Torio | Abrazando al Destino

Capítulo 13: Rompiendo el pasado

Me desperté con los ánimos acrecentados, por algún motivo la imagen de mi vecino discurría por mi mente, su silueta imponente, sus facciones filosas y su voz estruendosa pero suave, además de esa mirada que sé, he visto en algún lado. No podía olvidar las palabras que me dijo: “Tengo derecho a ponerle nombre a mi felicidad”.

—Seguramente les dice lo mismo a todas, es un “Don juan” estoy segura —resoplé sentándome de golpe en la cama—. ¡Ya está bien! Será mejor no pensar más en eso. —Encorvé mis hombros y empecé a prepararme para el trabajo.

Otro día se hacía presente y la semana era joven, pero no me molestaba, disfrutar de cada día era lo mejor hasta ahora.

En el momento que me disponía a salir, algo llamó mi atención, al pie de la puerta había una rosa roja abrazada por una hoja de papel doblada a la mitad, observé los alrededores y no había nadie, al tomarla, aprecié una nota breve que ponía: “Que tengas un bonito día”. No pude evitar sonrojarme y por supuesto dirigir mis ojos hacia la puerta vecina, había sido él. Entré y coloqué la rosa en agua, y la nota la guardé junto a la foto de Alicia, en mi libro favorito.

De camino a la calle Formosa, observaba los autos de diversos colores discurriendo por las largas avenidas, personas caminando con paso apresurado porque seguramente ya era tarde para llegar a sus trabajos, observaba mis pies sobre la acera descolorida y el cielo que estaba ausente de nubes.

«Que extraña sensación» pensé al momento de pasar junto a la heladería en la que había compartido con Azariel hace unos días y al recordar la nota con la rosa carmesí que había descubierto en la puerta de mi hogar.

Después de unos 20 minutos caminando, divisé la casa 20-32 en la esquina de avenida Formosa, ya había pasado más de una semana desde la primera vez que llegué ahí. Al tocar la puerta, escuché los pasos ligeros de la señora Marta.

—Buenos días, Torio —dijo particularmente alegre, su rostro estaba rozagante y sus ojos brillaban con una calidez intensa.

—Buenos días, Señora Marta. —Entré al lugar y observé a Any sentada en uno de los muebles jugueteando con una muñeca nueva—. Hola pequeña, ¿Hoy no me saludas?

—Está un poco molesta porque ayer no la dejamos escuchar nuestra conversación —afirmó la anciana agitando una mano con desinterés—. No le hagas caso, Torio, ya se le pasará —Marta entrelazó su brazo con el mío—. ¡Adivina!

—¿Qué pasa? —pregunté con entusiasmo, la anciana me estaba contagiando de su felicidad.

—Mi hijo, me visitó ayer, era tarde ya rondaban las 10:00pm cuando llegó y se fue esta mañana cuando el sol estaba saliendo —Caminábamos hacia la cocina con lentitud, después de todo, Marta dirigía el ritmo.

—Mi tío me regaló esta muñeca, Torio —dijo Any saltando del mueble y siguiéndonos.

—¡Vaya! Que inesperada sorpresa, tengo entendido que hace mucho no venía. —Nos detuvimos junto al comedor, procuré acomodar una silla para que la anciana se sentara—. La muñeca está hermosa Any, cuando yo tenía tu edad, hice una muñeca de tela, se llamaba margarita.

—¿Por qué Margarita? —preguntó la niña.

—Porque en el patio de mi casa, nació una pequeña planta de Margaritas y como la muñeca era blanca como esas flores, decidí ponerle así.

—Entiendo, entonces la mía se llamará Rosa, por las flores del jardín de la abuela —Any jugueteaba con la muñeca que parecía un bebé real, la tomaba por las manos y giraba en un solo lugar.

—Mi hijo, volverá pronto —expresó Marta tomándome de la mano—. Se acerca el cumpleaños de Any, le dije que viniera.

—¿Por qué no se quedó? —quise saber, después de todo él tenía su habitación intacta en el piso de arriba.

—Él trabaja mucho, me dijo que ya hace un tiempo había llegado a la ciudad, pero que no había tenido tiempo para venir a visitarme —dijo Marta sonriendo—. Lo que me importa es que ya vino a verme y está bien, lo hubieras visto, guapo y galante —afirmó la anciana guiñándome un ojo.

—Lo imagino —dije entre risas nerviosas—. Entonces, se acerca el cumpleaños de Any, ¿Cuándo es?

—El 18 de julio, hay que aprovechar mientras aún está de vacaciones escolares, ¿Tu cuando cumples años, Torio?

—El 11 de Julio, cumplo 19 años.

—¡Niña! —expresó Marta—. Pero si es el sábado.

Asentí mientras empezaba a preparar el desayuno.

—¡Podemos celebrarte tu cumpleaños junto con Any! —dijo observando a su nieta que escuchaba atenta.

—No, es el día de Any, no puedo interrumpirle su momento.

—¡Seria genial celebrarlo juntas! —intervino Any con entusiasmo—. Soplaremos las velas al mismo tiempo.

—¡Vez, la niña no tiene ningún problema!

—Bueno, yo puedo hacer el pastel.

—No Torio, son las festejadas, déjame eso a mí, no te preocupes por nada.

—Por favor, insisto señora Marta, déjeme colaborar con algo, por supuesto ayudaré.

—¡Ay, esta niña! —resopló la anciana—. Está bien, si eso te hace sentir mejor, puedes colaborar con lo que gustes.

Asentí ruborizada.




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