Verónica.
— La jodida apuesta más fácil que he ganado en mi vida.
— Yo pensé que Verónica aguantaría un poco más.
— ¿Que carajos, V?
Mis manos fueron al pecho de Erick, apartándolo de mi cuerpo cuando las voces con diferentes matices llegaron a mis oídos.
Chillé asustada cuando mis ojos se encontraron con las tres personas con los suyos puestos en nosotros. La mirada desaprobatoria en la cara de Sam lo decía todo y sabía lo que había detrás.
Íbamos a tener una larga conversación.
Kyle y Bradley solo sonreían, sus ojos viajando de Erick a mí esperando nuestras reacciones.
—¿Sabes el significado de la palabra privacidad, Kyle? —gruñó el hombre a mi lado.
Di dos pasos a mí derecha intentando poner distancia entre nosotros, ganándome su mirada confundida. Si había una definición de poco nivel de profesionalidad, esto para mí acababa de superar esos límites.
— Están en un jodido espacio libre, amigo. —soltó Bradley, sus ojos azules brillando con diversión. —Tienen suerte de que ya todos estén dentro del avión, sino su rostro mañana aparecería en los principales tabloides. —lo pensó. —Erick Hamilton, el casanova y la agente de relaciones públicas. Sígannos para mas detalles. —se burló.
—Por lo visto no todos —susurré por lo bajo, mordiendo mi labio inferior nerviosa.
Eso había sido una estupidez, lo admitía, pero era una plaza privada, no había cámaras por aquí.
— Vinimos por ustedes, el entrenador los está esperando. —mi amiga se dio media vuelta y caminó hacia el avión.
Si, definitivamente ella estaba molesta.
— Erick, camina. Llevas quince minutos en el baño. Todos se están preguntando si es que te ponen los regaños del entrenador. —Kyle bufó mientras Bradley continuaba. — Y tú, Verónica. Acabas de hacerme perder mil dólares. Me los voy a cobrar.
Confundida, pasé mis ojos por los dos hombres frente a mí.
—¿De qué hablas? —pregunté mirando a Erick quién sólo se encogió de hombros y miró a sus compañeros.
— Todos los del equipo hicimos una pequeña apuesta. — supe por la sonrisa de Kyle que lo que venía no iba a gustarme para nada. —Todos queríamos saber cuánto tiempo tomarían ustedes dos antes de sacar un poquito de frustración pasional. —dijo, completamente divertido al ver como mi rostro se descomponía poco a poco. —Y con ese besito...—Kyle hizo un gesto de "uff" con su boca —que de inocente no tuvo nada déjenme decirles, acabo de ganar todo el dinero yo solito.
— ¿Están locos? —me acerqué a ellos amenazante. —¿El entrenador sabe de esto? ¿Sabes en la cantidad de problemas que nos van a meter si esto se sabe?
La mano de Erick tomó la mía y la apretó. Por alguna razón el gesto no acababa de gustarme, por lo menos no aquí donde cualquiera podía llegar a vernos.
Sí, no pensabas eso hace unos minutos.
Sutilmente la retiré, no sin antes ver el rostro de sorpresa de Bradley, pasando entre ambos.
— No parecías pensar en las consecuencias cuando tú lengua estaba hasta el fondo en su boca, pequeña Verónica. —la mirada amenazante que le lancé fue suficiente para que Bradley cerrara la boca y levantara las manos en señal de rendición.
—Cálmate, Verónica. El entrenador no tiene ni idea. —Se encogió de hombros—. Ahora vamos, tenemos un minuto antes de que alguien más venga por nosotros.
—Querrás decir, el entrenador venga por nosotros —apuntó Bradley—. No entiendo por qué está tan histérico últimamente.
—Denme un minuto. —la voz de Erick sonó más calmada de lo que esperaba después de que lo apartara. Kyle abrió la boca, pero quedó abierta al notar la mano de Erick en el aire—. Sólo uno. Voy justo detrás de ustedes.
Ambos hombres rodaron los ojos, pero siguieron su petición.
—Erick, lo mejor es que...
Su mirada enfurecida me detuvo en seco. Vaya, parece que la calma se fue.
— Esta conversación no ha terminado. —tragué en seco. —Salvada por la campana, Verónica. Me besaste, no yo. Ahora debes asumir las consecuencias. —tomó mi cintura con firmeza, atrayéndome a su pecho. Su olor me embriagó y estaba luchando conmigo misma por mantenerme firme. —Dije que iba a darte tu espacio, intenté hacerlo. Dios sabe que tomó todo de mí no correr hasta tu habitación esta madrugada. —su aliento cálido se acercó a mi oído haciéndome temblar en sus brazos. De no ser porque me mantenía agarrada, mis piernas habrían cedido y mi cuerpo se habría desplomado. —Se acabó el juego. Hiciste tu elección. Y ese beso me acaba de confirmar todo lo que ya sabía y tú no querías decir en voz alta. —tomó mi boca en la suya, alejándose segundos después cuando estaba a punto de ceder. —Hablamos luego de la sesión.
—Erick.
Me regañé internamente cuando lo vi alejarse. Había perdido mi oportunidad. Sabía que no se iba a rendir.
Cuando Erick Hamilton se proponía algo, lo conseguía. Y hoy se habría propuesto encontrar una respuesta. El secreto que durante tanto tiempo había guardado saldría a la luz, y de lo que más miedo tenía era de su reacción.
Solo esperaba tener que cargar yo sola con el peso de esto y que Jake no se viese afectado en lo absoluto.
Tomé mi maleta y caminé al avión, mis pensamientos dejando al hombre que hace segundos me había sostenido, para enfocarse en mi mejor amiga molesta en el avión.
Tendría que hablar con Sam, aunque no me extrañaría que no me dirigiese la palabra en todo el vuelo.
Pero esto no era mi culpa.
La carne es débil. O por lo menos la mía lo era en lo que a ese hombre se refería.
El entrenador estaba gritando a todo el equipo cuando entré, haciéndome encoger ante el tono furioso que lanzaba.
Terry se acercó a mí y tomó la maleta de mi mano. Le sonreí y volví la mirada al grupo de hombres. Ojalá los mantuviera ocupados y cansados. Se lo merecían luego de la patética apuesta que hicieron.
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Editado: 24.02.2024