¡Ella es un arpía!
Jonathan
—¡Pero no me grites a mí!
—¿Entonces a quien carajo le grito? ¿Eh?
—Pues… pues…
—Sí eso fue lo que creí, Amelia.
Amelia me lanzo una mirada fulminante mientras noto un par de lágrimas comenzar a rodar por sus mejillas. Muy en el fondo me siento culpable por haberla arrastrado a esta situación sin siquiera haberle preguntado si era lo que ella quería o deseaba en realidad, pero tampoco hace nada más que reprocharme lo encaprichado que estoy con quererle encontrar un punto débil a ese fenómeno creado por los astros que solo ha traído tragedia y un gran desbalance natural para los de nuestra raza; aun no comprendo cómo es que no la odian, al contrario, pareciera que ella sigue siendo su salvadora.
—¡Por qué simplemente no te das por vencido con ella y volvemos a casa, amor, no me gusta para nada tenerla cerca, ella… ella es muy poderosa! —brama.
La observe limpiarse sus lágrimas, su pecho sube y baja de una forma desconocida para mí, pero por la des vocación de su corazón puedo deducir que es porque está llorando en silencio, no quiere que la escuche sollozar para después no sentirme culpable por ser el causante de que siempre llore hasta quedarse dormida e incluso muchas de esas veces que discutimos prefiere no verme, no le gusta que la toque cuando pierdo el control y yo tengo miedo a que en un arrebato la termine asesinando y jamás me lo pueda perdonar. Le amo como nunca en mi vida había amado a ninguna otra persona mortal, mi corazón fue suyo desde el momento en que sus ojos se cruzaron con los míos una tarde lluviosa por el centro de Nuevo Orleans, su madre y sus hermanas aún seguían vivas… o al menos medias vivas antes de que Nick terminase con sus vivas en una partida de control. Su dolor me hizo querer tener piedad por ella, porque estaba sola igual que nosotros y Mera se ofreció a darle una buena educación y una mejor vida a la que Amelia no rechazo su propuesta y desde ese entonces hemos compartido muchas cosas como también muchos secretos.
Al principio de nuestra relación nadie estaba de acuerdo ni siquiera mis dos hermanos pequeños ellos hasta la fecha la siguen detestando y no termino de comprender el por qué, Mera, intento explicarme que la unión entre un noble con descendencia vampírica con una bruja nacida era algo poco peculiar y que posiblemente ida contra las leyes de los ancianos pero que aun así mientras nuestra relación no saliera de las paredes del aquelarre todo estaría bien hasta que Darleen tuvo que entrar en nuestras vivas y poner mi vida boca abajo. Todos y cada uno de mis pensamientos corren entorno a ella, en su forma de hablar tan seria y delicadamente que la elegancia corre por sus palabras y no por sus fechorías arrogantes que suele tener, el color azul grisáceo que portan ese par de ojos cargados de oscuridad y maldad. El color rubia platino de su cabello le da un buen contraste con su piel pálida, aunque tiene muchos rastros de mundanidad corriéndole por el rostro, su nariz pequeña y respingada, sus pómulos marcados y sus labios normales, rosados y con la horma perfecta para ocultar sus colmillos detrás de ellos sin que sus labios se ven ligeramente elevados. Simplemente ella es una mezcla de peligro y atracción que te atrae más a ella sin que lo quieras. En su forma de mirar, caminar y hasta de vestir se puede deducir que la guerra camina detrás de ella, que el salvajismo con el que cuenta que es capaz de terminar con una mana en un parpadeo deja mucho de qué hablar sobre su fuerza y si agilidad, pero sobre todo que tan capaz es de arrebatar una vida sin tocarse el corazón que no posee.
Si cierro mis ojos la puedo ver con el ceño fruncido y gruñendo.
Darleen, es capaz de desafiar a un centauro y a miles de elfos nórdicos al igual que oscuros sin duda alguna terminara ganando.
—… y tú solo te la pasas pensando es una vampira que a penas y conoces de nada. ¡No comprendo por qué! ¿A caso es que ella tiene algo que yo no lo tengo?
A penas y soy capaz de prestarle atención a las palabras que salen de la boca de Amelia, perdí el hilo de nuestra conversación cuando comencé a indagar entre mis miles de millones de pensamientos relacionados con Darleen Kane.
—Amelia —intente llamarla para qué se calmará un poco, pero cuando vio entra la figura de Nick puede notar el odio comenzar a correr por sus ojos ternándose dorados no como los de los licántropos, pero si un color bastante similar al de ellos.
Tengo bastante claro que a mis hermanos no les agrada que entre ambos se comienza a dibujar una línea invisible bastante desafiante, se puede sentir la tensión en el aire.
—¡Tú! —sisea mientras lo señala con su dedo índice.
—¿Yo qué, Amelia? —la ínsita.
—¡Tú eres el causante de todos nuestros problemas! —suelta el reclamo.
—¡Por favor, Amelia, hazte un favor y deja tus payasadas para otra persona!
Nicklaus suele ser muy paciente, pero con Amelia, nunca.
—¡Si no fuera por ti, tú hermano y yo ya nos…!
La calle antes de que terminase su frase.
—Sal de la habitación —le pedí de forma amable.
—Pero… ¡ella es una maldita arpía!
—¡Ahora!
El silencio reino por un par de segundos después de gritarle. Amelia se limpió sus últimas lágrimas que rodaban por sus mejillas indignada salió de la habitación dándole un fuerte portazo y después solo quedamos Nick y yo es medio de la habitación con el aire aun impregnado de muchas emociones mundanas pero que bien también sabemos expresar nosotros tres o hasta cuatro veces más que ellos.
Podría decir que el silencio es cómodo pero la verdad hasta yo tengo ganas de arrancarle la cabeza una vez más.
Odio tener que admitir que no soy un buen hermano mayor para él ni para los gemelos, ahora comprendo por qué sus reproches y berrinches de los tres. Esperan más de mí y yo siempre les doy menos de lo que se merecen por prestarle más atención a mi mujer que a mi propia sangre.