SARAMY
—¡BÁJAME, DACHS! —exijo al troglodita que sigue sin detener sus pasos airados conmigo en guindas sobre su hombro izquierdo y espalda—. VOY A MATARTE, IDIOTA.
Todos ven lo que está sucediendo desde la entrada de la casa y no hacen nada para ayudarme, nada de nada, incluso algunos tienen las desfachatez de despedirse de mi moviendo sus manos al aire. No me lo creo.
Dios, ¿qué clase de familia me tocó? ¿Será que hice algo malo en mi vida pasada para merecer esto?
—Si detienes tu pataleo y te subes al auto por que cuenta, con gusto lo haré, pequeña.
Forcejeo retorciéndome como gusano en sal para zafarme pero el desgraciado no me suelta.
—Bien —se detiene al fin y me deja poner los pies en el suelo —. ¡¿Qué pasa contigo?! ¿Estás tostado o qué? —cruzo ambos brazos sobre el pecho, me revienta que me haya engañado de esta manera y que todos confabularon a su favor. Y lo peor, me hicieron vestir con falda, ¡con una falda! Si es que a este retazo de tela se le puede llamar así.
—Súbete —señala el auto de Matt que está estacionado a un par de metros —¿Quieres que lo haga por ti, pequeña? —sonríe de lado el imbécil.
—Me las vas a pagar —lo taladro con la mirada para luego girarme hacia dónde está el grupo de traicioneros, busco a cierta persona entre el grupo pero ni señas de él —.
ME LAS VAN A PAGAR —los señalo con el dedo índice.
—¡Qué te diviertas, cariño! —exclama mi madre con una sonrisa en la cara, a su lado, Tessa señala el auto y me da un leve a asentimiento.
—¡Y usen protección! —gritan al unísono Matt y Génesis mientras los demás ríen a costa mía.
Ya verán esto no se va a quedar así.
Me subo al vehículo de mala gana y cierro la puerta en un choque estridente, estoy enojada y no pienso ocultarlo.
—Ponte el cinturón, pequeña —sugiere una vez se instala en el asiento del conductor, hago lo que pide y me enfurruño en mi lugar.
El cantante pone el auto en marcha y enciende la radio para llenar el silencio que nos envuelve, y de todas las canciones que existen tiene que sonar "Qué Gano Olvidándote" de Reik, mi canción favorita. Maldición, no puedo escuchar esa canción y no querer cantarla, me recuerda tanto a Iol, mi Iol.
Suspiro fuerte, la letra de esa canción me recuerda todo lo que pude tener y deje ir por cobarde.
Me rindo ante el sentimiento que me inspira la melodía, cierro los ojos mientras dejo a mi voz salir y acariar las palabras de aquella canción que reflejan un poco de lo que llevo sintiendo por años.
...No está en mi olvidarte
Te siento aquí abrazándome
Respirándome, temblando sobre mí, es así
Aunque te fuiste no me suelto de ti
Yo quiero que sigas en mi vida
Yo quiero que vivas en mi piel
Si amarte es tan fuerte todavía
Qué gano olvidándote
No quiero cerrar estas heridas
No quiero curarme del ayer
Prefiero llorarte un día de vida
Soñando que piensas en volver...
¿Cómo es que las pocas palabras de una canción pueden hacer vibrar las emociones que insistimos en guardar en lo más profundo de nuestros corazones?
Aj, que cursi estoy, ¡así no soy yo!
Siento unos insistentes ojos mirándome pero los ignoro, me concentro solo en cantar y tratar de calmar mis emociones.
—Wow, cantas -dice una ves termina la canción.
—Cualquiera que no sea sordo o mudo puede hacerlo, ¿no lo sabías?
—Pequeña, ¿sigues molesta? —cruzamos una rápida mirada. El cantante resopla —No muchos pueden cantar así, tienes una voz hermosa —dice sin quitar los ojos de la carretera y lo agradezco porque así no puede ver como me sonrojo.
—Lo sé, gracias. —eso es cierto, trabaje mucho para lograrlo. Aun así, que alguien tan talentoso como él, y que además vive de su voz, piense que la mía es hermosa me llena, un poquito, de satisfacción.
—Que diferencia —me lo quedo mirando sin entender a que se refiere —. Ayer cantabas como gallo despechado y hoy... todo un angelito.
Sonrío ante el recuerdo de mi cantando a todo pulmón al ritmo de Sin Bandera.
—Quería fastidiarte —confieso.
—Hey, Pequeña, eso no se hace. ¿No sabes el gran esfuerzo que me tomó llevarte a tu casa? -dramatiza negando con la cabeza.
—Ay, probrecito —canturreo haciendo un puchero, ambos reímos —. Entonces, Dachs ¿adónde me llevas?
—Eso lo verás por ti misma, pequeña.
Una hora y media después de hablar y reír por cualquier nimiedad, nos encontrábamos al norte del estado, en pleno centro de la ciudad.
Altas edificaciones de todo los estilos y tamaños flanquean ambos lados de la amplia avenida con vistosos letreros y pantallas gigantes, las aceras están abarrotadas de gente caminando en todas direcciones, algunos de paseo, otros por trabajo, en fin, cada quien en lo suyo.
Nos adentramos en la zona VIP del centro, cinco minutos más tarde Dachs estaciona el auto frente a las puertas de uno de los clubes más famosos de lugar "Blue Night". Una vez bajamos un chico no mayor que yo nos recibe con una gran sonrisa, el cantante le tiende las llaves y el chico desaparece con el auto de Matt.
—Bienvenidos —un hombre alto e imponente, de tez clara y cabello rojizo se cerca para saludar al cantante en un abrazo fugaz —Tiempo sin verte, Adrien.
—Si... Hace mucho no venía —la nostalgia tiñe la facciones de ojiazul —¿Cómo va todo por aquí, Clip? —pregunta recuperando su típica sonrisa socarrona. El aludido le cuenta en pocas palabras lo bien que crece el negocio mientras le hace una señal a los dos hombres que están resguardando la entrada para que nos den acceso —. Ah, te presento a Saramy...
—Saramy Estrella —me presento, el grandote estrecha mi mano.
—Un gusto conocerte, linda. Puedes llamarme Clip —responde cordial —. Así que tu eres la niña que trae loco a este picaflor —le da una sonrisa cómplice al cantante.