Quería salir corriendo, pero Elsa le había dejado en claro que "Temperance" (un nombre muy extraño, no sabía de dónde lo había sacado) lo tomaría como una invitación a jugar y se le echaría encima. La pequeña criatura aún no sabía medir su fuerza e Hipo no estaba en condiciones de convivir con una furia luminosa de ese modo.
—He aprendido tantas cosas, Hipo. Te sorprenderías lo complejos que son los dragones —susurró la rubia, queriendo abrir paso a una conversación amistosa.
—Supongo que sí... —fue lo único que se le salió de la boca.
La ojiazul pudo sentir su incomodidad, y bajó la mirada, pensando en qué hacer.
No puedes retenerlo por más tiempo.
—Sé... —comenzó, apenas agarrando valor—. Sé que no quieres estar aquí. Y también sé que lo que hago te parece mal... Así que, si quieres irte, y quieres delatarme, está bien. Yo... No voy a oponerme, ni odiarte, ni nada de eso —Hiccup se sorprendió ante sus palabras. Tanto fue su sorpresa que se levantó de golpe.
—¿Qué? —como la vez anterior, no sabía qué decir.
—Puedes irte, no te preocupes por nosotras. Y si decides hacer lo correcto, mañana estaremos aquí a la misma hora, esperando por ti —intentó sonreírle, pero sólo le salió una mueca de pena y dolor.
El castaño no sabía qué hacer. Optando por marcharse de ahí.
Y cuando lo vio lo suficientemente lejos de ella, se permitió llorar. Sentía que era su fin. ¿Cómo es que se le había ocurrido semejante estupidez? ¿De dónde sacó las agallas para decirle tales palabras?
¡Idiota!
[...]
Sus manos temblaban mucho, podía escuchar los latidos despavoridos de su corazón atrás de las orejas, que estaban calientes por el llanto.
Hipo no le fallaría a su padre, no le fallaría a Berk. Lo tenía bien en claro, así que no esperaba que tuviera piedad con Temperance y con su papá.
La furia luminosa, por algún motivo, se encontraba tranquila, permaneciendo alado de la rubia en todo momento. Como si... Supiera lo que estaba pasando.
Los arbustos se movieron con escándalo, y Elsa se tragó el jadeo que quería salir.
La figura varonil de Hipo apareció, sonriendo con calma. La joven sintió un atisbo de esperanza pinchando su corazón.
—No podía hacerte esto, no se sentía correcto. No voy a negarte que la idea me tentó por unos segundos, pero al final de todo, no juntaba el valor para hacerlo. Lo siento —en cuanto terminó de pronunciar esas palabras, sintió un cálido cuerpo que abrazaba al suyo.
—¡Muchas gracias! ¡Muchísimas gracias! —chillaba la rubia, extasiada de alegría.
Tragó con pesadez, ella aún susurraba cosas en su cuello, provocando extrañas sensaciones en su piel. Era raro, pero no le molestaba.
—Te prometo que no vas a arrepentirte. Voy a enseñártelo todo, por fin podremos vivir en paz con ellos, las generaciones siguientes tendrán un hermoso futuro, ya lo verás —lucía tan entusiasmada que Hiccup no pudo evitar contagiarse de su felicidad.
—Tienes mucha esperanza —le comentó el ojiverde.
Ella rió avergonzada.
—Sólo quiero que nadie más sufra, seguro tú también lo quieres, ¿verdad? —él asintió, calmado.
Temperance corrió al lago y sin detenerse, extendió sus alas y las agitó rápidamente.
—¡Oh por Odín, quiere volar! —gritó Elsa, dando saltitos de alegría.
—¡Creí que volaban a partir de las dos semanas! ¿Cuándo nació? —los dos lucían auténticamente sorprendidos.
—¡Hace una semana! —vio que el dragón no conseguía elevar su cuerpo, sin embargo seguía corriendo al cuerpo del agua—. ¡Temperance, detente!
La criatura no hizo caso. Cayó estruendosamente al agua.
—¡Ay mi Thor! ¡¿Ahora qué hago?! —cuando corrieron hacia ella, ésta asomó su cabeza fuera de la superficie con un enorme pescado en el hocico. Aparentemente, ya sabía nadar aunque jamás en la vida lo había hecho.
Sí que era un manojo de habilidades.
—¡Casi me matas de un susto! —reprendió la rubia. El dragón hizo un sonido gutural que se asemejaba a una risa burlona.
Hipo sólo se reía. ¿Cómo era posible que humanos y dragones lograran llevarse bien? ¿En qué se basaba esa amistad? ¿Cómo se lograba simpatizar con una bestia de gran tamaño sin ser devorado en el intento? Tantas preguntas y tan pocas respuestas.
Temperance salió, y se sacudió cual perro recién bañado, empapando a los jóvenes.
—¡Buak! No quería bañarme hoy —se quejó el castaño cuando percibió un apestoso aroma en el agua.
—No hagas eso, pequeña. Hace frío y nos podemos enfermar, ¿okay? –la dragona asintió–. Bien, ¿qué le trajiste a mamá? —pronto empezó a mover sus alas y aletas de la felicidad.
Elsa descubrió que amaba mostrar lo que había cazado.
—¡Un salmón! ¡Perfecto! Tiene buen tamaño, y huele bien, eres muy eficiente —Hipo se le adelantó, pero no le molestó. De hecho la tranquilizaba que él conviviera también con la criatura.
Después de todo tiene que convencer a toda una tribu de que los dragones no son malos, y para ello necesitaría muchos refuerzos. Teniendo a Hipo de su lado ya era un avance.
—Ya me dio hambre —comentó la rubia, viendo como Temperance comía amenamente.
—Creo que debemos volver, la neblina ya empieza a esclarecerse, podrían vernos —la chica asintió, pues él tenía razón.
La cabeza fue lo único que el animal no pudo comerse, así que la arrojó al agua para no dejar rastro.
—Ven —le ordenó. La furia luminosa corrió a ellos y esperó a que Elsa bajara la canasta en donde la llevaba, se escabulló dentro de ella y se encogió lo más que se pudo.
—Va a hacerte daño cargar algo tan pesado —le bromeó Hipo, observando que su compañera estaba batallando para ponerla en su espalda.
—¿Tú crees? —respondió entre cansada y sarcástica.
—¿Qué vas a hacer cuando ya no pueda entrar ahí?
—A ver qué se me ocurre, espero que no crezca tanto —el castaño soltó una sonora carcajada, dejando a la ojiazul confundida—. ¿De qué te ríes?
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Editado: 04.12.2023