Tu Héroe.

Capitulo 6

Capítulo 6

 

Michael


 

Miro a mi acompañante tratando de mostrar interés por su conversación, la mujer se ha empeñado en lograr que esta comida dure el eterno fragmento de una hora. Todo lo que preguntaba ella misma se lo contesta, además siento como si me estuviera hablando en árabe, no logro entender nada de lo que dice, lo que  me hace sentir culpable; siento como si la estuviera utilizando. 

Te va a pagar el almuerzo, no te va a comprar un auto, puede que así sea, pero es evidente lo que ella quiere, es algo que no le puedo dar. 

Al final la comida me supo terrible, mejor hubiese cumplido mi cita con mis lentejas frías, mi arroz seco y mi botella de agua en la compañía de mi despacho, no me sentiría como un canalla. 

Evitando que quiera alargar o prolongar en una cita la plática de la cual no me he enterado, me despido.

Las reuniones que forman mis compañeros en la sala de profesores no son de mi agrado, resulta que la mayoría de los profesores son algo mayores, solo un par me les acerco en edad, como a Kristen que es unos años mayor. Sobre todo no asisto a las reuniones para no llamar la atención, todos son grandes abogados con excelentes carreras, puede que alguno conozca a mi padre o a Robert.

Fue una suerte haber conseguido este empleo hace seis meses, me encontraba en bancarrota, no es que ahora esté mejor, pero tengo ingresos. 

Los sueldos en esta institución se manejan por escalones, a más años de servicio más pago, la única manera de alcanzar a los otros maestros en sueldo es trabajar el doble que los demás, desde este mes puede que sea uno de los profesores con más clases asignadas. Lo que me hace esperar mi pago con mucho ánimo.

Tampoco es que me pueda quejar mucho de mi sueldo, nunca había ejercido como profesor y mi credencial de docencia aún está en proceso. 

Bajo mi verdadera identidad era un abogado litigante, que se encargaba de todo aquel caso asignado por mi padre, casos de cuestionada procedencia, él solo buscaba formarme a su imagen y semejanza.

Vivo con el miedo que mi padre se me apareciera en algún lugar y me obligue a volver a mi vida, naciste para ser mi sucesor, me repitió tantas veces esa frase que me arden los oídos únicamente de recordarla. 

Mi defensa contra que alguien me reconozca es mi cambio físico, ya no uso trajes hechos a la medida, ni zapatos diseñados a cada traje, me deje crecer la barba y mi cabello está largo. 

Entro en la sala de profesores con un solo objetivo revisar los informes de los demás profesores, sintiéndome como un acosador de cuidado consigo todo el horario que se le fue asignado a Isabella.

La chica no me convence con sus explicaciones, sé que me estoy involucrando más de lo debido, pero es que no puedo evitarlo, la chica me mintió. Y peor aún, lo que sucedió por solo decir que hablaría con sus padres me dejo lleno de dudas y desconfianza.

Pacientemente, espero que cumpla lo que le pedí, unos subes golpes avisan la llegada de alguien que espero sea ella.

—¡Siga! —digo tratando de mostrar monotonía en mi voz.

Miro su rostro, intento compararlo con el de aquella noche y el de esta mañana, sigue algo pálida, lo que si está mucho mejor es su vestimenta, lleva unos jeans y camisa blanca, lejos está su vestido de espanto.

—Permiso profesor — debería hablar más alto.

—Siéntate… — le digo — ¿Cómo sigues?

A simple vista se ve entera, algo cansada pero entera. Su mirada de terror de anoche al escuchar que llamaría a sus padres me dejo marcado.

—Bien, solo fue una descompensación.

¿Descompensación? ¡Por Dios se desvaneció en mis brazos! Literalmente la vi irse en mis brazos.

—Quiero que me digas los nombres de los estudiantes que estaban fumando —algo debía de sacarle.

Sus posos azules se abren de par en par, si la chica pensó que se había librado de mí está equivocada, hay algo en todo lo que le pasa que no me cuadra y muero por saber que es.

—No lo sé —hago un esfuerzo para no torcer los ojos.

—¿Segura? —la veo directo a los ojos, buscando una señal, cuál no sé, pero necesito algo.

—Lo que le dije que paso, eso pasó —no me mira.

—Sigo sin creerte… — la examino, la chica sigue mostrando miedo, como no va a pasar algo si su cuerpo muestra todas la señales.

—Es la verdad.

Me acomodo en la silla y pongo los codos sobre mi escritorio lleno de papeles.

—Entonces, te abriré una investigación.

No tenía idea si eso era posible, no me he leído los estatutos de la universidad. La presión siempre funciona cuando se necesita la verdad.

—No puede hacer eso, le he dicho la verdad.

—Vas a tener que aprender a mentir si te quieres convertir en una buena abogada — le digo con cinismo — en fin, ¿quiénes eran?

La chica deja ver la irritación que está sintiendo cuando se proponía a hablar tocan la puerta —Profesor Herrera… — luego se abre la puerta dejando ver a la secretaria del decano.



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En el texto hay: romance

Editado: 14.09.2023

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