Trastorno I-Las cenizas de Joel

Fragmento

TRASTORNO I

 

LAS CENIZAS DE JOEL

 

 

 

 

 

 

 

 

A. J. García

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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ISBN: 9781695461079

Independently published

 

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© A.J. García, 2019

 

Correctora: Maestra Martha Martínez.

 

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Primera Edición: Septiembre, 2019

V20190917

 

Imagen de portada: «Igor Stevanovic © 123RF.com»

 

 

A mis amigos de la preparatoria E.G.L., generación 85-87.

 

 

 

Annette.

 

Noviembre 1, viernes.

Chicago, IL. 2111 W Roosevelt Road, oficinas del FBI.

Sala Azul.

 

La cámara de video se encendió por primera vez, era la señal de arranque de lo que sería un largo día de trabajo, y el detective Aaron Hunter lo sabía. En sus más de veinticinco años de trabajo no había enfrentado un caso similar. Aunque los trazos de un asesinato con motivaciones de venganza eran evidentes, y esa era una de las causas más comunes, no había una línea de investigación clara.

Frente al agente del FBI, sentada y absorta, se encontraba la Sra. Nichols, quien podía ser la clave para resolver el caso; sin embargo, a pesar de haberla citado en calidad de testigo, los años de experiencia del detective le dictaban que también estaba involucrada, así que debía ser cuidadoso.

Se encontraban solos en una habitación acondicionada y separados por una mesa angosta sin nada encima. Una de las paredes poseía el clásico espejo de dos vistas tan común en salas de interrogación. Cualquiera que hubiera visto una película policiaca sabía lo que había del otro lado.

El dispositivo que grabaría la conversación estaba a espaldas del detective empotrado en la parte superior de la pared. Este registraba todos los movimientos y gestos de los testigos para un análisis posterior; aunque Hunter no acostumbraba a hacer uso de estas herramientas, él seguía más bien su propio protocolo y prefería, cuando no usaba su memoria, utilizar una grabadora común. Era un sujeto tradicional que confiaba demasiado en sí mismo y en su gente, y su principal estrategia era presionar durante el proceso para poder obtener la verdad.

—… Muy bien —dijo el investigador—, ¿podemos comenzar, Sra. Nichols?

La mujer no dejaba de menear su cuerpo como si tuviera escalofrío, miró fijamente a la cámara, era evidente que estaba ansiosa, y no por el caso en sí, sino por las verdaderas motivaciones que la llevaron hasta esa silla. No se detuvo para manifestar sus inquietudes:




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