Verónica.
Sonreí devolviéndole el gesto a Christopher. De nuevo al igual que anoche llegamos a su casa. Había insistido en que lo mejor era ver una película y descansar. Quería pasar tiempo conmigo. Y yo con él. Conocernos en verdad sin toda la mierda de por medio.
Pero como amigos.
No iba a jugar con él, no con todo lo que tenía encima con lo de Erick. Primero tenía que arreglar mi situación con el padre de mi hijo. Christopher estuvo de acuerdo cuando se lo dije en el auto, pensé que sería incomodo, pero no fue así. Él solo me sonrió, me dijo que quería ser mi amigo y que no pensara mucho las cosas.
—¿Quieres algo, Verónica? —Su voz me atrajo cuando llegamos a la cocina a medida que entrabamos al lugar—. Tengo vino y whisky, aunque no sé si es tu tipo de bebida —soltó con gracia mientras se dirigía a un estante en la esquina.
—Vino estará bien —atiné a decir, mis pies siguiéndolo a través del lugar.
Anoche habíamos ido directo a las habitaciones y no había podido ver esta parte de la casa, pero ahora que tomaba mi tiempo de apreciarla, era ciertamente impresionante. Mi madre se moriría de alegría con una cocina como está.
— ¿Alguna preferencia en lo que veremos hoy? —puso una copa frente a mí mientras llevaba la suya a sus labios.
—¿Una comedia? —sugerí.
— Claro, estoy abierto a cualquier cosa —mencionó, colocando la copa sobre la encimera.
Mis ojos viajaron a la parte tras de él, donde la tenue luz iluminaba el jardín.
—¿Está lleno de flores? —Apunté con el vino en mi mano en esa dirección, sin mirarlo. Mis ojos solo puestos en la cantidad de colores que lo adornaban.
Su sonrisa se ensanchó y asintió mientras me hacia un pequeño gesto con la cabeza invitándome a seguirlo. —Ven conmigo. —su mano tomó la mía guiándome a través de la habitación hasta una puerta al otro lado, apenas si tuve tiempo de poner la copa junto a la suya.
Un gran jardín nos dio la bienvenida haciéndome dar un paso atrás. Cualquier cosa que me hubiese imaginado viendo a través de la ventana, no se comparaba en lo absoluto con esto.
Era hermoso.
No había gran variedad, solo las suficientes para que los colores se hicieran ver y eso lo hacía impresionante, sobre todo, porque las luces alrededor estaban puestas en la posición correcta para hacerlas resaltar todas en la misma magnitud.
— Es hermoso. —mis pies caminaron directo a los tulipanes que tanto amaba mi madre que papá le regalara, recordando a mi hermoso policía y poniendo una sonrisa en mi rostro. Lo extrañaba demasiado. —No te imaginé del tipo emocionado por la jardinería.
—No lo soy realmente. —Sus manos se posaron sobre mis hombros por la parte de atrás. —Las sembró alguien especial para mí y yo solo las mantengo vivas hasta que regrese y no así no me odie —se burló un poco.
—Pues las has conservado de maravilla.
—Ya que somos amigos —inició—. ¿Puedo preguntar por qué él lucía tan destrozado hoy antes del almuerzo?
No tenía que especificarme de quien hablaba, lo sabía.
—¿Ustedes eran amigos? —pregunté, cambiando el tema. Eso lo hizo sonreír.
—Lo éramos, y aunque lo detesto, eso no evita que me preocupe por él.
—Es complicado todo lo que nos rodea —confesé—. Por eso no puedo añadir esa complicación a tu vida —le aclaré—. No es justo para ti.
— Sé que aún lo amas. —me interrumpió con una sonrisa amable. —Sé que tú corazón quería correr y saltar a sus brazos esta noche, y sé que a pesar de que es un imbécil, también es un jodido afortunado por tener tu amor, a pesar de que no sepa qué hacer con él. —sus labios rozaron suavemente los míos apenas ejerciendo presión sobre ellos.
—Christopher... —Intenté apartar sus manos, pero fue él quien dio un paso atrás.
—Lo siento, me dejé llevar. —Me sonrió—. Seremos amigos, Verónica. No voy a ver en esto algo más de lo que no es. —Besó mi frente—. ¿Puedo pedirte algo?
Asentí, esperando a que continuara.
— Un ultimo beso.
Sonreí y ahora fui yo quien me incliné y tomé sus labios en los míos. Al principio dudó, pero luego me tomó de la cintura y se aferró a ella, acercándome para devolverme el beso. Mis pies cedieron cuando intenté inclinarme y al estar tan cerca, cayó conmigo al suelo.
Sus fuertes manos ahuecaron mi rostro acercándome más al suyo cuando recibió la caída por los dos, sin inmutarse en lo absoluto.
Mis manos fueron a su cabello, devolviéndole con igual intensidad el beso por lo que se sintió como una eternidad, mientras sus manos se mantenían en su lugar sin tocar mas allá de la piel desnuda en mi cuello.
— Creo que...debemos parar. —se alejó de mi boca, sus ojos buscando los míos. —No creo que pueda responder por mis actos si continúo con tus labios en los míos y tu cuerpo tan cerca de mí. —debajo de mi podía sentir algo más que el calor que había generado el momento y sonreí consciente de a que se refería. —No soy un santo, Verónica, pero puedo llegar a ser un perfecto caballero si me dejas. —asentí y me separé de él.
Tras de mi escuché la risa de Christopher mientras me seguía de vuelta a la casa pisándome los talones.
♣ ♣ ♣
—¿Estás segura de que no quieres regresar conmigo?
Miré la entrada del hotel con una sonrisa y después pasé mis ojos al hombre acompañándome a ingresar. Luego de ver una película y un buen rato de platica, había convencido a Christopher de que lo mejor era que regresara al hotel. Conversar con él era fácil, mucho más cuando dejamos claro que seríamos amigos.
—Mi vuelo sale temprano. Tengo que terminar de empacar. —Apunté, encogiéndome de hombros. Tenía tantas ganas de ver a mi hijo que bien podría irme hoy mismo.
Jake había tenido sus buenas noches antes de partir a la reunión y anhelaba poder abrazarlo luego de este fin de semana tan largo.
—Nos veremos pronto, Verónica. —Su boca se plantó en mi frente, atrayéndome a su pecho en un firme pero cálido abrazo, para luego, salir de la recepción del hotel, dejándome atrás—. Llama cuando estés de vuelta.
#692 en Novela romántica
#273 en Chick lit
hijos inesperados contrato secretaria, reencuentro rivalidad amor drama amigos, romance odio mentiras
Editado: 24.02.2024