«Hoy es mi cita con Azariel» Pensé, apenas eran las 8:00 de la mañana y ya mi cabeza era un campo de batalla, mis inseguridades versus las ganas de abrazar al destino sin perturbaciones.
—¿Recordará nuestro encuentro? —Susurré insegura, después de todo, había pasado una semana completa desde que nos vimos y no tenía forma de confirmar que él llegaría a la cita. Pasados los minutos, preparé un delicioso desayuno y me arreglé para ese momento. El reloj marcaba las 9:50am y yo estaba junto a la ventana viendo el parque, la ansiedad estaba tomando el control de mi cuerpo, y mis ojos nerviosos veían a todas las personas que se acercaban a la plaza. Ya eran las 10:10am y ya no podía más, estaba resignada. De pronto, a la distancia lo vi, si había asistido.
Me paré deprisa y observe mi reflejo, mi cabello estaba sostenido de medio lado con un broche en forma de mariposa, un broche muy especial que me traería suerte, las palabras: “¿Sabías que las mariposas representan transformación?” vinieron a mi mente, eso me dijo la persona que me había regalado el accesorio hace unos cuantos años.
Salí de mi lugar seguro para vivir una experiencia nueva y diferente, me sentía optimista, nada podía ser peor para mí en este. Crucé el vestíbulo del viejo edificio y al salir sentí el agradable olor de los tulipanes, con pasos decididos continué para encontrarme con el joven que no quiso aceptar mi helado de disculpa.
—Hola, Azariel —Dije sonriendo a un paso del chico que estaba sentado en una banquilla debajo de la sombra de un árbol—. ¿Cómo estás?
—¡Torio! —expresó con una sonrisa resplandeciente y una mirada vivaz—. Pensé que se te había olvidado nuestro encuentro —Dijo colocándose de pie, su estatura superaba la mía por poco—.
—Para nada —Afirme acariciando mi cabello mientras sentía mi corazón latir—. ¿Cómo crees que olvidaría que te debo un helado?
—No, yo te debo uno a ti —No desviaba su mirada de la mía—.
—¿Te gusta el café? —Quise saber—.
—Si…
—Aceptare tu helado, si tu aceptas un café de mi parte ¿Qué opinas?
—Es un buen trato —Dijo dejando salir una risilla nerviosa—. Vamos a sentarnos, este parque nunca me había parecido tan agradable —Expreso haciendo un gesto con sus manos para que me sentara a su lado—.
—Esta plaza me reconforta, sobre todo la fuente, escucha su sonido —Dije observando el agua deslizarse por las rocas—.
—Tienes razón —Asintió Azariel observando la estructura central de la plaza—. Hace mucho que no me sentaba en este lugar, quizás un año —suspiró—.
—¿Siempre has vivido en Setúbal? —pregunte curiosa—.
—No, viví en Évora hasta que empecé mis estudios universitarios —Dijo mientras me observaba detenidamente—. Ya tengo casi dos años y medio aquí, vivo con la hermana de mi madre.
—¿Évora? —musité—. ¿Qué carrera estudias? Imagino que pronto te graduaras —Dije evitando el tema de esa ciudad—.
—Sí, ya falta poco para graduarme, estoy en la carrera de arquitectura ¿tu estudias?
—No, bueno antes lo hacía, hace ya más de un año que no estudio, por un problema tuve que dejarlos y empezar a trabajar.
—Oh vaya, que mal escuchar eso —Dijo Azariel con voz pesarosa—.
—No importa, en este momento conseguí un trabajo que me gusta y me siento bien —Aseguré con entusiasmo—.
—Eso es perfecto, la vida tiene el color que uno le quiere dar, si tú te sientes bien ¿Qué importa lo demás? —Afirmó dibujando una silueta con sus labios—. ¿Te parece bien si vamos por esos helados? Me apetece uno de chocolate.
—Yo quiero uno de maní y galleta.
—Lo que la dama pida, esa será una orden —Dijo colocándose de pie haciendo una ligera reverencia—. Vamos dulce dama por esos helados —Extendió su mano para que la tomara—.
No pude decir nada. Su trato era muy agradable y solo me limite a tomar su mano, era suave y más grande que la mía, otra vez los nervios se hicieron presente y sentí como las mejillas se me erizaban. Con sutileza solté su mano y continué caminando, aunque fue muy dulce, aun no me sentía cómoda con el contacto físico de un hombre.
Azariel caminaba con paso ligero «Como ha cambiado» pensaba al ver a la joven junto a él, una chica muy hermosa le regalaba su tiempo y compañía.
A la distancia dos ojos perturbadores se clavaban en Torio y su acompañante —Hoy está hermosísima —susurró Andreí que estaba de guardia, sentado en un vehículo con los vidrios ahumados en su totalidad—. ¿Quién será ese desgraciado que está con ella? —Quiso saber mientras tomaba una foto de ambos, su respiración se agitaba y en su pantalón la emoción crecía al ver caminar a su presa—. Tienes que ser mía —Repetía una y otra vez con una ansiedad incontrolable, sus manos no se detenían, tenía que calmar la agitación que esa mujer generaba en él —Pronto serás mía —Resopló mientras su rostro y cuerpo se inundaban en sudor, esbozo un suspiró—. Averiguare quien eres niñito, te paseas con mi chica de un lado a otro ¿Cómo te atreves? —Expreso con determinación mientras encendía el auto y los seguía de cerca—.
Había una heladería adyacente, conocida por vender el mejor helado de la zona, al entrar vimos el lugar abarrotado de tonos rosas y purpuras pálidos, había familias y una que otra pareja disfrutando de un helado refrescante.