Tu Héroe.

Capítulo 10

Capítulo 10

 

Isabella

 

Al mover mi cuerpo ya no me pasaba tanto, el dolor de cabeza y la fiebre se ha ido, no tengo que hacer memoria para saber dónde estoy ni lo que ha pasado para estar aquí, el profesor hoy ha sido mi héroe una vez más. Al abrir mis ojos me encuentro con su habitación, es igual que resto de su piso, es pequeña, pero limpia y ordenada.

—¿Has despertado, Alma? — se me forma un nudo en la garganta a escuchar su voz, me aterra el hecho que el empiece a ser preguntas —Acercarte a mi Isabella.

Me volteo en la cama para verlo, se encuentra  sentado a mi lado tal cual como hace un par de horas, aún puedo sentir su abrazo acunándome, nadie había hecho eso por mí antes, acunarme en medio de una fiebre alta.

Me acerco a él lo más cerca que puedo, pero con cuidado de no tocarlo, lleva su palma a mi frente.

—No tienes fiebre, eso es un alivio —me mira —¿Te duele la cabeza?

—No — le respondo.

No sé cómo actuar con él, le he mostrado mucho de mí sin querer en las pocas ocasiones que hemos estado juntos y  solos. Con él sale todo eso que tengo guardado y no le muestro a nadie, mis debilidades salen solas cuando lo tengo cerca.

—¿Tienes idea de por qué la fiebre? —me he pasado los últimos días muy cansada y con fiebre.

Mi madre enloqueció, cada vez que le pasaba alguna cosa con su marido todo era culpable, sobre todo sus hijos; ella solo hablaba de cómo sus hijos, solo vinimos al mundo a acabar con su vida, gritaba y gritaba y volvía a gritar cuantos nos odiaba. Hui de ella cuando decidió ponerle fin, me encerré en el baño, me acosté en la bañera que estaba húmeda, me quede dormida, y desde la mañana siguiente me he sentido como la mierda.

—Me callo lluvia hace un par de días — miento.

Su mirada oscura me examina como si estuviera decidiendo creerme o no —¿Tienes hambre? — dice cambiando radicalmente de tema.

—Un poco —Siempre he amado comer, de niña era gordita.

—Entonces comamos algo, por eso estás aquí en primer lugar — se pone de pie —Te espero afuera — al verlo salir de habitación suelto un suspiro.

Me pongo los zapatos y salgo en su búsqueda, con recelo tomo asiento en una de las butacas del mesón de la cocina, sin decir nada pone un cuenco lleno de caldo delante de mí, pocos minutos después ambos estamos comiendo.

—¿Por qué no entraste a la conferencia hoy? 

Si había estado, entre unos veinte minutos de haber iniciado, no soportaba estar un minuto más en mi casa, así que con todo y malestar me fui a universidad.

—Si estuve — hablo sin alzar la mirada de mi plato — solo que llegue tarde y olvide marcar mi asistencia.

—¿Entendiste algo?

Meto mi cabeza más en mi plato, la verdad es que no entendí nada y sumado con el dolor de cabeza —No.

—Me lo imaginé… — comenta — tus notas con los profesores en general no son muy buenas, Isabella ¿Te gusta la abogacía siquiera?

¿Qué le respondía? Que la amaba y la odiaba al mismo tiempo, que me la han impuesto como una especie de castigo.

Alzo mi mirada y yo veo, sus lagunas muestran el interés que tiene de saber la respuesta —No siento particular pasión, pero si me interesa.

—Ya veo ¿Más caldo? — El profesor tiende a cambiar de tema bruscamente.

—Estoy bien profesor Herrera — me mira con ironía.

—Me siento como un delincuente si me dices profesor estando en  mi casa, por favor dime Michael mientras te encuentres aquí.

—Sí, prof… Michael — se me hizo superextraño decir su nombre completo.

—Tu edad es veintiuno ¿Verdad? —asiento —¿Tus padres?

—Vivo con mi madre, mi padre ha fallecido.

—¿Hermanos?

Me muevo un poco incómoda en la butaca, se está metiendo poco a poco a las preguntas personales. 

—Tengo tres hermanos mayores y una hermana melliza.

—¿Dónde están?

No quiero responder a ninguna de sus preguntas, sin embargo, estoy segura de que si no lo hago sospechará aún más.

—Mi hermana y yo nacimos seis años después de Nathan  —intento sonreír para darle algo de normalidad a mi voz — ellos son tres, Harry, Oliver y Nathan, en ese orden y se llevan de dos años entre sí, ya son bastantes mayores, así que se fueron de casa al terminar la universidad.

Más bien huyeron, pero mi profesor no necesita saber eso —Son muchos hermanos ¿Y tu melliza?

—Samantha — hablar de ella me cuesta demasiado, parpadeo muy rápido para que no pueda ver la turbulencia que hay dentro de mí —Está de viaje, decidió darse un año sabático.

Le vuelvo a mentir vilmente en su cara, me moría de la vergüenza, pero eso era mejor que la verdad, mi madre la había internado por qué decía Samantha era una tonta, me duele el alma de solo pensar en esos momentos.

—O sea que solo eres tú en casa.



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En el texto hay: romance

Editado: 14.09.2023

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