Erick.
—Y bien, Erick.
Los ojos de Donovan me observaban con determinación mientras sus dedos jugaban con el lapicero en su mano, notoriamente interesada en saber el motivo de la sonrisa en mi rostro.
—Luego de la noticia de que tienes un hijo, las chicas oficialmente entraron en crisis preguntándose cuanto tiempo pasará antes de que decidas asentarte en una sola oficialmente. Todos fuimos testigos del beso en pleno estadio hace poco más de un mes.
—Así fue —dije con los brazos aún cruzados sobre mi pecho.
— ¿Tiene esperanza alguna mujer allá afuera para convertirse en la futura señora Hamilton? O ¿Nos piensas dar la primicia de que eres hombre tomado y ya tienes novia? —sonreí, pasando de mirarla a ella a ver a mi esposa junto a la cámara.
Su sonrisa se hizo presente, pero al igual que yo mantuvo sus manos escondidas ocultando su anillo de bodas, mientras Sam a su lado miraba desconfiada nuestro intercambio. Mantenerme así durante una hora completa estaba torturándome por el nerviosismo. No sabía cómo lo tomarían todos cuando se enteraran de ello, había sido difícil de explicarle a mis padres y a la suya de por sí. Decidimos no usar los anillos por un tiempo y disfrutar de nosotros, pero hoy luego de nuestra charla anoche, concluimos que entre más tiempo pasara, mayor sería la furia.
Los chicos comenzaron a reír ausentes de lo que venía a continuación. — Verás, Donovan. Espero que esa cámara este grabando muy bien. —la apunté, produciendo que sus ojos se enfocaran confundidos en mí. — La vacante para ser la señora Hamilton. —descrucé mis brazos, mostrándole mi anillo de bodas con una sonrisa. — Ya fue ocupada por el amor de mi vida. — todos los chicos comenzaron a gritar claramente consternados y confundidos por la noticia mientras ella solo asintió sin saber que decir.
—¡Voy a matarte, Verónica! —giré mi atención a Samantha, Verónica sonreía mostrándole sus anillos, su boca abriéndose y cerrándose notoriamente sorprendida por todo.
Mis ojos se encontraron con los suyos por una fracción de segundo y guiñándome su ojo, volvió su atención a su amiga.
Conseguí mantener la sonrisa en mi rostro y permanecer en silencio a pesar de los gritos de los chicos tras de mí junto con la mirada incrédula en el rostro de Donovan. Me di una palmadita en la espalda por ser yo quien la dejara sin nada que decir tras mi confesión, sus ojos viajando al anillo en mi dedo mientras ponía una sonrisa en su cara y continuaba cerrando la entrevista. Sabía lo que venía luego de ello, por lo que una vez las cámaras estuvieron apagadas, me levanté de mi lugar y corrí al encuentro de Verónica junto a una Sam enojada y confundida.
Tomé su mano y tiré de ella por el pasillo que daba a los vestidores, consciente de los pasos furiosos de Sam tras nosotros y del equipo completo siguiéndola aún conmocionados. Incluso el entrenador tenía su sorpresa reflejada en los ojos. Si, tal vez no había sido la mejor forma de avisarles que oficialmente era un hombre casado, aunque valió la pena por ver la cara de esa mujer, obtuvo la primicia, sin embargo. Debía agradecerme por ello.
Me sentía orgulloso por conseguir lo que ni siquiera Bradley había conseguido, dejar a Lindsay Donovan sin una respuesta.
Podía sentir la sonrisa de mi mujer a mí lado mientras caminaba intentando mantenerme el paso al tiempo que esquivábamos a todas las personas que querían detener nuestro andar a los vestidores. Eso no iba a suceder.
—Demonios, Hamilton.
Reí al abrir la puerta, recostándome en mi casillero con Verónica entre mis brazos viéndolos a todos entrar. Sus rostros eran un jodido poema que iba de la incredulidad al enojo pasando por muchas variables.
— ¿Son conscientes de lo que hicieron ustedes dos? —inquirió Sam caminando hacia nosotros. Del otro lado Kyle bajó la mirada para contener una sonrisa. Verónica no lo logró y comenzó a reír.
— En efecto, claro que lo somos. —hablé con una sonrisa a punto de soltar una carcajada. Me contuve solo por respeto a su enojo. —Me casé con el amor de mi vida, ¿y tú, cariño? ¿eres consciente de lo que hiciste? —dije dándole un beso a mi chica en la mejilla.
—Sam. —Los ojos de la rubia pasaron de mi a Verónica—Me casé —masculló mostrándole sus anillos a juego.
—No me digas. —chilló nuestra amiga con sarcasmo—. Estoy feliz por ustedes —habló aminorando su furia—, pero no dejo de estar enojada por eso. Por Dios, ¿tú madre sabe esto? ¿Lo sabe la tuya? —preguntó, sus ojos viajando entre ambos.
Anne no lo había tomado bien, mucho menos cuando se enteró que Henry estuvo y ella no. Para nuestra suerte, después había roto en llanto y luego de haberse secado nos felicitó, no sin antes decirme que cortaría mis pelotas si le hacía daño a su bebé de nuevo.
—Mi madre me perdonó por esto, luego de que le dije que haremos otra para celebrar —dije riendo.
— Un momento. —Kyle se acercó a nosotros deteniéndose cuando se dio cuenta de lo cerca que estaba de Sam, sus ojos vacilando antes de volver su atención a nosotros. —¿Esto fue en Chicago? —asentí mientras lo veía pasarse una de sus manos por el cabello rubio al borde de la risa.
— Demonios. —maldijo Grand riendo al tiempo —Yo pensé que te la habías llevado para tirártela no para poner un jodido anillo en tu dedo. —de no ser por la mirada incrédula en sus ojos habría dejado a Verónica y cruzado los vestuarios para romperle la nariz por hablar así. —Lo siento. —murmuró aún sin creerlo al darse cuenta de sus palabras. —Y felicidades. —Verónica le sonrió sacudiendo su cabeza mientras lo miraba.
— No creo que sepas lo que acabas de hacer —dijo Bradley aún conmocionado, pero sonriendo —Caeremos como estúpidos todos luego de esto. Por Dios. Primero tú, ¿quién seguirá? Demonios, necesito follar. —Sam se encogió al tiempo que Kyle cerraba sus manos en puños. A veces olvidaba el triángulo amoroso de esos tres. —Felicidades, y por favor mantengamos las manos solo para nosotros. —se burló.
#692 en Novela romántica
#273 en Chick lit
hijos inesperados contrato secretaria, reencuentro rivalidad amor drama amigos, romance odio mentiras
Editado: 24.02.2024