Verónica.
— ¿Cómo es posible que un hombre como tú que debe tener una buena alimentación solo tenga pastas en la alacena? —dije exasperada luego de revisar cada lugar esperando encontrar algo más que estas cosas.
Erick se encogió de hombros recostándose en el refrigerador.
—Últimamente no he comido en casa. Además, apenas si uso la cocina —comentó como si fuera lo más obvio.
— ¿Dónde comió Jake las últimas veces que estuvo aquí? —puse a calentar agua para cocinar.
Miró a todos lados menos en mi dirección. — Comimos pizza.
Lo miré, incrédula.
—¿Jake ha estado comiendo pizza aquí? —El hombre tuvo la osadía de asentir—. No pueden alimentarse solo de harinas y comida chatarra, Erick. Es un niño, necesita proteínas y esas cosas —dije buscando algo más para echarle a la comida. Tomates tendrían que servir.
¿Por qué incluso los tenía?
— Comimos pizza con carne. Eso cuenta como proteína. — lo señalé con el cuchillo en mi mano haciendo que se burlara y levantara sus manos en señal de rendición. —¿Necesitas que vaya al supermercado? — me giré, mirando por el ventanal que mostraba la ciudad y enarqué una ceja. Estaba lloviendo aún más fuerte.
—Pescarás un resfriado. Esto tendrá que servir.
— Así que te preocupas por mí, Cross. —no tenía que mirarlo para saber qué tipo de sonrisa estaba plasmada en su cara. Era un imbécil arrogante, demasiado pagado de sí mismo.
—Eres el padre de Jake, por supuesto que me preocupo por ti —mascullé cortando el tomate y colocando las pastas a hervir.
— No te preocupas por mí solo por ser el padre de Jake, ¿o sí? —caminó lentamente hacia mí, deteniéndose detrás. Contuve el aliento y dejé de cortar, tener ese utensilio en mis manos no era buena idea teniendo en cuenta que era un manojo de nervios. — Bum bum, Verónica. —se acercó a mí oído y su mano derecha tomó la mía acercándolas a mí corazón. —¿Lo sientes? —dudé un momento antes de asentir.
Por supuesto que lo sentía. Nunca había dejado de hacerlo.
— Siempre ha sido así, Verónica. —bajé la cabeza dejando que sus palabras entraran en mí. Dios, como odiaba no tener resistencia alguna cuando de él se trataba. —No ha existido ninguna otra mujer en el mundo que me haga sentir lo mismo que tú, me dañaste para el resto de la población femenina. —sonreí al escuchar sus palabras. Una lágrima cayendo por mi ojo izquierdo, recordaba demasiado bien cada momento junto a él. —Lo jodí enserio, ¿no? — pensé bien la respuesta antes de negar. Una gran parte de mí quería creer que aún teníamos oportunidad. —Dios, nena, yo...
—¡Papá! —salté alejándome del cuerpo de Erick cuando escuché el grito de Jake acercándose.
—Dime, campeón.
Ambos nos giramos al tiempo que el pequeño cuerpo de Jake metido en la gran camiseta que Erick le había dado, aparecía en la entrada a la cocina.
—¿Están bien?
El hombre a mi lado me miró, asustado. Ambos teníamos claro que lo mejor era tener cuidado, ante todo estaba Jake y si nos veía juntos solo terminaría confundiéndose. Era inteligente, pero si no teníamos cuidado solo le haríamos daño.
—Si, cariño. —Caminé hacia él, poniéndome a su altura—. ¿Qué pasa?
Dudó un par de segundos mirando entre su padre y yo.
Cuando se dio cuenta de que "no pasaba nada" miró a Erick específicamente. —¿Me puedes ayudar a alcanzar el control remoto? Está muy arriba y soy muy pequeño. —me reí cuando lo vi estirarse para demostrar su punto.
—Vamos.
Erick lo tomó entre sus brazos y dándome una última mirada se perdió en el pasillo junto a nuestro hijo.
Me recosté en la puerta del refrigerador sacando el aire que no me había dado cuenta estaba conteniendo. Eso estuvo demasiado cerca. Lo peor era que solo estaba comenzando todo esto, conocía a Erick lo suficiente como para saber qué esa conversación aún no había terminado.
¿Cómo cambió todo tan rápido?
Un día estaba empacando mi vida entera con el propósito de olvidar y al día siguiente estaba en los brazos del hombre al que no dejaba de amar. La vida tuvo una manera jodida de decirme que por mucho que intentes huir, hay algunos demonios que siempre te van a encontrar.
Lo que aún no lograba identificar, era si Erick era el mío.
Aún a pesar de los años me sentía atraída hacia su cuerpo como un imán en una superficie magnética. Nunca podría escapar y tampoco quería. Tuve la oportunidad de hacerlo, pero no la tomé, tampoco me arrepentía por no haberlo hecho. Nadie merecía ser el plato de compensación ni el clavo para sacarlo a él.
Cuando Jake nació, me dije a mi misma que Erick solo fue un amor de juventud. Me mentí durante tantos años que simplemente ahora las palabras se sentían vacías. Papá también me lo recordó hace un par de días cuando por fin me atreví a llamarlo.
—Hay algo que no me has dicho, pequeña —dijo luego de haber cruzado un par de palabras.
Mordí mi labio inferior sin saber cómo decirle la verdad, no que no la supiera a estas alturas teniendo en cuenta las noticias, pero sabía que él quería escucharlo de mí. Me extrañaba que no hubiese tomado el primer vuelo a Boston nada más enterarse, pero probablemente se abstuvo porque esto era algo que debíamos resolver Erick y yo.
Siempre estuvo, pero sabía que sus pensamientos lo martillearon todo este tiempo por mi falta de verdad hacia el padre de mi hijo.
—Erick ya lo sabe, papá. —La línea quedó en silencio por unos minutos luego de ello—. Las cosas no se dieron de la mejor manera.
—Todos sabíamos que reaccionaría mal, es su hijo y se lo ocultaste, cielo. —No endulzó la información, eso fue lo que sucedió y yo lo sabía—. ¿Cómo está todo ahora? ¿Cómo lo tomó Jake? Las noticias y chismes varían.
—Todo está bien —le aseguré—. Erick se está comportando como el mejor padre para él y Jake lo adora.
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Editado: 24.02.2024