Tu Héroe.

Capitulo 3

 

Capítulo 3

 

Isabella



 

Desde que el profesor Herrera entró en aula de clase en su rostro se reflejaba lo poco que le gustaba dar cátedra, puede que al mismo nivel que yo odiaba la vida.

Se le notaba lo aburrido y resignado que estaba  para lidiar con un grupo de personas que poca es la atención que le prestaban. Sin embargo, cuando empezó a hablar de los fundamentos y estatutos de una Constitución, su rostro cambió, se iluminó, tal vez no le gustaba dar clases, pero la abogacía si era lo suyo. 

Con el paso de los años me volví una experta observando a las personas, entre mejor lo hacía más me servía para protegerme.

Salgo del taxi, al poner mis pies en la carretera mi cuerpo se llena de nerviosismo, qué combinado con el dolor emocional que sentía era terrible. Entre en pánico cuando Michael Herrera dijo que llamaría a mis padres, se me nublo el sentido, actúe por el miedo y lo único que logres fue exponerme ante él.

—Solo un par de horas hasta volver a la Universidad. — digo en voz muy baja para que el viento sea el encargado de llevar mi propio consuelo a mis oídos. 

Mi mano dolía y la piel de ahí había tomado una tonalidad rojiza. Este es el sitio en donde no quiero estar, cada vez que estoy en esta casa lo único que quiero es desaparecer.

Me encuentro con absoluto silencio, eso puede ser peor, la casa está fría al igual que todos los días, un sonido hace que detenga mis pasos.

—Ve a tu habitación cariño, por favor —Esther, es su voz, el ama de llaves me mira sonriendo, ella me hace una suave señal para que siga mi camino.

Aparte de saber observar a las personas, también había desarrollado el talento de correr sin hacer el más mínimo ruido.

Cierro con seguro la puerta de mi habitación, solo Dios sabe el motivo de ese ruido. Acudo a mi único refugio, el baño, me encierro ahí, me acuesto en la bañera.

—Ya pasará Isabella, ya pasará, ya pasará… — me consuelo —Solo es una noche más.

Lo repito tantas veces que no soy consciente en que momento me quedo dormida, cuando vuelvo a ser consciente, salgo del baño, me duele toda la espalda y siento todos mis músculos entumidos. El dolor de mi pierna sigue ahí, cierro los ojos recordando el motivo de ese dolor, por más que ha pasado una semana no se va.

Veo la hora en mi celular, cinco de la mañana, mi primera clase es la siete de la mañana, tengo que salir de aquí.

Cursaba doble titulación, una que odiaba, el derecho, y otra que amaba, la licenciatura en lenguas extranjera. Intentaba pasar el más tiempo posible fuera de casa, en mi lugar seguro, la universidad. 

Unos suaves golpes en la puerta me hacen ponerme alerta, me acerco a ella —Isabella… — al escuchar la voz abro de inmediato.

— Esther quiere que bajes enseguida.

— Buenos días, Rosita — sus ojos reflejan miedo.

— Vamos — Tomo mi mochila, cerramos la puerta de mi habitación, bajamos agarradas de la mano por la escalera de servicio que da directo a la cocina.

— Tu madre tomó hasta el amanecer con tu tío — hago una seña de asco mientras Esther habla — Es mejor que no te vea hasta que se calme mi niña, toma — me entrega un tope y algo de dinero —Creo que recibió una llamada referente a Samantha.

Cuando mi madre recibía noticias de ella se las desquitaba con cualquiera que se le acercaba y sobre todo conmigo por recordarle a Samantha.

—Toma un taxi… Y pendiente a mis llamadas.

Voy a dejar los problemas de esa casa en ella, ahora solo tenía que importarme la universidad, y sobre todo la carrera de derecho, era ya mi tercer semestre, y no tenía claro si llegaría viva al final.

Me gustaba el derecho, pero se me dificultaba el entender algo, es muy difícil, o más bien me negaba a entender algo, mi madre quiere convertirme en el reflejo de su marido.

— ¡Isabella! — la voz alegre que llega a mis oídos es la de Chlóe, la única amiga que tenía, y eso por qué ella lo decidió.

Solo tenía doce años cuando se acercó a mi desesperada pidiendo ayuda para un examen de francés, y desde ahí no se ha despegado. 

— Hola, Chlóe… — le devuelvo el sofocante abrazo que me está dando — ¿Tan temprano?

— Tengo examen y no puedo faltar — hace un mohín — ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?

— Estoy bien… — le digo tranquilizándola.

Era la única que sabía la horrible situación en mi casa, solo ella ha sido mi apoyo, echarse de enemiga a mi madre por cuidar a mi hermana ha sido difícil, sin contar que nuestros tres hermanos mayores huyeron de casa.

— ¿Cómo está eso por allá?— pregunta en un susurro, antes que conteste sigue hablando —Has sabido algo de Samantha.

—No… — Independientemente del desastre que es mi vida, ella era lo que me retenía allí.

—Si me dejaras contarle todo a mis padres — su queja número mil.

—No podemos, pueden desaparecer a Samantha.



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En el texto hay: romance

Editado: 14.09.2023

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