Torio | Abrazando al Destino

Capítulo 2: Posibilidades

Estaba sentada en el muro de ladrillos que rodeaba la fuente, disfrutaba del sonido que hacia el agua al caer y jugueteaba con mis dedos dentro del pequeño estanque que se formaba al pie de la estructura, había muchas monedas arrojadas ahí, muchos deseos sumergidos en el agua con la esperanza de que se cumplieran. Estando en ese ambiente, mi mente no pudo evitar volver al momento que había colmado mi paciencia:

Era día sábado en el restaurante, hora pico y las mesas estaban llenas, solo podía correr de un lado a otro tomando órdenes y sirviendo platos. El ambiente era agradable, brindaba un aura familiar, pintado en tonos marfil y amarillos; y con mesas elegantes de madera pulida que sostenían un delicado jarrón blanco con una rosa artificial, al final había un mesón donde una fila de personas esperaba cancelar alguna factura y más atrás se veía la entrada a la cocina, esa puerta no paraba de abrirse y cerrarse, sobre todo los fines de semana.

Desde una esquina junto a la oficina, Malen la gerente, supervisaba todos los movimientos de su personal, era una mujer de figura regordeta y tés pálida, vestida como toda una ejecutiva, elegante y bien peinada. Era despreciada por muchos trabajadores en el restaurante, pues, tenía una reputación que dejaba mucho que desear, sus ínfulas de grandeza y actitud despectiva para con las personas a su cargo eran muy conocidas. La única manera de que ella dejara de estar atenta, eran los días que el dueño llegaba y ella se encerraba con él por largos momentos en la oficina.

—Torio, la mesa 4 aun no es atendida. ¿Por qué no has ido? —dijo en el momento que pasé junto a ella con una bandeja repleta de platos sucios.

—Entregaré la orden de la mesa 3 que ya está lista y atenderé la 4.

—Rápido, que el tiempo apremia —exigió dándole golpes a su muñeca donde un reloj de lujo era lucido.

Tomé rápido la bandeja con la orden lista y seguí, de camino, pude notar que una compañera de trabajo que venía de frente me dirigió una mirada odiosa como si tramara algo, de la nada, sentí que algo se atravesó en mi camino haciéndome caer encima de la mesa 4 donde un joven solitario esperaba.

—Vaya que eres estúpida —susurró la mesera que al pasar por mi lado atravesó su pie para que tropezara.

No pude evitar ponerme nerviosa al pensar en las consecuencias de ese incidente. Necesitaba mi trabajo, me había costado mucho conseguirlo y en una ciudad como Setúbal, con demasiadas personas es muy difícil conseguir empleo y más para alguien con 18 años que no tiene experiencia alguna.

Sin prestar atención a nada, me limité a recoger rápidamente todo lo que había tirado.

—Discúlpame por favor, ya recojo todo enseguida —dije avergonzada—. ¿Te ensucié? —pregunté al joven que casi embarré de jugo y pollo frito.

—No, no te preocupes —dijo él regalándome una sonrisa —¿Estás bien? —preguntó mientras se inclinaba para ayudarme a recoger el desastre.

—No te molestes, ya casi recojo todo —expresé ruborizada.

—No, por favor, permíteme —insistió recogiendo algunos vidrios—. Por cierto ¿cómo te llamas? —quiso saber, era un joven de unos 20 años con cabello obscuro y piel bronceada que me miraba con ojos brillantes, su mirada era dulce.

—Torio —murmuré, sentía mis mejillas erizadas y mis manos temblaban un poco.

—¿Te gustaría salir conmigo, Torio? —preguntó con suavidad—. A tomar un café o a comer un helado, vi lo que sucedió hace un momento, lo que hizo tu compañera, un helado te hará olvidar ese incidente —propuso esbozando una sonrisa sutil.

—Dile que sí, niña. Se ve que es un buen muchacho —sugirió una anciana que estaba en la mesa 3 atenta a lo que estaba sucediendo—. Anda no tengas miedo, tengo buen ojo para las personas y el no parece ser un mal chico.

No pude evitar sonreír ante la sugerencia de la anciana —Si, un helado me gustaría —accedí con voz afable, no estaba acostumbrada a salir con nadie, mi vida giraba en torno a mi trabajo y mi casa, pero tampoco podía condenarme a la soledad por cosas que sucedieron hace muchos años. «Ya es hora de superar mis miedos, después de todo solo es un helado», pensé al terminar de recoger todo lo que había caído al piso.

—¿A qué hora sales hoy?

—A las 4:00pm.

—A esa hora estaré aquí puntual, por cierto, mi nombre es Azariel —afirmó el joven con entusiasmo, inesperadamente sus ojos se abrieron como monedas—. Ahí viene tu jefa —murmuró en un disimulo.

—¿Por qué insistes en perder el tiempo? —cuestionó Malen alzando la voz.

—Ya estoy terminando señora, fue un accidente.

—Te pago por trabajar, no para que te regales a los clientes.

—¡Señora! esa no es manera de tratar a las personas, tenga respeto por favor, además, todo fue culpa de esa mujer —replicó Azariel ante la actitud grosera, señalando a la mesera que había ocasionado todo.

—Torio, en lo que termine el turno, te quiero en mi oficina —dijo mientras se alejaba taconeando.

—Sí —Dije avergonzada.

—Te esperaré —susurró el joven retirándose del lugar.

La tarde transcurrió lento, solo veía el reloj y pensaba en las posibles cosas que me iba a decir la bruja de Malen. Por fin el reloj marco el tic tac de las 4:00pm, ya el local estaba cerrado y todos se preparaban para retirarse, excepto yo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.