Tu Héroe.

Capitulo 9

Capítulo 9

 

Michael



 

Cocinar era un delirio para mí, nada me queda bien, cocino por necesidad; lo poco que lograba cocinarme era a base de videos en línea y pocas veces dicha comida me queda apetitosa, y a falta de algo más comestible, cerraba mis ojos y mis papilas gustativas y dejaba el plato limpio.

A pesar de las mentiras de Isabella, no podía evitar sentir empatía por ella, tengo la sensación que sus mentiras tienen un trasfondo, un porqué que incluye a sus padres.

La tenía a mi lado en el taxi, íbamos rumbo a mi apartamento, a que otro lugar la llevaría, no conocía lugares donde llevarla a comer, saliera económico. 

Sin poder evitarlo la miro, su rostro está inclinado en la ventanilla, lleva sus ojos cerrados, sin reserva escrutinio todo su rostro. 

—¿Estás enferma? —tengo que hacer esa pregunta

—Tengo frío— lo dice con tal agonía que me alarmo.

Llevo mi mano a su frente —¡Dios! ¡Estás hirviendo!

Tomo su mano y jalo de su cuerpo hacia mí, el calor que he este irradia me confirma lo mal que esta. Sin pensarlo la muevo hasta tenerla pegada, ¿qué pasará con esta niña?

—Puede apurarse, por favor — le digo al conductor.

—¡Isabella! — tomo su cara entre mis manos para que me mire, cosa que hace muy débilmente, se ve tan mal que estoy aterrado. 

Hace unos minutos se veía mal, pero no tanto, como es que paso.

—Señor, ¿llevamos a la señorita a un hospital?

La sugerencia del taxista me hace mirarlo, su estado da para ir de urgencia, cuando estoy por decir que si, un suave estrujón en mi brazo me detiene.

—No… —sus ojos están encharcados —Por favor —es una súplica.

—Llévenos a la dirección que le di —digo sin dejar de mirarla.

—Entendido — el trayecto a casa se me hace eterno, no dejo de tocar sus mejillas, verificar que siga consciente.

—Llegamos, permítame ayudarlo —la voz del conductor me hace ponerme alerta.

Al pasarle unos billetes para pagar la carrera se baja, con su ayuda logro ponerme mi mochila y la de ella, la saco del auto entre mis brazos.

—Alma… — susurro.

Llego por fin a la puerta de mi departamento,   con mucho cuidado la bajo, está consciente solo qué débil. La agarro fuertemente de la cintura con mi brazo izquierdo, con el otro abro la puerta.

—¿Isabella?— ella no me responde —Dime algo Alma.

Mi sofá no es lo suficientemente grande ni cómodo para acostarla ahí, mi cama es la única opción. Entro en mi habitación con las mismas dificultades que sufrí en la puerta principal. Dejo su cuerpo endeble en mi cama.

—¿Qué hago? — me digo, como una salida le quito sus zapatos y la acomodo bien en la cama, la arropo con las sabanas. Ella se deja hacer, está hirviendo, tengo miedo que la calentura le provoque algo con lo que no pueda lidiar en mi casa.

—Una farmacia. — la miro, sus ojos están abiertos— Ya vuelvo descansa.

Antes de salir de la habitación veo cómo se hace ovillo en la cama y arropa aún más su cuerpo.

Debo parecer un loco al salir corriendo de mi departamento y posteriormente salir en las mismas condiciones a la calle, me siento como un tonto, no recuerdo donde está la maldita farmacia.

—Carajo… ¿Dónde está? — con desespero corro a la farmacia, le explico cómo puedo la situación al farmacéutico, solo ruego que las medicinas queme recomendó sean las efectivas y no le hagan reacción inversa. 

Al llegar a casa, dejo la bolsa de papel que me dieron en la farmacia en el pequeño mesón que divide la cocina  de la sala. Agua, agua para que se tome las pastillas.

—Isabella… —le llamo al entrar a la reducida habitación, sigue en la misma posición que la deje.

—Tengo frío — su voz es casi inaudible.

Me siento en la cama y dejo lo que tengo en mis manos en la mesita de noche.

—Ven aquí Isabella —digo con un nudo en la garganta, nada de lo que sucede aquí es lógico, empezando por lo que soy su profesor.

—No puedo… — nuevamente, es mínimo lo que logro entender —No puedo mover mi cuerpo.

Cierro los ojos por cinco segundos, me estiro un poco hasta que mis manos atrapa su cuerpo y la jalo suavemente hacia mí.

—Te voy a dar algo para que te ayude —eso debe de hacer que ella reaccione de algún modo—Es medicina, abre la boca.

Meto las pastillas en su boca, le soy un poco de agua y le cierro la boca con mis manos. ¿Qué es todo esto? Ella de verdad se encuentra mal, sea lo que sea que le sucede la está afectando terriblemente.

Me quedo largos minutos con ella entre mis brazos hasta que su respiración se regula y se queda dormida, con cuidado extremo la arropo y la dejo dormir.

Salgo apurado a la sala, tomo su bolso y con la pena del mundo empiezo a revisar sus cosas.



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En el texto hay: romance

Editado: 14.09.2023

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