6. Memorias

Con un movimiento, Raúl me subió a su regazo, presionó mi espalda contra la cama, y entonces… oh.  
Había pensado muchas veces sobre aquél beso que nos dimos en el restaurante, pero este beso fue algo completamente diferente.  
El beso anterior había sido amable y protector, pero este fue más bien apasionado. Decidido. 
Mi cuerpo se disolvió en las sensaciones que recibió. Las manos de Raúl quemaban a través de la tela de mi jean. Mis tobillos presionaron contra las  caderas de él, y él me estrechó más contra su pecho, como si no estuviera lo  suficientemente cerca. Un gemido escapó de mis labios. Escuche otro gemido, pero  pudo provenir de cualquiera de los dos.  
El beso del restaurante había sido demasiado corto, pues tuvimos que interrumpirlo por el público. Sin embargo, el nuevo beso siguió, y siguió, y siguió…  
Finalmente, cuando comencé a perder el aliento, Raúl dejó de besarme para  poder respirar. Temblaba, y dudaba poder mantenerme de pie.  
Raúl no se apartó. En lugar de eso, pasó sus brazos por mi espalda, y allí  estuvo en un abrazo protector que recordaba muy bien.
–Calipso –pronunció mi nombre como si fuera una oración.  
Mi cuerpo se estremeció. Lamiéndome los labios, obligue a mis manos para que se movieran al pecho de Raúl. Después me obligue a mí misma a apartarlo de mí.  
No fue suficiente para romper su abrazo, pero sí para que pudiera respirar y pensar  con lucidez.  
–Esto fue… –la voz me falló–. Esto no era lo que yo quería.  
Le tomó un momento a Raúl, pero entonces su mirada se endureció y se apartó.  
–Bueno, en realidad sí que lo es –me corregí–. En verdad, si es lo que quería.  
Su alivio fue evidente, y eso me hizo sentir mejor. Su rápida sonrisa burlona lo dijo todo.  
Por supuesto que esto es lo que quería. Por supuesto que lo era.  
–Pero… no quiero ser una chica más –continúe–. Nunca quise ser solo otra de  tus chicas.  *es lo que fui*
Su sonrisa se desvaneció.  
–Calipso— Raúl parecía desgarrado, pero también esperanzado. Tomó aliento.— La única eres tú.  
No me había dado cuenta que veía sus labios hasta que volví la vista a sus ojos.  
– ¿Qué?  
– Eres con quien salgo ahora, la única ahora eres tú.  
Con los labios entreabiertos, Calipso se recordó a sí misma oculta en esa alcoba una vez  más, mirando la expresión de desconcierto de Raúl. Su deseo. La forma en que se aferró a ella…  
–Nunca quise a Judith, siempre fuiste tú –admitió, uniendo sus labios con los míos una vez  más. Mis dedos encontraron sus solapas y lo acercaron más hacia mí….  
Esta vez no duró mucho, pues otro recuerdo me asaltó.  
–Pero… – me aparte de él–, pero tú le dijiste que la amabas.  
Su expresión se congeló, y la alarma asomó en sus ojos. Ese momento se nos antojó  eterno a ambos.  
–Esto… bien… –Raúl tragó saliva–. Creo que estaba… más bien, tú y yo  estábamos… celosos?
– ¿Qué dices Raúl? 
– Era  una manera de que te pusieras celosa, era tu mejor amiga, y yo sé que no debí, pero necesitaba ver tu reacción.
– No te negare que me lastimo mucho verlos juntos, pero deseaba lo mejor para ambos y creí que si ustedes eran felices juntos yo también lo seria. Aunque me desgarrara el alma ver al chico al que amaba besar a la que consideraba mi mejor amiga, aunque muriera por dentro al verlos sonreírse, era un sacrificio necesario, haría de tipas corazón y con el tiempo te superaría por completo.
– Perdóname. Ella apareció ahí y era una oportunidad única, aunque al principio no sabía quién era. Además tú en aquel entonces salías con Miguel.
– Entre Miguel y yo nunca paso nada, quise enamorarme, te juro que quise hacerlo, pero no pude, tu recuerdo nunca me dejo hacer mi vida por completo aparte de ti. Todos los novios que tuve tras de ti tenían un defecto, siempre los comparaba contigo, es por eso que mis relaciones no pasaban de los cuatro meses.