Transitorios

「 4 」Parte II

La comodidad de la infelicidad.

H A N

Lorloch era una organización de científicos que en el pasado había sido una empresa a cargo de la más eficiente central nuclear de la ciudad, cerraron sus instalaciones con el objetivo de prescindir de la energía anatómica a inicios del año 2000. Sin embargo, se habían infundido rumores de que en realidad un accidente surgido en una de sus plantas nucleares había sido producto de su cierre, y que eso los había colocado bajo investigación de la Central de fuerzas especiales de contramedidas y prevención criminal, conocida como la CPC. Siendo esta última una agencia independiente al gobierno y con protección de una destitución por parte del presidente, la confirmación de la posible investigación nunca se hizo pública.

Después de que el país se hubiera declarado en guerra contra el terrorismo, surgió Lorloch, esta vez como un laboratorio nacional de Zrouver con el objetivo de reemplazar los combustibles fósiles y nucleares con fuentes renovables; lo que nadie sabía era la existencia de una filiación secreta con la CPC, con en el fin de hacer crecer la producción de nuevas armas en el mismo complejo, que actualmente se hallaba en el Distrito 1, a las orillas de la ciudad.

Aunque era imposible comprobarlo, los propósitos de tal filiación apuntaban a Deohi, una organización criminal de gran escala en Zrouver. Tal organización había empezado como una asociación de poco impacto de siete grandes criminales del país, algunos poderosos señores de la mafia, integrantes de familias de alto estatus o legendarios líderes de bandas criminales. Su dominio creció tanto, hasta que en conjunto los llamaron "los reyes del crimen organizado".

Deohi tenía a casi todas las pandillas distribuidas por los cinco distritos compradas o amenazadas para extender sus negocios, que consistían de peleas clandestinas, apuestas, prostitución, fraude o asesinatos. Michel, Emil y yo, junto a algunas pandillas confiables bajo nuestros mandos habíamos estado juntando información y saboteando algunos de sus negocios por años, un mal movimiento y un día Emil desapareció tres días, y después lo único que supe es que sabían la ubicación de su familia y acabarían con ella si no nos delata. Capturaron a Michel y, tanto yo, Emil y las pandillas que actuaban bajo su nombre, pasaron a estar a su control.

Aunque había incontables bandas de delincuentes dentro o fuera de sus influencias eran tres líderes principales que las mantenían divididas, Marcel y Michel eran dos de ellos.

Era ridículo que Deohi hubiera entregado este último a Lorloch, si las palabras de Marcel eran acertadas, solo podía significar que declararon a Michel inutilizable y Lorloch no desaprovecho la oportunidad de capturarlo como un miembro más de la famosa organización criminal.

Porque eso éramos ahora, no podíamos esconder más nuestras manos porque si nos soltábamos de la superficie habríamos de caer, y aunque viéramos las sangre correr por nuestra piel no podíamos detener el origen del sangrado.

La sonora carcajada de Marcel me hizo regresar a la realidad, lo encontré mirándome con esa expresión complacida la cara. La navaja aún no traspasaba mi piel, y aun así sentí como si me hubiera estado apuñalando con ella una y otra vez. Sin embargo, esbocé una sonrisa... que encontró reflejo con rapidez en su rostro oscurecido.

—Te voy a matar —tarareó, susurrándome en el oído como si se tratara de un secreto—, a ti, a tu amigo el traidor y a todo el que te siga con esos ideales estúpidos en sus cabezas huecas. ¿Salvar a la gente? —resopló, su voz ya no tenía rastro de burla. Solo había una frialdad calculadora—, por dios, la gente en esta ciudad está condenada en el momento en el que nacen. Tú eres un niño patético que se rehúsa a vivir en la realidad y que por lo mismo no comprende dónde se mete. Lo mismo que pasó con tu amigo, te pasará a ti, la diferencia es que tu fin no será tan digno como el de él.

» Han, he venido aquí a recordarte que en esta guerra hay solo dos bandos, tú no perteneces a ninguno, y empiezas a estorbar.

—"No puedes apagar completamente la llama de una vela con la yema de tus dedos ni con el soplo de tu aliento" —murmuré mirando ese espacio en blanco y sin dejar escapar la exuberancia salvaje que se arremolinaba apretando mi pecho.

Había verdad en sus palabras, y cada una que soltaba me hacía recordar lo mucho que era insuficiente, me recordaba a que nunca podría a llegar tener la capacidad de regir con inteligencia, que me dejaría vencer por mis emociones y que el miedo de perder a alguien cercano me llevaría a dejarlos solos. Dolía, porque a pesar de tener una navaja apuntando mi garganta, lo único que podía pensar era en mi madre y en mi hermana esperando que llegara a casa con las compras para la cena. Dolía el arrepentimiento de no haberles dado un último abrazo, el no haber hecho nada para salvar a nadie, y porque después de mi muerte habría muchas más y solo sería uno que se sumó al montón. Dolía porque Emil estaba teniendo una guerra consigo mismo ahora mismo, mientras yo estaba haciendo la parte más fácil, esperando ahogar de una forma cobarde el dolor de mi interior con el dolor físico.

Dolía porque no era feliz sabiendo que mi mejor amigo estaba siendo torturado en estos momentos, y eso me aliviaba, me hacía sentir cómodo.

—"Entre una interminable oscuridad la llama de una de millones de velas apagadas tintineaba, fuertes brisas llegaron y aun así esta se mantuvo ardiente, llovió a cántaros y la tierra dio indicios de partirse mientras el cielo anunciaba romperse en pedazos, pero no importaba cuanto vacilara, la llama seguía encendida".




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