Trono Imperial

13

CAPITULO 13

Maelis tomó de la mano a su padre; era la primera vez tras lo ocurrido con su familia, se encontraba en un lugar repleto de personas. No eran individuos cualesquiera, sino soldados del reino que habían sobrevivido en múltiples ocasiones a los ataques de Versallia. Estuvo a punto de regresar con Lyanna, pero su padre se lo impidió. Finalmente, la puerta que los separaba del rey se abrió, revelando a más de diez soldados, y a su lado, un hombre y una mujer, a quienes supuso que eran el rey y la reina.

Entraron al salón real y todos realizaron una reverencia. No se pronunció palabra alguna, lo que incrementaba su nerviosismo. Sintió un agudo dolor en su cuerpo al arrodillarse.

—De pie —ordeno el rey. Maelis no pudo observarlo con claridad, pero notó que su cabello era negro y corto. La mujer a su lado poseía una belleza deslumbrante.

—Majestad, es un verdadero honor poder estar nuevamente ante usted después de tantos años.

—Me complace verte de nuevo, Leoric. ¿Qué te trae por aquí?

—Mis amigos y yo requerimos de su ayuda, majestad. Somos los únicos sobrevivientes de mi pueblo; los demás han perdido la vida a manos de los soldados del rey de Versallia.

—Podrán residir en el reino; este lugar también les pertenecerá. Sin embargo, a cambio, necesito que te unas como soldado, y que el hombre a tu lado también lo haga—el rey dirigió su mirada hacia a Finnian, quien, sorprendido esbozó una leve sonrisa avergonzada.

—Aceptamos —confirmó Leoric. Volver a ser parte de los soldados le brindaba una satisfacción profunda.

—Mi esposa requiere dos doncellas; las niñas serán perfectas para esta tarea. Servir a la reina será una bendición y ambas estarán bien dentro del reino.

—Síganme, por favor —ordenó la reina. Maelis se despojó del brazo de su padre y Thessalya hizo lo mismo con su tío, ambas siguiendo a la monarca.

—¿Cuál es tu nombre, joven pelirroja? —preguntó la reina, dirigiéndose directamente a ella.

—Soy Maelis, majestad —respondió, algo titubeante.

—¿Y tú? —preguntó señalando a Tessa.

—Soy Thessalya, Su Majestad.

—Yo soy Maera y tengo el honor de ser la reina. A partir de hoy, ambas trabajarán para mí.

Sin embargo, consideró que tal vez Lyanna podría ser de ayuda para otra persona.

—Disculpe, Su Majestad, no quiero parecer oportunista, pero no somos solo Thessalya y yo, también hay otra chica.

La reina evaluó la situación, mientras Maelis apartaba la mirada.

—¿Y dónde se encuentra esa joven? —preguntó abriendo una puerta que conducía a un salón donde se encontraban otras chicas de su edad.

—Ella no ha ingresado porque necesita cuidar algo de gran importancia para ella.

—Más adelante buscaré con quién podría trabajar, ya que no hay disponibilidad para trabajar con la realeza.

—Gracias, majestad.

Las demás jóvenes las observaban con desdén, como si tanto Thessalya como ella fuesen insignificantes.

—Deberían darse un baño; ambas tienen el cabello sucio —observó una señora que se acercó tras su conversación, y tenía razón.

Thessalya y ella se encontraban en un estado descuidado; habían transcurrido más de cinco días sin asearse de manera adecuada.

—¿Dónde podemos realizarlo, por favor? —preguntó Thessalya con las mejillas sonrojadas.

—Les ruego que no me llamen señora; a pesar de mi apariencia, me siento bastante joven. Por favor, síganme y les mostraré el lugar dónde se alojarán.

Las guió hacia una habitación que disponía de dos cómodas camas.

—A partir de hoy, esta será su habitación. La reina les otorgará unos días de descanso antes de que inicien sus labores para ella.

—Aún no sabemos cuáles son nuestras responsabilidades para con la reina —intervino Maelis, con la mente en blanco.

—Todo a su debido tiempo, querida. Ahora, ambas deben lavarse el cabello y el cuerpo.

La mujer salió de la habitación.

—No le preguntamos su nombre —observó Thessa.

—Supongo que tendremos la oportunidad de conocerla más tarde.

Maelis asistió a Thessalya a quitarse el vestido, dados que sus tobillos presentaban algunas lesiones. Maelis se percató de su atención en esa zona.

—El frío extremo me provoca esto. Mi piel es muy sensible a los cambios de temperatura.

—¿Estás recibiendo algún tratamiento para eso?

—Sí, pero ya se me ha agotado. En cuanto me sienta menos cansada, consultaré con un sanador.

Ella se dio la vuelta para que Thessalya pudiera deshacer las cintas de su vestido; su padre se lo había atado y ahora no podía soltárselo.

—Oh, creo que tendrás que romperlo si deseas quitártelo. No puedo desatarlo —dijo Thessalya.

—No. Me niego a romperlo. Este vestido fue el último que confeccionó mi hermana y no quiero que se convierta en un desperdicio.

—¿Por qué es tan importante para ti? ¿No consideraste ponerte otro vestido para el viaje?

—Siento que cuando lo llevo puesto, mi hermana me protege de cualquier adversidad. Puede parecer extraño, pero es así como lo percibo.

Tras un tiempo, Thessalya logró desatarlo.

—Agradezco que no lo hayas roto.

Sin esperar respuesta, se dirigió al baño, donde había una bañera con agua tibia. Esto resultaría muy beneficioso para su cuerpo. Thessalya se sumergió en la otra bañera.

—Esto sí es vida —exclamó con entusiasmo.

—Así es —afirmó Maelis. Ambas estaban desnudas, no era la primera vez que compartían un momento como ese. Maelis se sumergió en el agua hasta que este alcanzó sus orejas, sintiendo que sus párpados se volvían pesados y cada vez más difíciles de abrir. Tras su baño, su único anhelo era dormir hasta el día siguiente. Mientras tanto, Thessalya jugaba con el agua como si fuera una niña. Maelis se lavó el cabello y, tras salir de la bañera, Thessalya continúo creando burbujas con las manos.

Al abandonar el baño y dirigir su paso hacia la habitación, se percató de que había batas y vestidos esparcidos tanto sobre la cama como en el suelo. Se secó el cabello y lo trenzó antes de vestirse.




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