Moviéndose con cuidado, balanceó su peso sobre el tronco caído al tiempo que mantenía sus brazos al aire, aferrando el frasco de cristal entre los dedos de su mano derecha y la tapa del mismo en la izquierda. La pequeña mariposa azul voló sobre su cabeza, desprevenida de las intenciones del joven mientras este esperaba pacientemente a que se posara en algún lugar para poder atraparla. No quería herirla, sus intenciones eran solo observarla de cerca para poder dibujarla luego antes de dejarla en libertad nuevamente.
Ahora, si solo ella se quedara quieta para que le fuese más fácil atraparla.
Sus rizos oscuros atrapaban la luz del sol, haciendo brillar las hebras rebeldes que caían sobre su aniñado rostro. Tenía el ceño fruncido en concentración y por más que intentaba evitarlo, su lengua parecía encontrar siempre el camino para ser mordida entre sus dientes como si hacer eso le diese mejor concentración en su tarea. Los tenis rojos y desgastados que llevaba seguían resbalando del tronco, pero la práctica lo había hecho rápido en corregir su posición para evitar una caída.
Avanzando unos centimetros, esperó en silencio, respirando con tranquilidad para evitar asustar al animalito, mientras la mariposa revoloteaba cerca del tronco del árbol. Ella no parecía querer posarse allí, solo se mantenía en— una especie de danza sobre la corteza. Con un movimiento rápido, colocó el frasco sobre ella, viendola revolotear alrededor del cristal al verse atrapada.
—Tranquila, bonita —canturreó—. Solo dejame verte por un momento, prometo liberarte luego, ¿si?
Enroscando la tapa en su lugar, miró dentro del frasco con fascinación. No era una mariposa muy grande, con sus alas de un brillante azul liso, sin ningún diseño y hueco que pudiese distinguirla de otras. Aun así, era preciosa.
Sus dedos picaban por atrapar un lápiz y plasmarla. ¡O talvez podía utilizar un poco de pintura esta vez! No necesitaria mucha, podía arreglarselas si administraba la misma con cuidado y no malgastaba los colores. Podía imaginarse la mariposa sobre una flor en su retrato, talvez debería hacer una margarita blanca con un frondoso cesped verde en la parte trasera.
Si, él realmente podía imaginarse algo así.
—¿¡NICK!? —el grito atravezó el espacio verde, haciendo eco entre los árboles que lo rodeaban—. ¿Donde estas?
—¡Aquí!
Bajando del tronco caído, caminó alrededor del mismo y tomó la dirección por donde creía la voz había llegado. Ni siquiera estaba mirando donde ponia sus pies, su mirada más concentrada en el insecto revoloteando detrás del cristal. La pequeña mariposa parecía desesperada por escapar y él realmente comenzó a temer que iba a herirse si no la dejaba ir.
No quería que ella saliese herida, no se lo perdonaría si eso sucedía.
—Nick.
Dando un salto, se detuvo de golpe y levantó la mirada. Ojos color ámbar/anaranjado le devolvieron la mirada desde debajo de un despolijo flequillo castaño, un pequeño ceño arruinando la mirada juvenil. Estaban a solo centimetros de distancia, lo que lo hizo percatarse de que si no hubiese sido pronunciado su nombre, seguramente habría chocado de lleno con el otro.
—Mira por donde caminas —le golpeó la frente con su dedo—. Podrías caer y lastimarte.
—No me golpees, Nee.
—No seas llorón, ni siquiera te dolió —hizo un gesto al frasco en sus manos—. ¿Que atrapaste esta vez?
Una sonrisa brillante floreció en sus labios mientras elevaba el mismo para que Nee pudiese ver dentro, a la pequeña mariposa.
—Ícaro —decretó.
Nee parpadeó hacia él con confusión—. ¿Que?
—Es la especie de la mariposa.
—Sabes que no sé nada de mariposas, para mi solo es una mariposa azul común.
—Eso es exactamente lo que es, hermano. —rió.
—¿Entonces por qué no lo dijiste de esa manera? —estrechó los ojos juguetonamente hacia él—. Me haces sentir como si fuese un idiota a proposito, ¿no es así?
—Talvez un poco.
Enroscando uno de sus rizos oscuros en su dedo, Nee lo jaló—. No te creas más inteligente que yo.
—Soy más inteligente que tú.
—Esa es solo tu opinión. —replicó. Volvió a mirar el frasco—. ¿Vas a llevarla a casa?
Eso obtuvo la atención de los ojos avellana—. No lo sé, temo que se hiera a si misma si la dejo aquí, pero yo en verdad quiero retratarla.
—Siempre podemos volver por otra luego, volveremos todos los días hasta que termines tu pintura.
—¿Vendrás conmigo? —preguntó emocionado.
—Claro, siempre tengo que venir a buscarte de todas maneras.
Ahora Nick estaba emocionado—. ¿Y me ayudarás a cazarlas?
—Por supuesto, Nicky, te ayudaré.
Ahora con una gran sonrisa alegre en el rostro, Nick tomó la tapa del frasco y la giró, quitandola. Ni siquiera tuvo tiempo de elevar el mismo para permitirle salir, cuando la mariposa revoloteó fuera y se alejó de la prisión de cristal en la que la había colocado. De pie, lado a lado, la observaron alejarse de ellos entre el follaje de los árboles, perdiendose donde la claridad del sol traspasaba las ramas de los mismos.