Tú, nada más

Aprendiendo

capítulo 16

Después de ir a un restaurante de cadena americana, y verla engullir la mitad de los camarones que pidió, entraron a ver una cinta que, al salir, los hizo reír de tan mala que fue.

—Anel… ¿No tienes auto? —Le preguntó cuándo se detuvo en la esquina que ella, nerviosa, alerta a su alrededor, solía indicarle. La joven asintió quedamente. Ya había pensado en ello unas cuantas veces. Con tanto dinero y siempre moviéndose en taxis—. ¿Y?, ¿por qué no lo usas? —Se acomodó un mechón tras su oreja. Marcel entornó los ojos, intrigado. Le desesperaba sentir que se perdía de mucho, no obstante, él tampoco era un libro abierto.

—No sé… Cómo —admitió en voz baja. El chico alzó las cejas un segundo, asombrado.

—Tienes auto y no sabes conducirlo… Eso es raro —Ella asintió con la manija de la puerta en la mano. Antes de que abriera la hizo voltear—. ¿Qué ocurre?

—Nada, solo que debo irme y…

—No quieres que sepan que estamos juntos. ¿Cierto? —bajó la mirada ladeando la cabeza. Hizo que lo viera nuevamente repitiendo el gesto—. Sé que ahí adentro nada es fácil. No hace ni una semana que sucedió todo… No temas por mí, puedes confiarme lo que sea. Entiendo que lo nuestro podría causarte algún problema y es lo último que quiero, tú dirás cómo lo llevaremos. ¿Sí? —Anel asintió un poco más tranquila. Marcel besó sus labios dulcemente—. Te veo mañana. Anda, desde aquí me cercioro de que entres —rozó su naricilla sonriéndole relajado, aunque por dentro la aprensión de dejarla en ese sitio lo estrujaba. La vio andar con su manera única de moverse, tan ligera, casi como si flotara. ¿Por qué no conduciría? Ladeó la boca intrigado al tiempo que una idea aparecía. Sonrió sacudiendo la cabeza, esa chiquilla estaba volteando su mundo.

—¿Así que tú y la niña tímida? —preguntó Lalo dando una calada al cigarrillo. Marcel asintió indiferente, observando el andador principal. Anel siempre entraba por ahí. ¿Llegaría en taxi? Nunca se lo había cuestionado. Dudaba que su madre la llevara—. No te parece que te estás pasando de la raya —giró sacando el humo, con la ceja enarcada. No comprendía sus palabras—. Se nota a leguas que en su vida se ha topado con un chico, menos con uno como tú —siguió Lalo mientras los demás escuchaban sin hablar.

—¿Cómo yo? No te sigo… Hermano —lo desafió, dándole otra fumada al cigarro con indolencia.

—Escucha; la verdad es que me importa una mierda, pero no creo que sea justo que corrompas a alguien así, ella se ve muy dulce. —Marcel ladeó la cabeza molesto.

—Y tú eres… ¿Un santo, un alma de la caridad? No, espera, ¿un ángel caído que está en busca de sus alas? No digas estupideces. Yo no corrompo a nadie. Anel es dulce, sí, y mía. —Observó a los demás, serio, con rostro amenazante—. Por otro lado, mis jodidas decisiones nunca las he puesto en discusión. Así que no empezaré ahora. Ella, está conmigo, punto, no hay nada qué decir, ni qué hablar al respecto porque simplemente no se me da la gana conversar sobre mi puta vida con nadie. ¿Estamos? —dándole una calada al cigarrillo su amigo asintió.

—Tú sabes lo que haces…

—Y ella también —terció Rodrigo, decidiendo intervenir—. No es una niña, y no es nuestro papel meternos en esas cosas —le recordó a Lalo al tiempo que bebía de su café.

—Bien, ya, no me meto, Marcel. Es solo que nos tomaste por sorpresa —se excusó sin más. Él se encogió de hombros dándole lo mismo. De pronto la vio pasar, apagó el cigarro e importándole poco dejar ahí a sus amigos, se acercó por detrás logrando que soltara un respingo.

—Ella hará que cambie… —murmuró Joel, viendo como la hacía girar para rozar sus labios con una delicadeza que jamás lo vieron emplear en nadie.

—Ya lo cambió, solo que no se ha dado cuenta —intervino Rodrigo, sonriendo—. Me alegra, tanta soledad no es buena
—Lalo rio, negando.

—¿Cómo haces para siempre encontrar el puto lado cursi a las cosas? —Se carcajearon metiéndose en lo suyo.

—¿Quién te trajo, chiquilla? —Se colgó su mochila aferrando su mano mientras caminaban rumbo a su aula.

—El chofer —murmuró alegre por sentirlo tan cerca, desconcertada porque no estaba acostumbrada.

—¿Tienes chofer, pero andas en taxi casi todo el tiempo? —Ella sonrió tímidamente. Era preferible a que ese asqueroso le enseñara a conducir, como le propuso al comprarle el auto hacía dos años. Se negó rotundamente temiendo a que se le ocurriera algo. Y gracias al cielo su madre, irritada, se lo quitó. Por lo mismo Alfredo dio órdenes de que el chofer de la casa la llevara a donde necesitaba, pues si no era él, no dejaría que nadie le enseñara, y aunque Analí enfureció, no le quedó de otra salvo aceptar—. Da igual, yo te enseñaré. —Anel se detuvo con la boca y ojos abiertos—. ¿Qué?, ¿no crees que pueda?

—Sí, pero… —Besó fugazmente sus labios. La echó de menos toda la noche, ansiaba olerla, perder sus manos en su piel, mejor aún, sentirse participe de esas lagunas que ahora lo miraban de esa forma ingenua, pero arrolladora.

—Nada, seré buen maestro, no debes depender de las personas y, además, siempre es bueno saber. Podrás usar tu auto y moverte con mayor libertad —eso no sería posible, en su casa no lo permitirían. Sin embargo, asintió retraída. Marcel observó nuevamente ese gesto que lo perturbaba e, incluso, lo molestaba.

—Gracias… —murmuró fuera del salón.

—Buen día, nos vemos en un rato —le guiñó un ojo y se fue. Los cuchicheos a sus espaldas la hicieron girar.

—No les hagas caso, son celos… Como los que yo te tengo. ¡Eh! —Alegra rodeó sus hombros y pasó al lado de las chicas que la miraban, intrigadas, también de primer año. Su amiga y ella iban en la misma carrera, compartían solo esa materia, pero, a diferencia de Anel, Alegra amaba eso que eligió estudiar, por lo que a veces tenía un poco más de cosas en común que con Mara—. Marcel Lazcano, ¡guou! —Anel se acomodó un mechón asintiendo—. ¿Quién fuera tú? No tengo idea de cómo lo hiciste, pero te agarraste a un pez gordo… Guapo, asediado, soltero y, además, con esos millones encima… —Anel arrugó la frente. ¿De qué hablaba?—. ¿No lees Sociales?, por Dios, amiga, los Lazcano… ¿No te suena? —negó convencida—. Olvídalo, solo te diré que no es cualquiera —y enseguida cambió de tema con algo de la tarea.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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