Tú, nada más

Aparentemente frágil

capítulo 19

Anel entró, nadie la notó, cosa que agradeció. Se escuchaba el ruido del televisor en el cuarto de su madre. Seguro ya habría llegado su marido, pues el típico canal de música estaba a todo volumen. Pasó por la habitación de su hermana, para variar, no se encontraba.

Sintiéndose vacía de nuevo, con un agujero de enormes proporciones en el pecho, se dio una ducha, se puso el pijama y se perdió sin dificultad en el país de los sueños, se sentía demasiado cansada, harta, decepcionada, por lo mismo no pudo ver los mensajes de Marcel preguntándole si todo iba bien.

—Joven —la voz del conserje lo hizo virar. Jugar con Natalia a construir una muralla y terminar viendo una película de princesas con sus primas y tíos en la sala, después de merendar quesadillas, lo hizo sentir menos miserable, no tan solo, como comenzaba a suceder cuando ella no estaba.

Alzó la vista agotado, pasaban de las diez, solo quería tumbarse sobre la cama rogando que estuviera dormida y esa fuese la causa por la que no respondió ninguno de los mensajes que le mandó desde las siete que la dejó ahí, en otro maldito infierno pues la veía agotada.

—¿Qué pasa, Manuel? —Iba rumbo al elevador cuando este lo interceptó.

—En la acera lo esperan, me dijeron que le avisara —intrigado y un tanto molesto, anduvo junto a él por las escaleras directo al lobby. Abrió la puerta de vidrio robusto y no pudo creer que estuvieran ahí.

Rodrigo, Joel y Lalo, junto con las malditas hijas de perra, incluida Laila, aguardaban sentados en los escalones. No los vio al pasar, supuso porque iba tan ensimismado con todo lo ocurrido que no se fijó. Apretó los puños rabioso, lo que intentó someter todo el día, salió sin más.

—Quiero que saquen su patético trasero de aquí. ¡Ahora! —rugió. Rodrigo sacudió la cabeza, sabía que esa sería su reacción. Las cinco chicas que con alevosía crearon todo aquello, ya de pie, parecían entre afligidas y asustadas.

—Venimos a hablar —logró decir Micaela al lado de Joel, nerviosa. Marcel se detuvo a varios metros, contenido. Sus manos cosquilleaban, sin embargo, logró manejarlo.

—Quiero que se vayan, me importa una mierda lo que quieran decir. ¡Lárguense o no respondo! —Las amenazó con voz ronca, inyectada de cólera. Laila, pasando saliva dio un paso al frente, parecía arrepentida.

—Fui una hija de perra, lo sé… Yo… —Marcel se colocó a unos centímetros de su rostro escrutándola peor que a un bicho.

—Tú eres una maldita hija de puta, Laila, lo que hiciste no tuvo nombre, fue bajo, abusivo y, además, peligroso. ¿Si lo entiende esa cabeza hueca, verdad? —Y perforó su cráneo con ira. Nadie intervino, pero era evidente el porqué no iban solas.

—Sí, lo entiendo y sé que pasé la línea —murmuró, culpable. Él se carcajeó con sorna.

—¿La línea? Estás enferma, loca. Son cobardes, tuvieron que hacerlo entre todas para someterla, para amedrentarla. ¡Pudo haber muerto! Y tú no estarías ahorita aquí… ¿Comprendes? Porque yo mismo me hubiese encargado de refundirte en la puta cárcel, de hecho, ganas no me faltan, ese tipo de cosas ya están tipificadas, ¿los sabías? —Ella asintió con lágrimas en los ojos.

—Marcel —era Lalo—. En serio están arrepentidas, saben lo que pudieron provocar, sus padres están al tanto, no la están pasando nada bien… Escúchalas.

—¿Y eso en qué cambia lo que ocurrió? ¡Eh! —Y las miró a todas con profundo odio, repugnancia—. ¿En qué? La lastimaron, abusaron de su ingenuidad, ella solo quería agradar y ustedes ya planeaban herirla, demostrarle una vez más que existe gente mierda. No soporto ni verlas, me dan asco y aunque ella las perdonara, yo no. Las huellas de esto tardarán mucho más tiempo de lo que su puta cabeza vacía puede imaginar. —Todos bajaron la vista, salvo Rodrigo que comprendió algo en ese instante, algo que sabía, ni el mismo Marcel conocía; su mejor amigo estaba completamente enamorado de Anel, más que eso, esa niña ya era parte vital de su mundo, su eje y en silencio avaló su actitud hacia esas jóvenes, porque por mucho que se arrepintieran, lo que hicieron no tenía nombre, mucho menos justificación y si estuviera en su lugar, tampoco las querría cerca jamás—. Así que váyanse, no las quiero ver, en serio estoy haciendo un gran esfuerzo para no hacer una estupidez.

—Lo sentimos, de verdad, hablaremos con ella, le diremos… —Micaela se retorcía las manos, ansiosa. Marcel rápidamente se ubicó frente a la chica, tenso.

—No se acerquen a Anel, se los advierto —se alejó un poco mirándolas a todas—. Si una de ustedes lo hace, me conocerán, no estoy jugando.

—Marcel —intervino Joel, intentando conciliar las cosas.

—¡No te metas! —bramó—. Dudo que te gustaría ver a tu hermana en una puta situación similar, ¿o sí? —Su amigo bajó la cabeza negando—. No tuvo ni una jodida oportunidad de defenderse, carajo, eran cinco malditas enfermas con la cabeza llena de basura que planeaban hacer justo lo que hicieron. Así que ya lo saben, no me conocen, nos las conozco y no se acerquen. No juego, no con eso —giró hacia Laila, serio—. Y tú, mujer patética, debes saber que aunque Anel no se hubiese cruzado en mi camino, jamás, escúchalo muy bien, jamás hubiera llegado a algo más contigo y sabes por qué, porque eres baja, cobarde, basura y Anel, mi novia, créeme, es mucho más mujer que tú y todas ustedes juntas y esto… Esto solo la hará más fuerte —concluyó e ingresó a su apartamento junto a Lalo y Rodrigo.

Al entrar, la soledad de saberla lejos, lo aplastó. Dio un golpe a la pared consciente de que no iba solo.

—¿Por qué las trajeron? —cuestionó, saliendo a la terraza para prender un cigarrillo. Entre ellos se miraron, solía fumar donde se le viniera en gana. Lo siguieron, Lalo encendió otro mientras se tumbaba en la sala del exterior con su típico desgarbo.

—Están arrepentidas, pero no querían venir solas. —Marcel rio con sarcasmo, observando la ciudad. Evocándola. Saldría adelante, lo sentía, lo sabía. Esa fuerza oculta que poseía era una de las cosas que más le atraían de esa personalidad aparentemente frágil.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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