Touchdown

CAPITULO 29

Erick.

Esperé a que la puerta se abriera luego de varios golpes en ella. Los pasos se escucharon aproximándose y respiré profundamente, llegó la hora. Mi valentía cayó nada más mirar a la mujer de estatura baja recibiéndome del otro lado.

—Erick Hamilton. —recordaba esa mirada más de lo que debería, me seguía poniendo de los nervios incluso con los años, justo como la de su hija.

Anne Cross, ahora Anne Martin estaba clavando sus ojos cafés justo en mi dirección, y yo bien podría estar tres metros bajo tierra debido a ello. Su cuerpo y rostro no envejecieron en los últimos años, lucía tal cual como mis recuerdos la veían: joven, serena, calculadora, y sobre todo, protectora.

—Anne. 

Estaba pisando terreno peligroso aquí, quería ir más allá de su mirada neutral para saber en qué punto me encontraba.

Desde hace cuatro días Verónica no contestaba a mis llamadas, vagamente respondía mis mensajes solo cuando se trataba de Jake y no había ido a trabajar. El entrenador fue claro cuando me dijo que Verónica pidió un par de días, luego me miró y me soltó las mismas palabras que tantas veces habían sido dirigidas en mi dirección, solo que esta vez en realidad si tenía algo que perder.

— No sé qué mierda hiciste, Erick, pero te defendí en esa reunión con Ward porque enserio pensé que lo tuyo y esa mujer iba enserio. Recoge tu mierda y soluciónala. No quiero lo que pasó con ese tipo sucediendo de nuevo. Y trata de no joderlo en el proceso.

Por lo general era culpable de las cosas de las que me acusaban, lo sabía. Era arrogante, libertino e imbécil en muchas ocasiones. Y dada mi naturaleza, lo más probable es que cada cosa era cierta. Pero esta vez, no tenía ni puta idea.

Cuando marqué la primera vez y saltó al buzón no vi nada raro, pero luego de la décima me preocupé y decidí llamar a Sam. En efecto me mandó a la mierda de esa particular forma que solo ella sabe. Lo que no tenía claro era el porqué.

Y ahora, viendo a esta mujer de la edad de mi madre escanearme con esa mirada conocedora y abrumadora supe con certeza que Verónica definitivamente estaba huyendo de mi otra vez.

—Jake no está. —Tres palabras y solo algo cierto tras ellas.

Lárgate.

Anne siempre fue buena siendo sutil al momento de decirme las cosas, simplemente pensé que tardaría un par de minutos más antes de hacerlo esta vez.

—Lo sé. 

Yo mismo lo llevé a su práctica de lacrosse luego de recogerlo en la escuela y ella lo sabía, lo que solo me ponía aún más alerta en lo que respectaba a esta mujer. Un día nos llevamos bien, era bienvenido en su casa, pero por lo visto ahora no.

Eso fue antes de que abandonaras a su hija estando embarazada, imbécil.

—Quiero ver a Verónica. 

Quise tragarme las palabras una vez las dije. Este no era el momento y como la mierda esta no era la persona adecuada para andarme con exigencias. Tan fría como era cuando se lo proponía, Anne podría hacerte temblar solo con una mirada. Lo había hecho cuando era un crío apenas aprendiendo lo que era la vida y estaba demasiado seguro que lo haría de nuevo. 

—¿Puedo? —Mi mirada vagó dentro de la casa pudiendo observar más allá de la mujer frente a mí apenas un poco por la puerta entreabierta.

Si tenía algún deseo de entrar, hoy no sería.

—Sigues siendo el mismo niño grosero de antes, Erick Hamilton. —me sorprendió el atisbo de humor que sentí en su tono al dirigirse a mí. Pero bueno, tal vez me lo estaba imaginando, porque aun así no se movió para darme el paso. —Verónica no está.

Bufé.

Entornó sus ojos hacia mí. 

—Anne, dejémonos de jueguitos adolescentes, por favor. Me urge hablar con ella. 

La mujer se burló de mí y sacudió la cabeza mirándome como hace unos años por primera vez en todo el tiempo que llevaba aquí de pie.

— Erick, no me estoy volviendo más joven y tú tampoco. A estas alturas ya deberías saber que, si Verónica no quiere que la encuentren, no lo harán. 

Soltó un suspiro y luego dio un paso en mi dirección teniendo que levantar la cabeza para poder mirarme a los ojos.

Aun así, se sentía como si estuvieran dándome el regaño de mi vida.

— Tal vez tienes suerte de que mi hija no me dijera que sucedió, porque me temo que en estos momentos estaría utilizando la violencia sobre ti. — gracias a Dios por eso. — No sé qué hiciste, pero arréglalo. Verónica era apenas feliz hace dos meses y por obra de arte cuando apareciste de nuevo en su vida vi a mi hija sonreír por completo otra vez. No me malinterpretes, ella ama a Jake, ama ser madre. Está en su naturaleza protectora cuidar a Jake, pero no estaba completa. Y aunque me cueste admitirlo, eres importante en su vida.

— Ella tambi...—levantó su mano derecha haciéndome callar en el proceso. De ser otra persona no habría hecho caso, pero no era cualquier mujer de la que estábamos hablando.

—Tú mierda romántica guárdatela para mi hija, si me dices algo ahora, lo más probable es que vaya a tu casa con un cuchillo a cortar tus preciados compañeros cuando Verónica me diga que está sucediendo. —sus ojos marrones viajaron a mí entrepierna haciéndome tensar en un intento de decirme que no estaba jugando. Y le creía.

—La esperaré. Iré por Jake y luego volveré para hablar con ella. 

Me miró pensativa, esperando un par de segundos antes de sacudir la cabeza y cambiar sus ojos divertidos a unos de empatía.

—No vendrá, Erick. Dijo que iría a visitar a Henry, pero ayer hablé con él y me dijo que se regresó hace unos días. No tengo idea de dónde está. Sólo me pidió tiempo y tú también debes aprender a dárselo.

— ¿En serio no sabes que le sucede? — negó y tomó mis manos entre las suyas.

La vieja Anne estaba de vuelta. Había sido una segunda madre para mí en su momento y apreciaba que se diera el tiempo de escucharme luego de lo que hice.




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