Tú, nada más

Tú, nada más

capítulo 22

No comprendió el dolor que vio en esas lagunas. Siguió su mirada que cambiaba de orientación y notó lo que veía.

¡Mierda!

Anel salió corriendo sintiendo que todo se desmoronaba, que su vida dejaba de existir, que ya nada la haría feliz.

No lo podía creer, no así, no de él.

—¡Anel! —Sus gritos la hicieron decidir descender por las escaleras a toda prisa—. ¡Espera!, Anel, ¡cuidado! —Pero ella no se detenía, con una mano en la boca aguantando el llanto bajando sin fijarse, hundiéndose cada vez más. Sabía que eso podría pasar, que era lo obvio, pero le dolía, dolía muchísimo. Varios pisos abajo la alcanzó. La aferró por el brazo pegándola a su pecho con firmeza—. ¡Es mi prima, es mi prima! —Le explicó, ansioso por aclarar esa espantosa escena que seguro recreaba en su cabeza como cualquiera hubiera imaginado. La joven forcejeó débilmente. La separó apenas para poder mirarla a los ojos. Estos estaban enrojecidos. Pudo sentir su pena, su decepción—. Es mi prima, te lo juro, no es lo que piensas, puedo probarlo… —su respiración rápida hizo que volviera a abrazarla, aliviado. Le creía, pero aún estaba agitada, con el sentimiento ahí. Su novia se aferró a sus hombros desnudos apretándolos con sus delicadas yemas dejando salir suspiros parecidos a sollozos ahogados.

Los celos, el horror, el miedo… Todo junto aún bullía en su interior. Sabía que no le mentía. Sin embargo, la inseguridad
en la que vivía no le ayudaba a sentirse sobre tierra firme cuando se trataba de él.

—¿Tu prima? —acunó su barbilla para que sus ojos bicolores lo mirasen directamente.

—Te lo prometo. No te traicionaré, Anel —tragó saliva—. Estoy contigo, te lo he dicho… En este momento eres tú, nada más, ¿entiendes? —asintió débilmente, logrando que ni una lágrima saliera. Le creía, no veía motivos para no hacerlo y, por otro lado, necesitaba confiar en él. El tiempo que llevaba a su lado le decía que no, ese chico no le haría algo así.

La besó despacio, aliviado y asombrado de que estuviera ahí, de que se hubiese atrevido a llegar así, de que la iniciativa hubiese sido suya después de lo del día anterior. Se sentó en un escalón, arrastrándola, para que lo hiciese a su lado, temblaba y él más al verla huir de esa manera.

—Llegó por la noche, tuvo problemas con su madre. No tuve más remedio que dormir en el sofá y prestarle algo de ropa. Te la presentaré… Aunque debo advertirte que es insoportable. —La joven se tensó al escucharlo, aún sentía el corazón comprimido y ese miedo espantoso de perderlo. Él sonrió, acariciando su pequeña nariz con la suya. Tanto la extrañó que no podía pensar en nada más que en el hecho de que estuviera ahí, pegada a su cuerpo, suave, cálida y con ese maldito aroma a naranja que lo aniquilaba—. No en ese sentido. Es ruidosa, escandalosa, pero te caerá bien.

—No sabía que tenías una prima de esa edad —soltó bajito, observándolo fijamente. Rozó sus labios de manera fugaz.

—No te lo había dicho, es de la familia de mi madre. Casi no tengo relación con ellos, pero Sofía y yo siempre nos hemos llevado bien —le explicó, acariciando su mejilla. Era preciosa—. ¿Me crees?

—Sí…

—Eres única, ¿sabes? —No comprendió a qué iba eso y sus ojos se lo demostraron—. No reaccionas como los demás, menos como yo. Ayer no te ofrecí una disculpa. Sé lo que te hacen sentir esas escenas, que no debí reaccionar así ante lo que vi, que primero debí preguntar… Al ver lo que viste cualquiera arma un escándalo, gritos, llanto desbordado, yo que sé… Y tú… —Deslizó la punta de su índice por su labio inferior—, tú te alejas y me crees cada palabra con esa facilidad que me asombra, chiquilla.

—Prefiero creerte —arrugó la frente sin comprender.

—¿Prefieres?

—Si no lo hago, sufriré y no quiero, contigo me siento… Bien, tranquila —admitió con esa vocecilla agradable, serena. La besó con mayor intensidad, hundiendo su lengua en aquella boquita deliciosa sabor a miel. Esa era Anel en la forma más pura que podía presenciar. Su Anel.

—Debo aprender eso —sentenció y le guiñó un ojo al tiempo que se levantaba y la ayudaba a hacerlo—. Vamos, te la presentaré. —Ella asintió apenas sonriendo. Enredó los dedos alrededor de su cintura un poco más ancha que hacía un par de meses, aun así, muy delgada y la pegó a su costado—. Al fin usaste esa llave —murmuró cerca de su cabello.

—Quería sorprenderte —confesó, quitando su mano debido a las cosquillas que intencionalmente le provocó, con esa bella sonrisa infantil que hacía brincar todas sus neuronas, células y hormonas enloquecidas. La calma llegaba de nuevo y ella era quien se la brindaba.

—Lamento que sucediera esto —musitó, entrelazando sus dedos. La joven se encogió de hombros.

—Ya pasó. —Marcel la observó desde sus altura en serio, impresionado, embrutecido por esa mujercita que iluminaba
y alegraba su vida.

Al entrar una chica de cabello castaño, rizado, con un rostro hermoso y rasgos de envidia, esperaba recargada en la barra de la cocina mordiéndose la uña. En cuanto los vio sonrió aliviada. Guau, ¿esa era su prima?

Sofía primero observó a su primo vestido solo con ese pantalón de dormir, luego su mano firmemente entrelazada con otra mucho más pequeña y, enseguida, aquella dulce chica que debía ser la dueña de todas esas cosas que había salpicadas por el apartamento.

Sí, esa imagen angelical, tímida, infantil, encajaba sin problema. El contraste de ambos era asombroso, pero lucía mejor de lo que creyó, era como ver algo equilibrado, complementario. Se acercó de inmediato, animada.

—Soy Sofía, la prima de este cavernícola. —Marcel la miró como diciendo: «te dije». Sin más, besó su mejilla contemplándola sin reparos. Era muy bonita, bastante, sus rasgos eran tiernos, suaves y definitivamente la clase de belleza elegante, no exótica, pero sí se veía llamativa de cerca—. Tú debes ser Anel, su novia. —Marcel no le había dicho nada, pero las amistades que tenían coincidían y, aunado al hecho de que cosas de su estilo residían en aquel lugar, la respuesta era esa.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 05.12.2019

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