—Jajaja, ¿en serio creen que este simple tronco podrá detenerme? —en ese momento, el desconocido liberó magia en forma de rayos, pero no le pasó nada al árbol—.
—Inténtalo las veces que quieras, no podrás liberarte, ya que ese tronco está hecho de madera del Yggdrasil. Esta tiene la particularidad de ser inmune a la magia —dijo Laura con una sonrisa—.
—Ahora responderás a nuestras preguntas —diría Arman para preguntarle—: ¿Quién eres y por qué nos atacaste?
—Ooohh, disculpen por mi falta de educación. Mi nombre es Nobile y soy el onceavo heraldo del rey demonio, mucho gusto —lo decía con una sonrisa de oreja a oreja, algo macabra—.
Esas palabras fueron suficientes para que un escalofrío pasara por todo el cuerpo de Arman y Laura. De la nada, estos dos sintieron más presencias aterradoras. Al voltearse, vieron cómo un gran hombre con una armadura de cuerpo completo de color morado y con un martillo en mano corría hacia donde estaban para atacarlos.
Al querer aplastarlos, estos lograron escapar al último momento, pero el ataque no llegó a impactar porque este se detuvo a pocos centímetros de llegar al suelo.
—Vaya, sí que se tardaron —dijo Nobile al ver llegar a su escudero asignado—.
—No somos nosotros los que están atrapados —respondió un enmascarado con traje negro y líneas rojas oscuras—.
—Como sea, ya sáquenme de aquí —al terminar de decir sus palabras, al instante el enmascarado le cortó el cuello, haciendo que su cabeza cayera al suelo—.
Esto impresionó a los protagonistas, pero se asustaron cuando la cabeza abrió los ojos y comenzó a hablar.
—Agárrenme y larguémonos de inmediato —dijo Nobile, haciendo que uno de sus súbditos lo cargara—. Escuchen con atención, malditos, y recuerden mis palabras: la próxima vez que nos veamos no será igual, porque desde el día de hoy están en la mira del rey demonio y de los demás heraldos. Nos vemos —dijo sus últimas palabras antes de desvanecerse en una gran nube de humo negro junto a los demás—.
—Ahora, ¿qué haremos? —decían al unísono mientras se miraban—.
Al paso de unas horas, se recuperaron y decidieron seguir con su camino de vuelta a casa. Llegando al mediodía, vieron a varias personas que estaban fuera de su casa y estos, al darse cuenta de la presencia de los chicos, los inundaron de preguntas.
—¿Se encuentran bien?, ¿están heridos?, ¿dónde estaban?, etc. —preguntaban los aldeanos de las casas vecinas—.
—Esperen, primero, ¿nos pueden decir qué es lo que pasó antes de que llegáramos? —preguntó Arman para tratar de calmarlos—.
Un aldeano se puso delante de todos y comenzó a hablar:
—No sabemos con exactitud, pero una hora antes de que llegaran, vimos que un chico que parece de su edad y con el cabello negro entró a su casa. Pasaron los minutos de silencio hasta que se escuchó como si estuvieran peleando, pero de un momento a otro todo quedó de nuevo en silencio hasta que llegaron —siendo interrumpido por una aldeana—.
—Además, hace unos momentos, un escuadrón de caballeros se llevó el cuerpo de Aron dentro de un ataúd y dejaron esto para ustedes —le da a Laura una carta de color morado con el sello real—.
Esta, al abrirlo, leyó en voz alta el contenido de la carta:
—Familiares del Señor Aron, les damos nuestras más sinceras condolencias. El funeral del mago de la corte real se llevará a cabo en la iglesia junto a la catedral de la ciudad vecina al mediodía. Los estaremos esperando.
Arman se sorprendió por la hora.
—¡Eso es justo ahora! ¡Hay que ir ahora! —sin más, agarró la mano de Laura para ir corriendo hacia la dirección mencionada—.
—¡Espera, yo puedo correr sola! —su mano se suelta y empieza a correr, sobrepasando a su compañero, evitando que este viera el sonrojo leve en sus mejillas—.