Tú, nada más

Espacio oscuro

capítulo 21

Cuatro semanas transcurrieron desde aquel día. Ella ya era la misma, incluso muchas veces, más sonriente. Comía sin problema al tenerlo cerca y se mostraba tranquila, segura. Ganaba peso lentamente, eso se reflejaba en cada una de sus facciones, develando de a poco una joven preciosa, como pensaba él cada que la veía dormir a su lado, o simplemente deambular por ahí en sostén y braga, como comenzaba a ser su costumbre. Sí, Anel, iba dejando la vergüenza cuando estaba a su lado. Con Marcel era desenvuelta, a veces incluso bromeaba, no escondía su figura y, tal parecía, adoraba saberse observada por esos ojos imposiblemente verdes que no podían evitar devorarla al verla caminar relajada por el apartamento, sin más. Su carácter ahí seguía, eso era indudable; tímida, reservada, ella… Pero a su lado, liberada.

En la universidad las chicas seguían sin acercarse, como exigió aquel día. Una tarde, recostados sobre el sillón después de haberla tenido como espectadora de sus movimientos, al casi terminar su proyecto de arquitectura en el ordenador, le confesó que fueron arrepentidas. Anel solo asintió cambiando de tema de inmediato, él supo que no las quería cerca y por lo tanto, así sería.

En casa de ella, las cosas no variaban mucho, sin embargo, Alfredo solo la observaba, aunque cada vez más, con la misma distancia. Su madre se manejaba igual de hostil, pero mucho más relajada desde que no pasaba los fines de semana ahí.

Sábados y domingos iban a sitios diferentes, disfrutaban de lo mismo, el aire sobre el rostro, el silencio agradable de lugares alejados, caminar sin descanso tomados de la mano cuando ella no encontraba algo qué capturar. La calma los inundaba, la serenidad de su unión los llenaba, lo que intercambiaban sin percatarse, los compenetraba cada día que pasaba.

Las clases de manejo continuaron por insistencia de él. Marcel fue paciente, bastante. No dijo nada, incluso sonrió cuando ella sin poder evitarlo rozó un árbol, rompiendo un faro delantero. O cuando le dio un golpe a la llanta con la acera y el rin se raspó. Anel temblaba asustada. Primero, temiendo su reacción. Segundo, la propia situación.

Ya la conocía, con esa chiquilla hacer coraje lo empeoraba todo, por lo mismo controlaba esa parte suya sin mucha dificultad. Tenerla cerca era como si le inyectaran directo al torrente un tranquilizante. No se sentía molesto y rara vez algo lo sacaba de sus casillas. Le pidió que se estacionara sacudiendo la cabeza, luego le quitó el cinto y la besó.

—Aprenderás pronto, An. —Ella pestañeó tras esas gafas, turbada, con su boquita temblando.

—Choqué —dijo bajito con su mirada pegada a la suya. Marcel no pudo más que reír de nuevo sin soltarla. Sus ojos bicolores se mostraban profundamente preocupados, avergonzados.

—Pobre árbol… —murmuró, atrapando uno de sus labios—. Pobre de la camioneta —y succionó el otro, notando como se relajaba—, y bien por mi cama que hoy verá como pagas este precio, Estrellita —rodeó su cuello pegándose más, riendo ligera de pronto.

—Solo piensas en eso —expresó más que en encantada, olvidando el susto, entre besos.

—Contigo, An, nada más —susurró y la besó con ansiedad.

Abril ya estaba en pleno y con él, el calor propio de la temporada. Un poco más de un mes y la universidad terminaría. Una etapa para ambos estaba por concluir.

Anel terminó harta la última clase. Odiaba esa carrera. Qué le importaban las legislaciones. Frustrada, metió las cosas en su mochila. Sí, definitivamente no seguiría en eso, pero acabaría el semestre, odiaba dejar las cosas así, inconclusas y, de esa forma, su madre ya no podría decir jamás que no lo intentó, aunque seguro le daría lo mismo y la letanía llegaría.

Ladeó la boca y recordó que no pensaba estar ahí para que se desquitara con ella. Sonrió para sí, complacida de lo que en su cabeza iba trazando, de la manera en la que haría que cambiara todo en su vida.

—Any… —giró al escucharlo. León, ahí, en el pasillo. Su rostro se hallaba pálido, demasiado triste, sus ojos enrojecidos, algo iba muy mal. Sin más, se acercó y la abrazó. La joven soltó sus cosas y lo rodeó, afligida, al verlo así, tan abatido. Si bien ya no eran lo que solía, tampoco podía ser indiferente a su dolor, al notarlo tan mal—. Ely, tuvo un accidente al salir de aquí, está muy mal. Solo vine a avisar —culminó y un emitió un sollozó ahogado, hizo que lo rodeara más fuerte acariciando su cabellera conmocionada, lamentando escuchar algo tan fuerte.

—Tranquilo, tranquilo —intentó serenarlo al sentirlo temblar.

—No dan muchas esperanzas, no podré seguir sin ella, no podré —lloraba escondido en su cuello, deshecho, dolido.

Dios, qué horrible. No lograba pensar que tuviera que afrontar algo así. La vida sin Marcel sería tan oscura como una cueva sin tener la menor posibilidad de salir. Lo adoraba, comprendía su dolor.

—Leo, verás que saldrá bien. Shh… —susurró y le permitió desahogarse.

— ¡Suéltala, imbécil! —Anel no reaccionó hasta que su amigo era arrebatado de su abrazo y Marcel lo aventaba contra una pared, rabioso—. Es mía, ¿comprendes? —rugió, señalándolo con un dedo, amenazándolo. Ella lo miró horrorizada, temblando sin poder evitarlo, ese tipo de cosas la alteraban más de lo que a cualquiera, Marcel lo sabía. No podía hablar, sentía que sus pies se adherían al piso y la saliva espesa obstaculizaba cualquier sonido.

León la miró, negando con lágrimas, alzó las manos y se alejó abatido. La joven con los ojos abiertos, la boca seca, los brazos paralizados, lo observó irse. Atónita, sin ni siquiera lograr pensar con claridad.

—No lo quiero volver a ver cerca, ¿entendiste? —La tomó de la mano, se colgó sus cosas y caminó, sin importarle sus grandes zancadas, hasta la camioneta. Hizo que subiera sin ver su rostro pálido, sus dientes castañear bien apretados. Prendió el motor y salió odiando los putos celos que sentía, la rabia embravecida que recorría cada maldito órgano. No, ella no estaría con nadie más, ella era para él, solo para él.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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