Tras el rastro del maestro

El encuentro XII. El resumen de nuestras vidas

Ya instalado en Lisboa, conseguí un trabajo como redactor junto a mi querido amigo don José. Mientras trataba de revalidar el título de historiador. Convivía con Milagros Das Flores.

El portugués comenzó a publicar nuevamente sus narraciones, ensayos y cuentos hasta dar con el clavo. Uno de sus tantos libros fue aceptado. Seguía soltero. Don Fernando le había dicho que espere que su pilar que lo sostendrá llegará. Él lo había dicho llegamos adonde nos esperan.

Corrieron las noticias y los años y un 25 de abril de 1974, y sus consecuentes días, se produjo un hecho histórico en Portugal. La revolución de los claveles. Todos fuimos participes de la caída de la dictadura salazarista, que había terminado. Miles de presos políticos fueron liberados y muchos otros volvieron del exilio. Las amas de casa, estudiantes, obreros, todos salimos a las calles desobedeciendo las órdenes del movimiento de las fuerzas armadas. Otro movimiento quería derrocar a los mencionados y junto a Milagros comenzamos por iniciativa de otra mujer a repartir claveles a los soldados. El entonces líder Caetano ante la presión del pueblo presenta su rendición ante el general Spinola, las fuerzas que estaban de nuestro lado ocupan los diferentes sectores. Don José camina con Raimundo contentos por las calles: hoy es un día diferente, ¡a todos hoy empieza nuestra libertad!

Tal vez no fue un momento de paz por lo que vendría, pero era el comienzo.

Por otra parte, mi nación. Dos años después. Mi patria por ese sentido de congoja por lo sucedido. Se derrumbaba un partido político de Estela Martínez y llegaba la peor de las dictaduras bajo el nombre del Proceso de Reorganización Nacional. El 24 de marzo de 1976. Irónico luego de festejar la libertad en otro país. Día nefasto aquel en la Argentina. Esos fueron los años en los que Dios se olvidó de que en el hemisferio sur existía un país que todavía tenía esperanzas. Me enteraba de todo desde los diarios y radios. Era la época oscura y supe en ese tiempo que mi buen amigo Rodolfo, aquel que luchó tanto por la libertad publicaba algunas últimas misivas. En épocas de persecución algunas amistades lograron salir y otras cayeron al profundo abismo de no saber dónde estaban. Y una noche saliendo de una casa saludó a un perro por la devoción hacia los animales, luego subió a un palco y llamó al grito del esclavo que quiere romper las cadenas. Llamó en grito de libertad contra todos los cascos, gorras y macanas en pos de lanzar su clamada oración de guerra y pidió a los dioses que la

naturaleza le diera el poder de vencerlos con sus palabras en un papel blanco y un bolígrafo. Él los emboscaría primero, pero la noche se apresuró y su pecho fue puesto delante de una bala calibre treinta y ocho que de un árbol escondido en la negritud se hacía notar. Luego una ráfaga en su pecho y el cuerpo caía como fusilado, otro patriota se va, como tantos. Y desapareció en el limbo aquel vehículo que poseía un alma. No se sabe a ciencia cierta qué fue de él. Rezaba porque se hubiera convertido en pájaro, él que tanto creía en la libertad y que alguna divinidad lo cuidara en su regazo. En nombre de la oración de un Papa legba, un Orula, un Zeus mítico, el maestro Pessoa, o posiblemente Dios le hubieran marcado el camino para escapar a otra dimensión o llevado al cielo de los libres. Yo quería creer en eso y no que estaba en cuatro paredes. Creer es crear... y estoy seguro de que no se fue, sino que por ahí anda.

A pesar de todo este hecho me hizo sentir la peor de las desolaciones. Una parte de mí se iba para siempre.

Años después se enterrarían para siempre las dictaduras para 1983. Luego de sufrir una guerra contra los ingleses en las islas Malvinas. La democracia llegaba. Ha pasado una era. Y una nueva etapa nacía, con ella la nostalgia de la tierra lejana.

Volví a mi patria junto a Milagros y nuestro hijo Rodolfo (nombre que seguro vos, amigo, con tus pensamientos, no podrás evitar la pregunta: ¿para que? ¡Es feo! No importa, era mi homenaje y el pequeño sabrá tanto de vos como de mí las hazañas con don José y el maestro y tantos fantasmas). Y llegamos para pasar por la casa que tiene tus huellas, y detener el tiempo en una taza de café que tantas anécdotas llevan de nosotros dos. Visualizo una foto vieja en una mesa. Una foto de nosotros dos en aquellos años por Buenos Aires. En la Avenida de Mayo, llegando al Congreso. Y decidí tomarla con la mano izquierda, es la distinta, es la que, a pesar de ser llamada de boba, lucha para no ser avasallada, y mientras observaba nuestras sonrisas pensaba en tantas cosas; atrás de ella una pequeña leyenda: la libertad yace en nuestras palabras. Devolví aquel retrato, miré por última vez el interior de la casa, de los muebles viejos, de los cuadros, la máquina de escribir que ya no podrá conversar, ni contar relatos, y crónicas. Las historias que corrieron en el living entonces descansaban en paz. Algún día las contaré. Era hora de partir. Nuestra vida está en otra parte, muy del otro lado del Atlántico, en Lisboa. En Portugal.

Para ti, mi amigo, unas palabras del desasosiego que el maestro me enseñó: No el placer, no la gloria, no el poder, la libertad, únicamente la libertad… Fernando Nogueria Pessoa para Armando César y de Armando César para Rodrigo Couto.

Y juntos con aquellos que forman parte de mi vida, nos marchamos.

Estaban cambiando los tiempos y Pessoa lo sabía solo que no nos quería decir. Estamos viviendo lo mejor que podemos y seguiremos. Los tres nos encontramos caminando por las calles de la avenida Corrientes y Callao como última visita de la ciudad de Buenos Aires, y la poesía no era más que parte de nuestro paisaje.




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