Luna.
Darleen.
Mira mirada está completamente clavada sobre el resplandor de la luna llena. El brillo que desprende y como es que las estrellas la adornan brillando a su alrededor como pequeños astros. Nunca me cansare de decir que la luna en los lugares más abiertos del mundo se puede apreciar muchísimos mejor que en lugares cerrados como en los pueblos de Londres.
—No recuerdo la última vez que viste a un hombre u mujer con los ojos con los que ahora miras a la luna —dijo a forma de susurró lleno de burla Shadow arruinando mi tranquilidad.
—Y, ¿eso te molesta? —le pregunte.
Realmente él tenía que venir y arruinar todo. Nunca terminare de entender como es que Adalyn confía tanto en él sabiendo que no es de fiar. Me hierve la sangre de solo pensar que todo este tiempo él nunca dejara de ser un maldito traidor que cuando tú le tiendes la mano el te clava una estaca por la espalda, porque es lo que él hace, siempre traiciona a quien más compasión le tiene.
—Tú tiempo esta contado —vuelve a decir.
—Lo tengo claro, pero que quieres que te diga, ¿eh?
—Mátalo si no te deja otra opción —sugiere con diversión.
Lo mire de reojo sin despegar mi vista del cielo.
—Matarlo no es la solución a tener que enfrentarme a un destierro al infierno por desobediente —suspiro— aunque eso tú ya lo sabes, ¿no es así?
El silencio que hizo me confirmo mi respuesta.
—Tú pequeña obsesión con la luna no te cansa, ¿eh?
Blaque mis ojos.
—¿Tú obsesión por querer desposar a una mundana no te parece algo repugnante? —se lo regreso con el mismo tono que él utilizo.
—Al menos se que ella no me mataría si le diera la espalda.
No dije nada sobre eso.
Shadow, tiene un trato con mi madre que para mí implica no ponerle un dedo encima, pero eso no significa que no pueda morderlo. Intentar sacarle la información con mis métodos persuasivos y bastante manipuladores. Charlie, siempre dice que la carita linda que tengo nunca será una gran aportación al reino si sigo impartiendo miedo a cualquier sitio en el que pongo un pie. No tengo un resto lindo, tengo una cicatriz que básicamente que deja claro que la belleza no es un factor a mi favor, aunque con magia se puede arreglar.
—Hasta un favor y ve a ver que mundana te deja seducirla —sugiero.
—¿Y tú te haces el favor de terminar la misión?
—La terminare cuando yo quiera no cuando tú me digas, Shadow, no soy Amara para que e digas lo que tengo y no que hacer. Podre ser débil en tu presencia solo porque eres quinientos años mayor que yo y solo por eso debería de tenerte respeto, pero sabes bien que el respeto no se da, el respeto se gana y tú solo provocar que te odie más que a mi propia existencia.
Dejo escapar una risita antes de pasar uno de sus brazos por mi cintura atrayendo mi espalda hasta su pecho.
—Sabes que las rosas en mis marcas solo las provocas tú, princesa —susurró a mi oído en un tono ronco.
—Lo sé —miento— pero también se que cada que das un paso hacia Amara las marcas negras de viva te consumen por dentro —finalizo.
Siempre miento. Mentí en el momento en que Abbey me conto sobre sus primeros encuentros en los cuales le dije que no le había prestado atención a nada de lo que ella me dijera porque no me importada en lo más mínimo. Mentí cuando dije que verla salir de su habitación no me había provocado quererle arrancar el corazón a mi propia hermana porque ella solo buscada mi atención y como nunca se la preste se fue a buscar atención en los brazos de un hombre que tarde o temprano la lastimara y yo tendré que asumir el puesto de hermana mayor que nunca me ha quedado bien; talvez si los primeros siglos de nuestra infancia, pero hasta ahí nada más.
Las mentiras son mi método de defensa, pero aquí parados baja la luz de la luna, en medio del bosque silencioso en donde podría enterrarme una daga en el pecho y hacer que nos atreviese a los dos y provocarle el dolor que se merece estoy disfrutando de este momento en donde simplemente puedo ser un momento lo que dicen que soy en realidad, una bestia despiadada sin corazón que jamás debió de nacer porque no soy la salvación como todos creerían que lo sería.
—Dilo —susurró de nuevo pero esta vez en un tono romántico y oscuro al mismo tiempo—. ¡Dilo! ¿Qué esperas?
—Muerte o piérdete —siseo.
Esa respuesta provoca que se aleje de golpe y gruña por mi desprecio.
—Detesto que lo sigas queriendo aferrarte a la idea de que él nunca te lastimo —refuta.
No respondí.
—Darleen, es momento de que abras los ojos y te des cuenta de que lo mataste por alguna razón, o ¿es que ya lo has olvidado?
Intente ignoraras su comentario, pero es muy poco probable que no le pueda responder esa declaración.
Detesto que él siempre lo utilice como un arma en mi contra.
—Lo que paso con Lucían es cosa del pasado, Shadow —le aclaro con dureza en mi tono—. Qué ese engendró del haya sido parte de mi vida no significa que siempre lo mantenga vivo en mis recuerdos, para mí él quedo hecho cenizas y así segura hasta que salga del infierno y eso si lo hace con vida.
—Quisiera creer en tú palabra, pero sabes que es mentira, si lo mandaste haya es porque puedes ir a verlo sin miedo a que te vuelva a lastimar.
—Cállate y lárgate —pedí.
—Los ángeles no atacan a los demonios sin una previa razón —me recuerdo antes de desaparecer.
Algo que Shadow me ha dejado bastante claro que es el tiempo se me está terminando y si para el final de la semana no he conseguido llevarlos a Londres él lo hará y todo lo que conlleva no acatar una orden de la reina me condenará por toda la eternidad. Posiblemente está vez no sea como las demás y toda su risa caiga sobre mis hombros, el no hacer lo que ella diga es como si tuviera que cargar con toda la culpa de mi desobediencia y eso no es algo con lo que quiero cargar más.