Traduciendo un alma

El cafe que me debia.

22:32

Te veo tratando de organizar un poco los escritorios y hojas desparramadas por todo el lugar, me encuentro sentada en una silla diminuta, frente al enorme y cómodo sillón que últimamente no me animo a tocar.

Te espero con una infusión en mano, que se vuelve fría con los minutos porque no me gusta el té y vos lo sabias, solo que lo debes haber escondido en algún recóndito lugar de tu cabeza, junto conmigo cuando no me toca ser rescatista. Mis manos reposan incómodas sobre mi regazo, como si el simple hecho de mirar a un lugar incorrecto te obligase a sacarme para siempre. 

Parece eterno el momento que te tomas para mirarme con desdén y señalarme, casi por compromiso, el asiento con almohadón para esperarte más cómoda. Te sigo adorando en cada paso, te observo con precaución, sabiendo que mientras sea la única en la sala no vas a echarme, pero que apenas entre alguien decidida a quedarse aunque sea un minuto, vas a verme sin disimulo y señalarme la puerta con rapidez. 

Es lo que siempre haces.

Cambio mi foco cuando tus manos se estrellan una y otra vez contra tu cabeza repitiendo lo imbecil que sos, notando lo frustrado que estas me acerco, sabiendo que es mi hora de entrar, esa que siempre llega y esa para la única que me guardas.

Te abrazo un poco preparándome para lo que viene, el estallido furioso de un corazón agitado, el viento rompe las ventanas que siempre me toca arreglar y deja entrar la angustia mientras me culpas por el cristal tan frágil que me hiciste poner

Diciéndote al oído que no sos un idiota te reconforto con cariño tragandome los problemas que tuvimos y soportando por vos lo que dije que nunca soportaría. Me replanteo el habitáculo que ocupo, ese pequeño espacio, un banco que nunca pensé ocupar porque siempre me ofrecías el lugar más cómodo con una sonrisa y preguntando qué quería tomar. Supuse que te ahogabas en problemas, que cuando salieras de ese abismo sobre el que te encanta hablar me verias para recordar todos los procesos en los que te acompañe, que estuve siempre ahí, pero hace años sigo en lo mismo, moviendo tu vida y no la mía. 

Cuando llega alguien nuevo volves al carisma impresionante, pero la gente inteligente no se queda, se va cuando ven el desorden y las cadenas que yo misma puse en mis pies.

Tal vez mi inconsciente las usa para alertar al forastero, tal vez sean esas cadenas imaginarias la mínima y frágil esperanza que resguardo de tu enojo.

Te consuelo cada día con menos ganas pero con el mismo amor, porque eso no cambia, que te quiera no quita el hecho de que me harté.

Tengo los problemas acumulados en la puerta de mi casa, a la que nunca volví, y mi mente enfocada tanto en vos que me sofoca pensar un poco en mí, sé que si me voy te vas a quedar solo, y no quiero que te hundas porque estuviste para mi cuando…

¿Cuándo? 

Me puse en la mente que estuviste cuando nadie estuvo, pero siempre estuve sola, a mi casa nunca fuiste y sola pude con todo. Me río cuando noto con tristeza lo ciega que estaba atándome a alguien que hace años me dejó libre casi sin importarle. 

Pensando que poco te importaría, armo mi valija, son pocas cosas las que llevé porque nunca pensé quedarme a vivir, cuando ves que guardo mi tintero y corazón en una bolsa, frenas de buscar entre el lío de papeles, me ves con el ceño fruncido e intentas tirar de las cadenas que borré. 

Te sonrío con amabilidad, no supiste amarme y eso no es tu culpa, quizá sea porque nunca lo expresé, porque solo me acople a tu melodía, aunque siempre odié la música clásica. 

Me prohibis el paso a la salida y solo me río, la puerta es algo simbólico, jamás podrías generar una estadía obligada a nadie que quiera marcharse, y aunque no lo parezca ya estoy afuera y adentro solo queda una sombra de mi alma que se desvanece a medida que aceptas la huida de mi cobarde pero fuerte corazón. 

Créeme que va a entrar alguien, que convierta tu casa en la suya, que no se encadene, que sepa irse y volver sin dependencia alguna. Que entienda el amor como un acto sano y no obligado, que te enseñe a querer y no se obligue a quererte. 

 

Y ahora me doy cuenta cuantas cosas que yo hacía solo tenían que ver con vos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.