Erick.
Si una persona me hubiese dicho hace un par de meses que hoy estaría junto a la mujer que tanto amé hace seis años y que además, estaríamos pasando tiempo con nuestro hijo, me habría reído en la cara de cualquiera.
Llevándome el vaso de jugo a la boca, mis ojos se estancaron en un Jake intentando enseñarle a su madre como jugar con la consola que a regañadientes terminó aceptando que nuestro hijo tuviera. Sabía que se estuvo haciendo la dura con Jake con respecto al tema, pero al igual que yo, tenía una debilidad por esos ojos azules tan inocentes que cada que nos observaban, nos devolvían la vida.
—¡Así no es, mamá! —Verónica se echó a reír, viendo como Jake se colocaba de pie y comenzaba a saltar en el sofá de su cuarto de juegos sin dejar de jugar—. ¡Arriba! ¡No! ¡Abajo! ¡Ahg!
—¡Jake, ya! —se quejó su madre provocando la risa no solo de nuestro hijo, sino también la mía—. ¡No te rías, Erick!
—Verónica, te están masacrando en ese juego —hablé conteniendo la carcajada que amenazaba con salir de mi boca a medida que me acercaba—. No sabes jugar.
—No me ayudes tanto, Hamilton.
Permanecí en silencio al llegar a su lado, sentándome en el brazo del sofá mientras los observaba jugar. Verónica no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, no tenía que ser adivino para saberlo. Ella lo hacía para que Jake estuviera feliz y dejara de insistirle que jugara con él.
—¡Abajo, mamá! ¡Te están persiguiendo!
—¡Tú me estás persiguiendo! —lo reprende. Jake suelta una risita sin soltar el control remoto—. ¡Deja de seguir a tu madre, Jake Hamilton!
Los tres reímos al momento en que la pantalla se tornó negra y luego los resultaros aparecieron, exaltando a mi muy ganador hijo, el cual comenzó a bailar sin importarle que acababa de ganarle a su mamá.
—¡Yo escogeré el postre! —gritó haciendo un extraño baile que terminó en un salto que lo bajó del sofá.
—Por favor no digas...
—¡Helado de pasas! —chilló nuestro hijo mirando a su madre—. ¿Quieres que te ayude en la cocina?
Una mirada llena de ternura inundó el rostro de Verónica antes de que tomara el rostro de Jake y comenzara a repartir besos por todo su rostro. Ella vino a traerlo, pero no llegó a la puerta para marcharse porque no pudo decirle que no cuando le pidió que se quedara.
—¿A comerte la cena mientras la hago? —cuestionó la castaña pasando sus pulgares por las mejillas de Jake—. Tu padre y tú se quedan lejos de mi cocina.
El niño asintió, riendo. Sus ojos se iluminaron al volver su atención al juego y Verónica tomó esa como la señal para ponerse en pie. Dirigiéndose a la cocina, la detuve a medio camino con mi mano rodeando su brazo.
Sus ojos viajaron al lugar donde mi mano la tocaba, pero no hizo mas que mirarme con una pregunta silenciosa reflejándose en sus hermosos ojos color avellana.
—¿Tu cocina? —inquirí a media voz, soltándola.
Me regaló una sonrisa que no pensé posible que dirigiera para mí.
—Al paso que voy, la estoy usando mucho mas que tú, Erick —bromeó—. ¿Quieren algo en especial para cenar?
—No quiero tentar mi suerte —susurré sin atreverme a alejarme.
Asintió, probablemente sintiendo la tensión rodearnos porque por lo visto, ambos nos negábamos a alejarnos del otro. Yo me negaba a apartarme de ella.
Y eso me jodía por dentro.
Mucho mas porque me tocó ver como se subía al taxi un par de horas mas tarde tras darle las buenas noches a nuestro hijo.
♣ ♣ ♣
Verónica.
Abrí la puerta de la entrada, con el IPad de Jake en mi mano derecha lista para decir "te lo dije". Luego de salir de casa de Erick me di cuenta que lo traía conmigo y conociendo a mi hijo, capaz y terminaba pidiéndole a su padre que lo trajera a recogerlo.
Mis palabras quedaron en mi boca a punto de salir cuando mis ojos se encontraron con la mirada marrón de mi mejor amiga en el umbral.
—Apareciste.
Rodó los ojos, pasándome y entrando al departamento.
—Necesitaba tiempo.
—Fue una larga semana —dije, cerrando la puerta y dejando el aparato sobre la repisa junto a la foto de Erick y Jake—. ¿Ya estás lista para hablar?
Se mordió su labio inferior, mientras se sentaba el sofá, atacando las donas que mamá compró en la tienda esta mañana.
Desde que no contestaba mis mensajes ni mis llamadas, estuve preocupada por la mujer frente a mí, por lo que el alivio me inundó nada más fijar mis ojos en ella.
—Las cosas no han ido bien en mi vida personal —masculló mordiendo el glaseado de chocolate y limpiando el exceso de sus labios—. Digamos que el trabajo ha sido un buen escape.
—Y, ¿por eso dijiste que sí a una cita con Cox?
El cabello rubio platino de Sam voló por su rostro mientras se giraba abruptamente en mi dirección, sus ojos cafés asustados por el repentino interrogatorio de mi parte. Así que si era cierto.
Una parte de mí tuvo la esperanza de que lo que Bradley me dijo fuese solo una broma y esta mujer no tuviera una cita pendiente con él. A veces las personas éramos seres realmente crédulos. Quería verla feliz, pero teniendo en cuenta la racha de ambos, mis dudas no tardaban en salir.
—Lo siento por no decirte, y no es una cita, solo es una salida de trabajo.
La servilleta cayó en su regazo dándole un poco de la distracción que necesitaba para pensar la respuesta a mi próxima pregunta.
—¿Qué pasó con Kyle, Sam?
Sus dientes atraparon su labio inferior mientras suspiraba y comenzaba a mover su pie de manera insistente en el aire en señal de nerviosismo.
—No quiero hablar de eso, V.
Tomé esa como mi señal para ocupar el sitio a su lado, mis manos acomodándose entre las suyas haciendo que fijara su atención solo en mí.
— Eres la hermana que nunca tuve, Sam. —bajó la cabeza. —Te amo, es lógico que no quiera verte sufrir, y me duele ver que te estés consumiendo tú sola con lo que sea que lleves dentro. —asintió dando un leve apretón en mis manos. —Tú y yo contra el mundo, ¿recuerdas?
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Editado: 24.02.2024