Transitorios

「 Prólogo 」

14 de octubre del 2025.
[Actualidad]

Que quería hacer.

Qué necesitaba hacer.

Qué debía hacer.

Eran rutas que nunca llegaron a conectarse entre sí. Tan parecidas, pero separadas por una distancia ridícula que lo cambiaba todo. Un trecho donde habitaba discordia, calamidades y arrepentimientos, pero se sentía tan vacío que me perdía antes de siquiera elegir por cuál camino ir.

Largos túneles que conducen a la oscuridad, me pregunto cómo llegué aquí.

Estaba borroso, donde sea que mirara, a donde sea que mis pies me condujeran, no había esperanza. La soledad se envolvía a mi alrededor en un paraíso de nada donde había perdido todo, situado en la trampa solitaria planeada por alguien. Quizá por mí misma.

Silencio. Ruido. Sangre. Placer. Dolor. ¿Qué significaba ser libre?

Ya lo había olvidado.

Señoras y señores, próxima parada en la estación Boltphe de Zrouver en un tiempo aproximado de 25 minutos. Permanezcan en sus asientos hasta entonces, por favor. —El altavoz se alzó entre la pequeña bulla de la unidad del metro.

Me mantuve apacible mirando mis manos con la mente en blanco, el ruido constante del motor y los neumáticos deslizándose sobre los rieles era tranquilizante, me impedía escuchar los susurros que el viento solía traer en secreto.

Tomé un respiro: sofocante, el aire en el vagón se sentía pesado y apenas conseguía entrar y salir de mis pulmones. Mi cuerpo se asemejaba a las extremidades de un árbol frágil y seco, y cada que inhalaba me albergaba un mar de pensamientos que iban y venían como oleadas de oscuridad. Pero no tenía que ser fuerte para darles frente, solo pretender seguir viviendo y esperar por el final irreal, fácil, patético e inútil que estaba por venir.

Mis ojos se deslizaron hacia el piso, hacia las botas de unos de los pasajeros que estaba a unos metros a mi derecha; estaban sucias, el cuero estaba desgastado y arrugado como si hubiera recibido un par de mojadas y otros tantos pisotones. No obstante, cuando alzó un poco los pies y la suela de hule fue expuesta, el material en buen estado reveló que quizá las había usado menos de las veces que parecía.

Solo un par de botas, pensé y retiré la mirada.

"Pero parecen sus botas".

Ignoré la respuesta de mi interior. Sabía que se trataba de él de nuevo, que si alzaba un poco la mirada podría ver sus ojos grisáceos observándome con una tranquilidad fatídica. No podía caer en los juegos de mi mente ahora, no cuando me sentía tan resignada al final que se avecinaba a la vuelta de la esquina. Así que sacudí la cabeza y bloqueé su presencia.

El altavoz del metro reiteró el anuncio de nuevo. Dejé el aire escapar de mis pulmones y visualicé al hombre del asiento de al lado apretar los dientes, acompañado de un gruñido que me incitó a obsequiarle una mirada de aburrimiento. Se había estado quejando durante todo el camino y ya había empezado a agobiarme.

—Parece que otra vez se detendrán a la mitad del túnel —siseó con una mueca de desaprobación.

No dije nada. Luego de unos segundos, se volteó hacia mí.

—Ya dejamos tres estaciones atrás y no muestra intenciones de desmontar —especuló, algo escéptico—. ¿Acaso se dirige a los Bajos de Zrouver?

Siendo presa de la abulia, no le presté atención y cerré los ojos mientras me aferraba con fuerza al barandal del asiento lateral de aquel medio de transporte. "Bajos de Zrouver", reiteré detenidamente en mi cabeza. ¿Cuándo fue que mi antiguo hogar había adoptado ese apelativo tan disparatado?

Era entendible desconocer el precedente y la forma en la que obraba ahora, a pesar de tener presente con viveza las desgracias que se aposentaron en el lugar años atrás, me había desconectado de todos los sucesos que procedieron después. Matanzas, corrupción, bandolerismo, esclavitud, no era difícil oler el miedo que desprendía todo aquello, la gente no hablaba por temor, los niños crecían demasiado rápido porque las circunstancias así lo requerían; en ese tiempo o ahora, solo seríamos simples adolescentes jugando a ser héroes de un mundo que conducía violentamente a la perdición.

Pero a pesar de la forma cobarde que había decidido ver dicho mundo, ¿tendría la oportunidad de decirle adiós a todo lo que ahí dejé atrás?

Hacía casi cinco años desde que había puesto un pie en distrito, luego de estar involucrada de forma severa en la lobreguez de Zrouver y conocer de cerca los detonantes de tales desgracias, había huido con un peso casi insostenible en mis manos. Lo último que recordaba era que Harriette, que había conseguido dominio total de las pandillas cuando mi líder se suicidó, había muerto a manos de uno de mis compañeros, Lucien. Un acto suicida que resultó por completo inútil, ya que el control sobre el mundo criminal que aumentaba y cobraba poder entre a las sombras fue cedido a uno de los fieles seguidores del depravado delincuente, llevando a las circunstancias a las mismas de un principio; solo que ahora todos estaban muertos, mientras yo respiraba ese aire miserable con sabor a nada.

Navegué en la oscuridad de mis recuerdos mientras ahuyentaba la inquietud que me causaba estar al alcance de tantas personas. Me pregunté qué sería lo primero que recibiría al cruzar la puerta del metro, al encontrarme con los túneles subterráneos que incontables de veces en el pasado pude recorrer. Quizá un disparo en la cabeza por desobedecer la orden que había estado acatando hasta ahora, hasta que decidí que mi vida no valía la pena después de todos los sacrificios para seguir sobreviviendo.




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