Viene el abogado
Nayara despertó con el cuerpo dolorido y la mente aún revuelta por las preguntas que la atormentaron durante la noche. El sueño había sido esquivo, poblado por imágenes fragmentadas de su pasado y de los misterios que aún la rodeaban.
Con una sensación de cansancio que pesaba en sus hombros, se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Sin embargo, al llegar allí, se encontró con la casa vacía. Un silencio sepulcral reinaba en el lugar, solo roto por el canto de los pájaros que se colaban por las ventanas.
Sobre la mesa, encontró una nota escrita por su abuela Elena. Las palabras, garabateadas con una letra temblorosa, la invitaban a regresar a casa a las 4 de la tarde, ya que el abogado llegaría a esa hora para repartir la herencia.
Nayara leyó la nota con una mezcla de emociones. Por un lado, sentía curiosidad por saber cómo se dividirán los bienes de su abuelo. Por otro lado, le molestaba la actitud distante y fría de su abuela, que parecía no tener interés en compartir su dolor o ayudarla en este momento tan difícil.
Con un gesto decidido, Nayara dobló la nota y la guardó detrás de su teléfono. No tenía tiempo para perderse en rencores del pasado. Su prioridad era encontrar a Martín y continuar con la investigación que habían iniciado juntos.
Salió de la casa con paso firme, dejando atrás el silencio y la soledad que la rodeaban. El aire fresco de la mañana le llenó los pulmones y le dio una renovada sensación de energía.
En su camino, se dirigió al muelle del pueblo, un lugar que frecuentaba con Martín para disfrutar de la vista del mar y compartir sus confidencias. Allí, bajo la sombra de un viejo árbol, lo encontró sentado en un banco, con una mirada pensativa.
Al verla llegar, Martín se levantó con una sonrisa cálida. "Buenos días, Nayara", la saludó con su voz tranquila. "¿Has dormido bien?".
Nayara negó con la cabeza. No mucho, respondió con sinceridad. La noche ha sido larga y llena de pensamientos.
Martín la tomó de la mano y la guió hacia el banco. Entiendo, dijo con compasión. Ha sido una noche difícil para los dos. Pero estamos juntos en esto, Nayara. No te olvides de eso.
Nayara se sentó a su lado, agradecida por su apoyo. Gracias, Martín , murmuró. No sé qué haría sin ti.
Martín le sonrió con ternura. Siempre estaré aquí para ti, Nayara. Lo prometes.
En ese momento, Nayara supo que tenía razón. Martín era su roca, su confidente, su amigo incondicional. Con él a su lado, se sentía capaz de enfrentar cualquier desafío que la vida le deparará.
Cambiando de tema, decidieron buscar a Tomás y Sofía ya que ellos podían ayudarlos en su búsqueda. Al encontrarlos a los dos juntos, Nayara empieza a sospechar que sus dos amigos de la infancia están enamorados. La intensa mirada de amor entre ellos era evidente, pero era algo que tendrían que averiguar después.
Cuando Tomás les pregunta qué hacen allí, ella comienza a contarles que tienen una foto que encontraron en la biblioteca municipal. En ese momento, Martín llega con una carpeta extra. Martín se había metido en los archivos de la policía antes de irse a casa y encontró algo sorprendente: Marie González había fallecido hace 20 años atrás y no había ningún rastro sobre eso. Y sobre otras cuatro personas en la foto dos eran los hermanos Sánchez, Carlos y Roberto Sánchez dos hermanos gemelos que se habían ido al mismo tiempo.
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Editado: 02.07.2024