La amistad, una de las pocas cosas que valen la pena en la vida cuando es sincera y verdadera. Conocer aquella persona que te entienda, se preocupe y te cubra cuando estés a punto de hacer algo que te podría ocasionar un castigo hasta el fin de tus días, es algo mágico. Poder desahogarte sin pena o vergüenza, desplomarte y llorar tanto como desees sin sentirte débil.
Mónica era una de esas amistades, había estado junto a mi desde muy niñas, a pesar de mi pésimo comportamiento y de nuestras peleas constantes, nunca se alejo de mi. Estuvo en mis mejores momentos y también cuando sentía que caía al suelo y cada hueso de mi cuerpo se desprendía de mi anotomía.
-Hola. -Dije apenada mientras miraba la puerta abrirse frente a mi y sus ojos me examinaban minuciosamente.
-Hola. -Respondió abriendo la puerta por completo.
-¿Quieres? -Pregunte mostrando una cajetilla de cigarros, frunció su entrecejo, salió de la casa cerrando la puerta tras ella y camino sin previo aviso hacia la acera.
Me tomo unos segundos seguirle el paso, la fría noche erizaba mi piel, sentía el frígido viento acariciar ligeramente mi rostro a pesar de llevar la capucha de mi abrigo cubriendo mi semblante. Abrí la cajetilla y tome un cigarro, colocándolo en mi boca, busque en los bolsillos de mi pantalón mi encendedor. Prendí el pie del cigarro y deje que el humo invadiera mis pulmones en la primera calada, sostuve unos segundos y solté observando como se desvanecía frente a mi.
Fumar era un mal habito que tome gracias a mi padre, era un fumador severo, siempre tenia una cigarrera llena, y un día me atreví a tomar algunos de su cajetilla, recuerdo que la primera vez tosí sin parar, hasta que tome el ritmo. Tuve serios problemas cuando noto que faltaban cigarros, pero no me importo.
Nunca me sentí tan bien, me arrepiento de haber obligado a Moni a que lo hiciera también, ya que desde ese día lo hacíamos de vez en cuando, y mas de una vez nos disculpábamos con un cigarrillo y una platica sin mucho sentido.
Nos detuvimos en el pequeño parque cerca de su casa, sentándonos en los colombios observando a la nada. La mire estirando mi mano ofreciéndole del pitillo, lo sostuvo, enrollándolo con sus dedos medio y índice, llevándolo hasta su boca y inhalando de el, mientras su mirada se perdía.
-Disculpa. -Rompí el silencio que nos invadía desde la caminata.
-¿Por que? -Pregunto dejando salir el humo por sus fosas nasales.
-Pues, si me merecía el castigo. -Conteste mirando al frente sin un punto en especial.
-Claro que lo merecías. -Bromeo devolviéndome el cigarro.
-Ja ja. -Rei sarcástica tomando el rollo casi terminado y dando la ultima calada para luego dejarlo caer a la arena bajo mis pies, pisándolo logrando que este se apagara.
Me sentía relajada, la soledad del parque y la poca luz, acompañada de la única persona que me entendía. Me sostuve de los extremos de hierro que sostenían mi peso, dejándome caer hacia atrás cerrando mis ojos y disfrutando de aquellos pocos minutos de paz..
-Paul Rojas es mi jefe. -Informe sin recuperar mi postura. Mónica no dijo nada, permaneció en un incomodo silencio, abrí mis ojos en espera de su respuesta, y observe como se columpiaba a toda velocidad.
-Acompáñame. -Grito dejando escapar una carcajada, mientras su alborotado cabello oscuro cubría su rostro.
Sonreí agitando mi cabeza, tomando impulso con mis pies y balanceándome para columpiarme junto a ella. Aquella sensación llego a mi, la misma que amaba cuando era niña y por ello este parque era nuestro lugar preferido, no para fumar y hundir nuestros problemas en tabaco, simplemente para disfrutar y reír como las niñas alegres y despreocupadas que algún día fuimos.
Dejaba que el aire moviera mi cabello y este terminara en mi cara y algunas hebras en mi boca por mi incapacidad de cerrarla gracias a las carcajadas incontrolables que se me escapaban.
-Hagámoslo. -Dije mirándola con aquella emoción en sus ojos.
-No, no, no. -Contesto entre risas. -Hace años que no lo hacemos. ¿Y si nos lesionamos? -Continuo cobardemente.
-¡A la cuenta de tres! -Exclame restándole importancia a su comentario.
-¡Uno! -Dije tomando todo el empuje posible, y ella al igual que yo a pesar de su poca confianza.
-¡Dos! -Grite.
-¡Tres! -Culmine, lanzándonos a el mismo tiempo al suelo, con todo el impulso posible.
Las carcajadas se podían escuchar a kilómetros, mi cuerpo dolía por el impacto con el piso, a pesar de no se pavimento, sino arena.
-¡Gane! -Grite observando su cuerpo un poca mas abajo del mío.
-No cuenta si no estaba segura de hacerlo. -Replica entre carcajadas mirándome a los ojos.
-¿Entonces porque te lanzaste? -Pregunto levantando una ceja.
-Bueno, tengo el mal habito de siempre caer en tus peticiones. -Contesta sentándose frente a mi, estirando sus piernas llenas de tierra y acomodando su corta falda.
-Tienes razón. -Digo acomodando mi cuerpo y flexionando mis piernas frente a mi.
-Kiara. -Me detuve mordiendo mi mejilla, tratando de lucir los mas tranquila posible.
-¿Si? -Gire para encontrar a mi madre sentada en el sillón del peligro.
-¿Donde estabas? -Cuestiona cruzando sus manos sobre su pecho.
-En el parque, con Mónica. -Explico.
-Uhmm. -Contesta. -¿Como te fue en tu primer día?
-Bien, debo irme, tengo que ayudar a Susa con su tarea. -Excuse, corriendo lo mas rápido posible a las escaleras, a pesar de haber comido una menta y de que Moni colocara un poco de su colonia al llagar a su casa para neutralizar el olor a tabaco, no podía arriesgarme a que mi madre se acercara.
-Toc Toc. -Dije al unísono del sonido de la puerta abierta al tocar con mi puño.