Verónica.
— Eres consciente de que llevas dos días con esa camiseta, ¿verdad? —chillé al escuchar la voz de Sam tras de mí. Salté cayendo al suelo para luego encontrarme sus ojos marrones riéndose.
—¡Deja de asustarme así!
En los dos días que había estado durmiendo aquí apenas si tuve un momento de tranquilidad, si no estaba acribillándome con preguntas con respecto a que iba a suceder a partir de aquí, estaba intentando hacer que dejara el sofá o la cama. Y cuando intentaba aprovechar que ella estaba en el trabajo para pensar, mi celular no dejaba de sonar con mensajes de mi madre y llamadas de Erick.
Con el único ser humano que había tenido conexión a parte de Sam fue con mi padre, pero por razones obvias no pude decirle la verdad, no pude decirle que no me atreví a entrar en el edificio de Erick y que salí corriendo nada más vi a Holland.
Una vez llegué al aeropuerto tras mi viaje a Salem, tomé el taxi a su casa, pero no pude hablar, solo regresé, tomé otro taxi y estuve en la puerta del departamento de Sam en cuestión de minutos.
La llamada de anoche que le contesté para tranquilizarlo, me calmó mas a mí que a él.
Pensé mucho las cosas, pero no llegaba a un acuerdo conmigo misma. No quería presionarlo a contarme una verdad que tal vez era difícil de sacar, pero también podría no ser una verdad y solo era yo haciéndome ideas.
Mas que eso, este tiempo fue necesario para mí. Todas las cosas habían cambiado y con demasiada velocidad. Necesitaba un par de días y era justo lo que me estaba dando.
El sonido de mi teléfono me hizo quitar la vista del ceño fruncido de Sam viendo en mi dirección desde la cocina.
Verónica, mis padres están aquí. Quieren ver a Jake. Creo que lo mejor es en un lugar donde él se sienta cómodo. ¿Tú casa estará bien? A eso de las 4.
Tu silencio significa para mí que estás de acuerdo. Avísame de no ser así.
Carajo. Me había olvidado el partido de mañana, y con ello, del hecho que los padres de Erick vendrían y querían ver a Jake.
Antes de todo esto solo me inundaba el miedo cada vez que pensaba en Carla y Peter Hamilton, la mujer me había visto estando embarazada y yo no tuve el valor y las agallas de decirle que dentro de mí llevaba a su nieto. Luego de eso con miedo decidí aceptar la oferta de mis abuelos e irme a su lugar, era lo mejor para mí y para Jake. Si me quedaba simplemente iba a aumentar el ya constante riesgo del embarazo.
El doctor fue enfático al decirme que la vida de mi hijo corría peligro debido a la depresión en la que me sumergí antes de enterarme de que siquiera estaba embarazada. De no ser por Jake habría acabado con mi vida en cuestión de meses. De hecho, mis padres pensaron en internarme antes de enterarme de la noticia; nunca lo dijeron, pero vi los folletos que tan disimuladamente escondieron tras la mesa de noche de su habitación.
Suspiré y corrí al baño, apenas tenía tres horas para estar en casa y hablar con Jake. Luego, por fin hablaría con su padre. Las cartas sobre la mesa. Tenía claro que no iba a presionarlo, pero él también quería hablar.
Dándome una rápida ducha y colocando un simple vestido sobre mi cuerpo, tomé los zapatos y el pequeño bolso que traje y salí de la habitación de invitados del apartamento de Sam.
—¿Te vas?
Asentí, viéndola batir alguna especie rara de harina en un bol.
Últimamente había adquirido una novedosa y muy extraña manía sobre la pastelería. Creo que gastó la mitad de su sueldo de este mes comprando todo tipo de electrodomésticos de cocina, lo que era una mala idea teniendo en cuenta que Sam y la cocina no se llevaban muy bien.
La mayoría de sus almuerzos eran tomados en su camino al trabajo del pequeño restaurante cerca de la oficina de recursos humanos. Así que cada noche desde que llegué mantuve un ojo abierto cuando la dejaba en la cocina intentando hacer algún tipo de galletas, que terminaban o quemadas o con sabor a no sé qué especia.
Sonreí al ver su rostro lleno de polvo blanco, aunque hubiese preferido por su seguridad que su fetiche post Kyle hubiese sido teñirse el cabello o alguna mierda así. Estaba intentando sobrellevar las cosas, pero estaba perdiéndose a sí misma en el camino. La amaba, pero tenía que hablar con Kyle.
Hipócrita viniendo de una persona que tenía miedo de enfrentarse a la verdad.
En mi defensa, no estaba huyendo, solo necesitaba tiempo. Un par de días para mí. Eso no era pecado. Además, me permitió estar mas al pendiente de Sam. Me tenía muy preocupada.
Cada noche la dejaba así, con una sonrisa como ahora. A los ojos de otros parecía llena de vida y felicidad, pero nadie la conocía como yo. Sam era de las que sabía esconder demasiado bien sus sentimientos, solo dejándolos salir en el momento en que estuviera sola mientras que a los ojos de otros era la maldita perra más grande que conocía.
Pero era solo una maldita máscara. Las chicas envidiaban su actitud porque no la conocían. Era muy fuerte pero no me gustaba ver cómo se tragaba las cosas ella sola, merecía mucho más que eso.
—¿Pensaste lo que te dije? —rodé los ojos colocando mi bolso en mi hombro y tomando las llaves de mi casa del mostrador.
Ella llegó a una conclusión similar a la mía.
Debes hablar con Erick.
Una parte de mí, no estaba de acuerdo con ella, iba a parecer una jodida novia celosa que se metía en los asuntos de su hombre. Y había solo una cosa de ellas que era cierta. Yo era una maldita chismosa que metía sus narices en donde no la habían llamado, porque:
1. Yo no era su novia. Y,
2. Erick no era mi hombre.
Pero la parte madura en mí, aquella que tomó la decisión final, estaba dispuesta a hablar con Erick y que pasara lo que tenía que pasar. Sin embargo, Sam no sabía eso. No quería decirle para no preocuparla.
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Editado: 24.02.2024