silencio hacia la biblioteca del orfanato. Era su refugio, el único lugar donde podía desconectarse del bullicio del resto de las personas y encontrar algo de paz.

Desde que había llegado allí, ese espacio, aunque era algo pequeño y descuidado, se había convertido en su santuario. No era una biblioteca impresionante ni moderna, pero contenía suficientes libros para entretenerla o ayudarla a estudiar las materias que le costaban más.

Y en ese momento, matemáticas estaba en la cima de esa lista.

Con el cuaderno apretado contra su pecho, Zaida repasaba mentalmente los problemas que no había logrado resolver o comprender en clase. Suspiró al recordar su intento fallido de pedirle ayuda a una de sus compañeras más destacadas del salón. Aunque aquella chica sacaba las mejores notas, su forma de explicar era tan confusa y fría que Zaida había optado por buscar sus propias soluciones.

Y en ese momento, su única idea fue recurrir a los libros de la biblioteca.

Empujó la puerta de madera con suavidad, intentando no hacer demasiado ruido. En cuanto cruzó el umbral, el familiar olor a papel envejecido, madera húmeda, y un sutil aroma a comida la envolvió como un viejo abrazo. Se dirigió directamente al primer pasillo, con el único objetivo de darse la vuelta de inmediato, ocasionando que se encontrara de frente con alguien.

–Uy… –su sorpresa se reflejó claramente en su rostro–. Hola… ¿Q-qué haces aquí? Qué sorpresa

Frente a ella estaba Mía, quien la miraba con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

–Lo mismo me pregunto –respondió Zaida, cruzándose de brazos y arqueando una ceja–. Nunca vienes aquí… O al menos, nunca te he visto.

Pudo notar al instante el sutil tono burlón en su voz, como si ya supiera la respuesta.

–Oh, sí… –titubeó unos segundos, buscando una excusa creíble–. Solo vine a… Leer. Ya sabes, para tener un poco más de cultura. Filosofía… ¡Filósofos! Personas importantes del país. Lo que pide la profe

–¿Entonces por qué me seguías? –soltó Zaida.

Mia parpadeó, tratando de mantener la compostura. No esperaba que Zaida fuera tan directa, y menos que la hubiera notado teniendo en cuenta que cuidaba mucho la lejanía y el ruido que hacía al seguirla.

–¿Yo? ¿Seguirte a ti? ¿Por qué te seguiría? –preguntó, intentando sonar natural, aunque el leve temblor en su voz la delató.

–Eso mismo me pregunto desde que te rechace –respondió Zaida con un tono que mezclaba picardía y amargura, como si quisiera hacerla enojar.

Mía apretó los labios. Era evidente que Zaida no iba a dejar pasar el tema.

Durante todas esas semanas, Zaida había notado cómo Mía la observaba de reojo en el comedor, cómo encontraba pretextos para cruzarse con ella en los pasillos. Incluso ahora, en la biblioteca. Era claro que la estaba siguiendo, aunque no quisiera admitirlo.

Mía chasqueó la lengua con molestia, tratando de aparentar indiferencia, pero su lenguaje corporal la traicionaba. Estaba nerviosa e inquieta.

–No sé de qué hablas –replicó, encogiéndose de hombros, aunque la tensión en su voz era evidente.

Zaida sonrió con ironía, pero decidió no presionar más. Si Mía no quería admitirlo, no era su problema.

Sin decir nada más, Mía se alejó hacia la estantería más cercana y comenzó a sacar libros al azar, fingiendo que los hojeaba. Era un espectáculo que Zaida no pudo evitar encontrar algo gracioso.

–Esa es la sección de matemáticos importantes –comentó Zaida en un tono casual, sin mirarla–. Los filósofos están más al fondo.

Mía se detuvo, con las mejillas levemente ruborizadas. Murmuró algo inaudible antes de volver a colocar los libros en su lugar y caminar más al fondo del pasillo, claramente frustrada. Zaida se encogió de hombros y decidió ignorarla. Tenía cosas más importantes en las que pensar.

Se dirigió al área que estaba buscando, tomó un par de libros y se sentó en la mesa más cercana. Abrió uno de ellos y comenzó a leer, subrayando algunas líneas con un lápiz mientras anotaba ideas en su cuaderno. El tiempo parecía detenerse mientras Zaida se sumergía en su tarea. El sonido de las páginas pasando, el suave rasgueo del lápiz sobre el papel… Era como si estuviera en su propio mundo.

Sin embargo, poco a poco comenzó a notar algo extraño. Una sensación incómoda, como si alguien la estuviera observando. Al principio intentó ignorarlo, pensando que era solo su imaginación. Pero la sensación se hizo más intensa.

˗ˏˋ ♡ ˎˊ˗

Se supone que debería estar leyendo el libro que había dejado abierto sobre la mesa. Las palabras impresas estaban frente a mí, pero no lograban conectar con mi mente. Mis ojos, una y otra vez, desviaban toda su atención hacia ella. Era como si algo más fuerte que mi voluntad me obligará a observarla.

Zaida estaba sentada a unos pocos metros, escribiendo con una fluidez que parecía natural para ella. Su lápiz se movía con agilidad sobre las hojas de su cuaderno, dejando líneas perfectas, mientras sus ojos seguían escaneando las páginas del libro frente a ella.

Todo lo hacía con una concentración tan profunda que parecía completamente ajena al ruidoso grupo de chicas que charlaban y reían a un par de mesas de distancia. Su silencio, su enfoque y esa manera tan natural de perderse en su mundo…

Todo eso me tenía completamente hipnotizada.

Me apoyé sobre mi mano, intentando disimular, aunque sabía que no estaba haciendo un buen trabajo. Mi mirada seguía pegada a ella, incapaz de apartarse.



#2204 en Fantasía

En el texto hay: demonios, amor, poderes

Editado: 11.01.2025

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