La semana pasó rápido, ya era sábado por la tarde, mi semana de prueba había acabado.
—¡Mamá! —Grito Any que corría hacia la puerta, la señora Rósela había llegado de trabajar—.
—¿Cómo te portaste hoy? —Preguntó con entusiasmo mientras se dirigía a la cocina—. ¿Dónde está mamá? —Quiso saber mientras dirigía su mirada a la puerta trasera asumiendo que podría estar en el jardín—.
—La señora Marta dijo que se sentía agotada, que tomaría un descanso —Dije con algo de preocupación en mi voz—. Hace un momento subí para verla y estaba durmiendo.
—Entiendo —Rósela rodo una de las sillas del comedor y se sentó —Torio ven, siéntate un momento conmigo por favor —Pidió extendiendo su mano señalando una silla —Una ligera sonrisa deslumbraba en su rostro y sus mejillas estaban ruborizadas, era una mujer de unos 38 años de apariencia curvilínea y rasgos redondeados—.
—Sí, Señora Rósela —Dije sintiendo un pequeño susto en mi corazón, dejé algunos platos que estaba acomodando en el gabinete y me senté junto a ella—.
—Como ya sabes, hoy cumples una semana trabajando aquí —Recalcó mientras me observaba a los ojos, la pequeña Any a un lado estaba atenta a todo lo que decía su mamá—.
Asentí en silencio.
—Haz echo un excelente trabajo y me gustaría que continuaras aquí, con nosotras —Los ojos verdes de la mujer resplandecieron al igual que su sonrisa, «Mamá no se equivocó», pensó al recordar su conversación del sábado pasado:
—Es una joven adorable y esa mujer la despidió —Expresó Marta que, en compañía de su hija tomaban una taza de té en la sala de la casa y Any jugueteaba con el vuelo de su vestido mientras giraba de un lado a otro—.
—Si mamá, dale una oportunidad, ella me agrada —Dijo la niña con ojos inocentes—.
—¡Mamá, no la conocemos! ¿Cómo voy a meter a una desconocida en la casa, sin referencia alguna? —Refutó Rósela dándole un sorbo al té —No estoy segura de que sea una buena idea, mamá—.
—Hija, tú me conoces y sabes como soy, si esa chica tuviera alguna mala intención lo hubiera notado —Refunfuño Marta agitando una mano—. Su mirada es triste —Suspiró—. Hubieras visto el brillo que emitió al momento de darle la noticia.
—No debiste darle esperanzas.
—Mamá, es verdad lo que dice mi abuela, dale una oportunidad —Suplicó Any tomando la mano de su madre—.
—Sigo sin estar segura —Resopló—. Mañana la recibiré, pero no les doy seguridad de que la contrate, si percibo el más mínimo detalle negativo, no la contrataré —Advirtió poco convencida, aunque algo era cierto, su madre pocas veces se equivocaba cuando juzgaba a alguien—.
No podía contener la emoción, estaba segura de que mi esfuerzo valdría la pena.
—Vez Torio, te lo dije —Dijo Any tomándola del brazo entre risas—.
—Mañana es domingo y podrás descansar —Dijo Rósela con gesto amigable—. Es lo menos que mereces. Haz echo un excelente trabajo—.
—¡Gracias por la oportunidad! —Exprese con entusiasmo mientras le acariciaba el cabello a la pequeña—.
—Esta es la cancelación de tu semana —Dijo Rósela colocando un sobre de papel en la mesa y acercándolo a mí—. ¡Gracias a ti, por tu buen trabajo!
No podía explicar lo que sentía, parte de mi niñez la viví en medio de reproches y comentarios que decían “Eres una inservible”, hasta que cumplí 11 años, todo cambio para mí, la felicidad solo me duro 6 años y desde entonces no había vuelto a saber lo que se sentía que validaran tu esfuerzo, además del cariño que me transmitían estas personas que de cierta manera seguían siendo desconocidas, pero a la vez las sentía tan cercanas.
—Son las 3:00 de la tarde ¿Qué les parece si vamos a comer algún postre, para celebrar que Torio seguirá con nosotros? —Expresó Rósela—. Prepárense niñas, vamos a salir un rato, no te preocupes Torio, yo invito. Voy a ver a mamá para decirle —Dijo con alegría mientras se dirigía a las escaleras—.
—Vamos, vamos —Dijo Any entre risas y halándome del brazo—. Quiero ponerme mi vestido rosa.
—Está bien, está bien, pero tranquila—Dije siguiéndola. Esa tarde prometía ser maravillosa—.
El día estaba transcurriendo tranquilo, el cielo estaba radiante y el mundo seguía su curso…
—Necesito pensar bien las cosas —Susurró Noret en la cocina mientras jugueteaba con una manzana que rodaba en el mesón—. ¿Cómo acercarme a ella, cómo? Ella es diferente, lo pude notar en su voz y en sus ojos.
Recordaba los momentos en los que había hablado con tantas mujeres que eran encargos VIP, algunas veces las llegaba a escuchar en medio de conversaciones con amigas, quejándose de que “Los hombres solo quieren sexo”, era gracioso cuando al acercarse y empezar a conversar, ellas mismas sacaran a colación ese tema, algunas de manera sutil y otras eran muy directas, pero el deseo que él generaba en ellas, con su mirada, su sonrisa, su voz y su forma de ser tan elegante, era indiscutible. Quizás él mismo provocaba todo apropósito, pero de igual forma ese era su trabajo, seducir, manipular, envolver a las presas para que no escaparan. Siempre bajo una identidad falsa y cargos falsos: en ocasiones era gerente, en otras era socio de alguna empresa y en otras simplemente era un joven aspirante con deseos de crecer, todo dependía de la persona delante de él, solo bastaba escucharlas hablar para inventarse todo un personaje.